En el Partido Popular las manos se alzaban con cartulinas entre el si y el no para mantener a Dolores de Cospedal en su puesto de secretaria general. La número dos salió airosa de la emboscada en la que le habían metido desde su propia tierra y con una abstención de cuatro quintos de los delegados. Su paisano de Albacete, José Bono, perdió ante Zapatero por 9 votos y ella ha estado a punto de perder ante Soraya y a través de Risueño por 25 papeletas a mano alzada. Cospedal y Bono quieren distanciarse y la historia política de cada uno se empeña en colocarles en paralelo.
Las manos del PP saludan y se agitan abiertas como pañuelos en llegadas y despedidas, son neutras, sirven para críticar y para alabar, carecen de ideología. Son manos prácticas, eclécticas, manos de muchos años en el poder, que saludan el 95% de Rajoy y se olvidan de José María Aznar, que sólo se hace visible en la brave frase del propio Rajoy en la clausura.
Las manos de Podemos están cargadas de símbolos, tienen almacenados cien años de historia, ahora que se cumple esa cifra entre los bolcheviques y mencheviques que dieron paso a la Rusia de hoy. Están las manos cerradas, los puños de Pablo Iglesias y los suyos, los puños que cantaban la Internacional mientras ondeaban las banderas rojas con la hoz y el martillo, las mismas que ha enterrado Putin para recuperar la enseña de los zares. Y están las manos de Iñigo Errejón y los suyos con los de dos índice y corazón haciendo el signo de la victoria justo cuando acabaan de ser derrotados de forma aplastante.
Iglesias puede acoger a Errejón, Pablo deberá mostrarse generoso con Iñigo pero después de machacarle tres veces, las mismas que negó Pedro según el Nuevo Testamento. Incluso el secretario general de Podemos ha perdonado a los herederos de aquel Trostky que murió en Méjico a manos del español Mercader con un piolet clavado en su cabeza. Son los "anticapi" de Urban y Rodríguez, los que sueño con conquistar en Palacio de Invierno desde las urnas y con la izquierda dividida. Hay que acudir a los clásicos y decir con Calderón que toda la vida es sueño.
Está, por último, el mitin de Susana Díaz, el nuevo espectáculo de la presidenta andaluza organizado en la castellana capital por un alcalde gallego que fue ministro con otro socialista y sevillano. Abel Caballero se ha convertido en el mejor embajador de la futura secretaria general, que ha dejado para los Idus de marzo la oficialización de sus deseos. Desde Cesar el mes que anuncia la Primavera seduce a los políticos, ya sea para llevarlos a la gloria o para matarlos. En Madrid, las manos de los seguidores de Susana elevaban el pulgar, que era signo de salvación para los gladiadores y que ahora lo hacen nuestros más jóvenes para decir que algo les gusta. Pedro Sánchez y Patxi López levantan la mano al igual que lo hace Rajoy, por lo menos eso les une lejos del "no es no".
Si Susana, Pedro, Patxi, Pablo, Iñigo y el resto de la compaña quieren desalojar al PP del poder deberán prácticar con las manos. Les sobran muchas frases que dicen con esas extremidades. Manos cerradass, manos abiertas, dedos señalando el cielo, uves que no tienen nada de victoriosas, demasiados magos para un escenario tan pequeño. En esto Mariano Rajoy les sa a mucha ventaja y tiene más entradas vendidas para el espectáculo de las urnas.