Alguien piensa en Europa. No es una obviedad porque en los últimos años las decisiones tomadas encaminaban a los europeos a un abismo.
La clave estuvo en la falta de una respuesta conjunta a la crisis económica y financiera y pensar que el sálvese quien pueda, y el que no, lo salvarían los hombres de negro de Bruselas, era el mejor camino de austeridad y sacrificio frente al desmadre de gasto y despilfarro de los años de exceso de liquidez y de boom inmobiliario. El problema radicaba en hacer una película de buenos y malos sin reconocer la cuota parte de responsabilidad de todos en una crisis que nadie quiso, pudo o supo advertir y que impulsa el crecimiento de unos populismos que promueven el enfrentamiento entre buenos y malos. La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha servido como catarsis para que alguien en Europa reaccionara y pensara. Incluso en Washington.
La reunión en Berlín de los cinco líderes europeos para despedir a Barack Obama tiene muchos elementos importantes, seguido del anuncio de la canciller Ángela Merkel de presentarse por cuarta vez a las elecciones. Alemania es clave para la estabilidad y Merkel es una garantía frente a la crisis despertada en suelo alemán con el ascenso de la extrema derecha por la crisis de los refugiados. Otro gran factor de inestabilidad es el Brexit británico. No pasar por alto la presencia de la primera ministra Theresa May en esa reunión. Algo podría estar cocinándose para evitar el Brexit, que por decisión judicial tiene que aprobar el Parlamento. Francia es la gran incógnita por la fuerza del Frente Nacional de Marie Le Pen en los próximos comicios donde el centro derecha se inclina por un candidato con categoría política más allá del morbo.
En Italia, el primer ministro Remzi tiene un referéndum complicado el 4 de diciembre para una reforma polémica y el que aporta relativa estabilidad es España, volviendo a los foros internacionales donde debe poner en valor su peso político, económico, comercial, social y cultural. Mariano Rajoy tiene el desafío de que los españoles reconozcan lo que ha hecho bien y recuperar cierto orgullo por ‘Ser español en el siglo XXI’, título del libro del profesor Martín Ortega Carcelén, que asegura que “Ser español hoy significa compartir una cultura global, los principios y valores de un Estado democrático avanzado, y un espacio para actuar en el mundo”.