Semanas de humo

viernes 02 de septiembre de 2016, 17:55h

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En Manual de literatura para caníbales Rafael Reig -un ensayo novelado que este verano, diez años por medio, tiene una continuación muy esperada en Señales de humo- escogía la novela Días de llamas, de entre las muchas que abordan la guerra civil. Su autor, Juan Iturralde, alias del abogado del Estado José María Pérez Prat, incluye una cita tomada de los diarios de Víctor Hugo, que inspira el propio título de la novela, y de paso, estas líneas: "Las revoluciones, como los volcanes, tienen sus días de llamas y sus años de humo". No tiemble, fiel lector, que no hablaremos aquí de Política y menos de Vulcanología.

El fútbol, no es fragua de revoluciones, más bien las apaga, pero como los volcanes tiene sus fases incandescentes y sus periodos de inactividad. Como esto de la inactividad en el mundillo futbolero actual es difícil de creer, hablaremos de humo, mucho humo. Porque la fragua de Vulcano no para con el balón durante la primavera, y aún después con Mundiales o Europeos, pero sus esclavos de oro también tienen derecho a vacaciones en Ibiza y en exóticas playas e islas al alcance de sus contratos anualmente mejorados.

Y algún día, por improbable que parezca, tiene que haber al año sin partidos del siglo, ni siquiera del año. Son días de humo, de la temporada fenecida que aún humea y de la nueva que no vende humo, sino ilusiones, a veces en forma de pompas de jabón, unas capas de líquido con dos películas muy finas de jabón y agua que forman esas esferas huecas -según nos ilustra la Wikipedia con ternura orteguiana- , y exhiben superficies iridiscentes (sic): normalmente las pompas o burbujas de jabón duran sólo unos segundos y luego estallan por sí solas o por contacto con otro objeto.

A menudo se usan como objeto de juego para los niños, pero su uso en espectáculos artísticos demuestra que también pueden ser fascinantes para los adultos... Como los que poblamos los estadios, locos bajitos, seniles o con barriga, felices de ver reflejado ese arcoíris (iridiscente) en los arcos de la tribuna con todos los mejores jugadores del firmamento. Queda claro que los que más prometen son los nuestros y los que con vileza han huido no correrán la misma suerte. Algo literal y fatalmente unido.

Esas pompas chocan con otra pompas en partidos interminables de pretemporada, a veces el juego y el resultado, tan difusos o incoherentes en sí, hacen que esas ilusiones ópticas se rompan, o lo que es peor, se agranden, como temía sin causa el nuevo técnico sevillista Sampaoli. Por eso necesitamos que la Liga empiece. La competición pone a cada uno en su sitio. Y necesitamos este sucedáneo de la vida, porque agosto sin fútbol de verdad es aún más aterrador y vacío.

Menos humo y más fuego, como en la fragua de Vulcano. Pero esa fragua en verano no está abajo, está en los despachos de los clubes y los móviles ardientes de los agentes de futbolistas que jamás podrán viajar a una isla donde no haya cobertura. El dinero arde, en Inglaterra lo queman, pagando pródigamente por el regreso de un joven negro, al tiempo que otro ya retirado fallece por los disparos eléctricos de la policía. Desde el continente preferimos, imagino que tanto como en esa isla británica, la llama menos violenta de la competición.

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