El primero lo hizo Francisco Franco, el vencedor de la contienda, para quien el PCE era el principal enemigo del Régimen, el que mantuvo a los maquis en el interior y a la oposición ideológica en el exterior. Comunismo, masonería y judaísmo se daban la mano y había que combatirlos. Las cárceles se llenaron de militantes que obedecían las órdenes que llegaban desde la lejana Moscú o la más cercana París firmadas sin firmar por Dolores Ibarruri o Santiago Carrillo. El régimen lo intentó pero ese primer funeral se hizo sin cadaver y Juan Carlos I y Adolfo Suárez lo reconocieron así al presionar políticamente para su reconocimiento en la primavera de 1977, ya con la Transición en marcha y con una gran parte de los dirigentes viviendo en nuestro país.
El segundo funeral lo montó el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, si bien la música del mismo ya venía sonando desde las primeras elecciones. La ceremoníacomo tal data de 1982, con la mayoría absoluta de los socialistas y la caída en picado del partido que más había combatido a la dictadura. Sin dictador, los protagonistas principales del exilio y la represión se vieron sobrepasados por los jóvenes que apadrinaban Willy Brandt y Olof Palme y que, previamente, se habían deshecho de sus compañeros "mejicanos". El PCE estaba cadavérico y en la UVI pero su segundo entierro se hizo de la misma manera, sin cadaver.
Las leyes electorales de la Transición, concebidas para fomentar el bipartidismo y esa alternancia en el poder que tanto les había gustado a Cánovas y Sagasta en la Restauración monárquica, propiciaban que cientos de miles de votos comunistas no tuvieran reflejo en las Cortes y muchos militantes y dirigentes pusieron sus ojos en el PSOE y se unieron al socialismo que iba a "reinar" durante casi catorce años, por más que desde la llamada izquierda radical se ensayara el tercer funeral del PCE poniéndole el disfraz de Izquierda Unida para intentar que la vieja imagen de la Guerra Civil se perdiera en la historia. Tampoco funcionó pese al "sorpasso" que intentaron con ayuda mutua Julio Anguita y José María Aznar.
En los últimos veinte años se han sucedido los secretarios generales del partido desde Gerardo Iglesias a Cayo Lara, sin funerales pero con el enfermo en estado comatoso. El mundo y sobre todo Occidente caminaba por otros caminos y con otras metas. La caída del Muro de Berlín y la desintegración de la antigua URSS tampoco les ayudaba mucho a los comunistas españoles. Las referencias históricas se desvanecían y las verdades ocultadas durante años salían a la luz. No existía el paraíso socialista. El socialismo real estaba podrido y no procuraba la felicidad y el bienestar de los suyos, más bien todo lo contrario.
Enfrentado a un capitalismo de rostro humano y a la unión de liberalismo económico y socialdemocracia social, el comunismo a secas, el que tenía a Carlos Marx y Federico Engels como apóstoles y a Lenin y Mao como sumos sacerdotes del siglo XX, perdía con claridad. El tercer funeral parecía que iba a tener, por fín, cadaver que llevarse a la tumba, pero tampoco ha ocurrido. Un millón de votos conseguidos hace un año por la coalición de IU mantenía al PCE vivo y a la mayoría de sus dirigentes mirando al gran rival que había aparecido por su izquierda. Podemos y Pablo Iglesias se alejaban de lo que consideraban un imposible: llegar al poder con la etiqueta, las siglas y los programas del Partido Comunista, y optaban por la "renovación" de rostros y el rescate de los principios que alumbraron las grandes revoluciones del siglo XX.
Hoy, Alberto Garzón y Pablo Iglesias apuestan por un nuevo intento, pese al revés del mes de junio. Ya han planteado dos funerales por el precio de uno, y este con entierro de mitos, cifras, siglas y pasados. Se trata de " superar" y al mismo tiempo unir lo que ha significado el PCE, lo que ha logrado IU y lo que aspiraba a conseguir Podemos: primero desplazar al PSOE como referencia de la izquierda española y líder de la oposición a la derecha que representa el Partido Popular; luego, sumar los votos y escaños necesarios para llegar al poder y ocupar la Jefatura del Gobierno.
Uno y otro, pese a la oposición de muchos de los suyos, sueñan con conseguir a nivel nacional lo que han conseguido en la Comunidad Valenciana, en el Ayuntamiento de Madrid y en el Consistorio barcelonés, por citar tres ejemplos. Tarea compleja y difícil de conseguir ya que para ello debe producirse otro funeral, el del PSOE, y éste pese a que sus dirigentes parecen empeñarse en lograrlo no parece que millones de españoles estén por la labor de permitirlo.