"El esfuerzo inútil conduce a la melancolía". La reflexión, más que certera, es de Ortega y Gasset y es de perfecta aplicación al acuerdo que, en cuestión de días, firmarán Mariano Rajoy y Albert Rivera. Sus respectivos equipos negociadores se están viendo las caras muchas horas seguidas.
No cabe decir que no se estén esforzando en acercar posiciones. Se han cruzado papeles, propuestas. Ha habido momentos de pesimismo y, como ocurre siempre, la tensión se ha visto rebajada por momentos de un cierto compañerismo. En lo que a negociaciones políticas se refiere está todo inventado y el proceso iniciado hace ya unas cuantas jornadas se ajusta perfectamente al patrón tipo del tira y afloja. Y no es para menos, porque Ciudadanos plantea, con toda legitimidad, cuestiones de tal calado que pareciera más un acuerdo de gobierno de coalición que de una investidura. El acuerdo de investidura está acotado. Permitir que el candidato propuesto por el Rey salga investido Presidente y acto seguido colocarse en la Oposición. Colaborativa, positiva, responsable, pero Oposición. En cualquier caso, Ciudadanos ha puesto sus condiciones y el PP se ha avenido a negociarlas.
Me parece digno de encomio el esfuerzo de ambas partes que tiene como objetivo que Mariano Rajoy entre el día 30 en el Congreso y salga del mismo investido como Presidente. Nada, absolutamente nada, nos lleva a concluir que esto va a ser así. Es más, en el PP y, desde luego en Ciudadanos, manejan como hipótesis más que probable que la investidura será fallida. No cabe otra mientras el PSOE milite en el rotundo no a la investidura. En un no que, insisten, no es táctico, sino ideológico, de principios, de fondo y por lo tanto no susceptible de transacción. Quienes negocian aparentan ser ajenos a esta circunstancia y todavía son muchos los que siguen con entusiasmo el proceso que, salvo milagro, va a conducir a la melancolía. Cuando se haga el recuento de votos muchos del PP y de Ciudadanos llegarán a sentir en sus carnes la inutilidad del esfuerzo realizado durante todos estos días.
Cuando se escriben estas líneas, Mariano Rajoy aún no ha hablado con Pedro Sanchez. Este último no ha querido hacerlo hasta tanto no hubiera fecha de investidura. Ya la hay y la conversación se va a producir. Quiere Rajoy explicarle el acuerdo que previsiblemente firme con Ciudadanos e intuyo que a estas alturas no le va a invitar a reflexionar sobre su negativa a la investidura. Sería otro esfuerzo absolutamente inútil. Otros del PP se encargarán de hacerlo pero ya puede todos ponerse boca abajo que los socialistas van a votar no por dos veces. Ferraz tiene la convicción de que esta es la única posición que entienden y comparten las bases y lo cierto es que nadie en activo del PSOE ha dado una voz más alta que otra. Ha habido declaraciones muy medidas de algunos barones en medio del silencio atronador de Susana Díaz y del conjunto del Partido, de manera que si después de la investidura fallida, surgen lamentos, estos llegan tarde. Tiempo han tenido todos de hablar donde deben. Pedro Sánchez pone cara y ojos y muy pocas palabras a una decisión colegiada. No se trata pues de Pedro Sánchez. Se trata del PSOE que nada desea más que pase de él el cáliz de que haya Gobierno en España sin ellos mover una ceja. Primero creyeron que la investidura iba a celebrarse después del 25 de septiembre por aquello de que Rajoy pudiera contar con el PNV después de las elecciones vascas y ahora siguen confiando en el PNV dando por seguro algo que esta por ver. ¿Dónde está escrito que Rajoy esté dispuesto a asistir a una segunda investidura?
Si las posiciones conocidas se mantienen y todo apunta a que se van a mantener, la semana próxima, España ya no tendrá candidato a La Moncloa. Esta condición decae de manera inmediata una vez fallida la investidura. Sin embargo y pese a la adversidad de las circunstancias, los partidos que ahora negocian están cumpliendo con su obligación. Una vez que Rivera llego a un acuerdo primero con Rajoy, la obligación de ambos y sobre todo del candidato, era y es apurar hasta el último momento todas las posibilidades que brinda la política, aprovechar cualquier rendija para llegar a un acuerdo digno para ambas partes. La falta de seis votos, sólo seis, llevarán a la política española a la casilla de salida. Como nada está escrito de antemano hay que reiterar la salvedad del milagro. Si este no se produce, la melancolía de Rajoy y Rivera estará más que justificada.