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Wishful Thinking

Wishful Thinking

Por Alfonso González Hermoso de Mendoza

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Para Europa, y en especial para España, el año 2020 es algo más que un hito de control para verificar el cumplimiento de los mínimos de sensatez de la especie humana ante el cambio climático. También es mucho más que una declaración de intenciones que sustituye la fracasada “Estrategia de Lisboa 2010”. Después de la crisis del 2008 el 2020 se ha convertido en la línea de no retorno para el modelo europeo de bienestar. El límite máximo para verificar que hemos sido capaces de cambiar las instituciones y las regulaciones con las que nos hemos dotado los europeos, y de manera muy especial los españoles, en los últimos 50 años. Décadas de crecimiento constante, como nunca antes en la historia de la humanidad se había producido, soportadas sobre un modelo cuyas señales de agotamiento son nítidas y constantes. Ignorarlas, o seguir profundizando en sus contradicciones, es un capricho que la realidad se empeña en mostrarnos como suicida.

No hay tiempos muertos en la partida. Cada día de consternación y añoranza cuenta, y lo hace decisivamente. La aceleración del cambio al que nos enfrentamos, así como la urgencia y radicalidad con que deben producirse las respuestas, responden a una lógica para la que no hemos sido educados. La profundidad de las transformaciones que nos envuelven, y en no pocas ocasiones nos revuelcan, hace que tengamos que asumir con normalidad que, lo que ayer era imposible, hoy es necesario.

2020 es una coartada compartida que reclama y justifica una manera de actuar reflexiva e inmediata ante un panorama incierto, y con frecuencia desconcertante. En este periodo sí hemos aprendido algunas cosas relevantes, como que la complejidad de los problemas y el impacto de las decisiones a las que hay que enfrentarse sobrepasan la capacidad de los expertos.

Es el momento de la participación ciudadana, de usar la inteligencia colectiva. Las prácticas con las que hemos venido tomando decisiones y con las hemos construido los consensos se nos muestran hoy como manifiestamente insuficientes, cuando no como directamente inadecuadas. El riesgo de no actuar, de esperar que la resolución de los conflictos que nos afectan provenga de las decisiones de otros, que sí saben lo que quieren, sólo puede verse superado por la arrogancia de ignorar el cambio.

El reto 2020 no es otro que el de mantener los valores morales de justicia y rigor sobre los que hemos procurado construir la convivencia democrática en occidente. La sabia combinación de ciencia, democracia y mercado han traído a Europa décadas de bienestar, y con ellas la percepción de que disfrutábamos de un modelo estable y robusto. Desaparecida la ilusión de poder crecer ilimitadamente en un mundo construido por las decisiones de occidente aparece como inevitable la necesidad de repensar la relación de estos tres factores, adaptándola a un entorno sobre el que hoy sólo sabemos que se nos muestra como incierto, global y abierto.

La irresponsabilidad política de los poderes financieros, el triunfo de la economía especulativa, el cortoplacismo y la codicia de los gestores de empresas desvinculados de los riesgos deseables y asumibles por el capital, el deterioro progresivo, asumido como inexorable, de las condiciones medioambientales, el control invasivo e invisible de la privacidad por agencias públicas o corporaciones, el dumping social, la indiferencia frente a compra de las personas que supone la corrupción, el paro juvenil, la emergencia de la pobreza y de los pobres pidiendo justicia, sólo son algunas de la circunstancias que evidencian la crisis sistémica que estamos experimentando, y que nos obligan a repensar los cambios a los que debemos enfrentarnos si aspiramos a mantener y profundizar en el Estado de bienestar que constitucionalmente nos hemos dotado.

2020 es una convención razonable, un tiempo prudente que nos da aliento, a la vez que nos recuerda lo limitado de la ventana de oportunidad de que disponemos invitándonos a actuar. 2020 es un reclamo para hacer evidente y atraer la atención de la ciudadanía, las administraciones y las empresas sobre la necesidad de profundizar en los valores de eficacia y de justica como única respuesta posible al desafío que supone la sociedad del conocimiento y del riesgo. Tan cierto es que las empresas que no sean innovadoras desaparecerán, como que, la prosperidad de las comunidades políticas depende de la capacidad que demuestren de innovación social. Sin cambio social no hay cambio posible de modelo productivo. Pobreza, marginalidad y dispersión es el futuro de las sociedades que no acepten el reto de la innovación.

El papel que en este escenario está llamada a desempeñar una institución dedicada a promover el aprendizaje, como es la Escuela de Organización Industrial EOI, es claro y relevante. Nadie nos ha educado a vivir y trabajar en un mundo global e incierto. Nadie nos había dicho que tendríamos que competir y colaborar en un mercado caracterizado por el acceso ilimitado, ubicuo y casi gratuito de la información. Muy pocos intuían hasta qué punto la plena imbricación entre empresa, administración y ciudadanía iba a ser el factor determinante para alcanzar la sociedad que quisiéramos tener. Todo ha resultado muy distinto de cómo nos dijeron que iban ser. Nunca como ahora ha sido tan cierto que convivimos con el futuro, aunque ciertamente sólo sea accesible para algunos. Hacer evidente esta realidad, ayudar a que se formulen las nuevas preguntas que decidirán la competitividad y el bienestar de nuestra sociedad, ese es el reto 2020, ese el reto de EOI.


¿Dónde está el presente?

La Escuela de Organización Industrial se ha dotado una estrategia, como otras muchas instituciones, para expresar su propio camino en relación a los desafíos 2020. Estas propuestas pasan por: identificar áreas de negocio con proyección económica e interés social, transformar la manera en la que se produce el aprendizaje y colocar los valores en centro del proceso.

  • Identificar áreas de negocio con proyección económica e interés social


EOI focaliza su atención en la economía verde, la economía social, la economía de la creatividad y la economía digital. Aspira a formar a los gestores de la economía real, de las organizaciones que soportan el empleo y la riqueza de los territorios. A personas  capaces de mejorar con su experiencia la competitividad de las empresas en las que trabajan, y de proyectarlas a un escenario necesariamente global.

Sobre las oportunidades de negocio que se están generando en torno a las necesidades medioambientales o energéticas existe unanimidad. Nos enfrentamos a una nueva revolución industrial y en los hábitos de consumo provocada por la emergencia de la sostenibilidad. Los datos de las inversiones a realizar y las paralelas expectativas de negocio generadas en torno a las reducciones de las emisiones de CO2, las energías renovables o la gestión del agua, son de tal magnitud, que hace difícil pensar que vaya a haber otros sectores con mayor crecimiento en los próximos años.

La revolución verde no afecta sólo a las empresas que surgirán con nuevos servicios al calor de las nuevas tecnologías y de las nuevas demandas morales de la sociedad, la revolución verde abarca a toda la actividad económica. Incluye la transformación que deberán sufrir todas las empresas para integrar de manera sistemática y natural en su cuenta de resultados la sostenibilidad. Todas las organizaciones se ven avocadas a presentar a la sociedad una triple cuenta de resultados, económica, social y medioambiental.

La economía social, en cualquiera de sus formas cooperativas, mutualidades o asociaciones, incluido el tercer sector representa un porcentaje entorno al 10 % de la economía y del empleo en España. Pero con ser esto importante, su potencial de desarrollo supera con mucho su realidad presente. Las empresas sociales son empresas de personas, creadas desde la sociedad civil, que con procesos democráticos de decisión, desarrollan una actividad económica con el objetivo prioritario de satisfacer necesidades propias, antes que retribuir a las inversiones.

Formulas que se muestran especialmente atractivas para jóvenes emprendedores, que sirven para el desarrollo endógeno de regiones periféricas y que han mostrado un mayor grado de solidaridad en momentos de crisis para con los trabajadores.  Las posibilidades de colaboración entre el tercer sector y el mundo empresarial abren posibilidades de negocio y empleo insospechadas, según los temas de responsabilidad social van calando en la realidad económica y social.

Difíciles de precisar son los límites de la economía digital, su cultura ha empapado toda la economía dando lugar a nuevos modelos organizativos y criterios de gestión en los sectores tradicionales. La cultura digital es una manera de hacer y entender los negocios. Gracias a las tecnologías de la información los consumidores han visto crecer sus posibilidades de elección de forma inimaginable, los trabajadores han visto como se incrementaba su capacitación,  en paralelo a la flexibilidad en su desempeño y a la globalización de sus oportunidades, las empresas han tenido que transformar sus organizaciones, aumentando su eficiencia y generando nuevos procesos y productos. Al frente de estos procesos como tractoras de estas transformaciones, encontramos a las empresas generadoras de infraestructuras y de aplicaciones que no paran de crecer pese a la y de sorprendernos con nuevas oportunidades de negocio.

La seña de identidad de los españoles más reconocida internacionalmente es la de su creatividad. La economía actual posibilita como nunca la creación de empleo y riqueza a través de la generación y explotación de la propiedad intelectual. En la economía de la creatividad la clave del éxito se encuentra en la generación de un valor simbólico más allá del meramente material que tiene el producto que da soporte al bien creativo. En la moda, la artesanía, la arquitectura, el software o el deporte encontramos muchas de las más internacionalizadas y exitosas empresa españolas.

El análisis de las empresas de estos sectores nos permiten identificar los elementos que las hacen especialmente capacitadas para ser tractoras y servir de ejemplo. Características que en EOI hemos concretado en estos 20 apartados.


Innovación
1. La creatividad como resorte de primer orden para convertir el conocimiento en innovación.
2. El contacto inmediato con la sociedad le permite detectar, canalizar y atender nuevas demandas y necesidades.
3. La innovación es una seña de identidad.
4. Desarrollar estrategias de diferenciación que van más allá de las características físicas de los productos y los servicios.

Estructura de la Organización
5. Organizaciones flexibles y adhocráticas.
6. Redes de colaboración.
7. Descentralización y delegación.
8. Aprovechar las ventajas asociadas a la pequeña dimensión, especialmente en las etapas iniciales del proyecto.

Estrategia
9. Orientación al cliente.
10. Creación de redes de valor. Conexión con otras redes personales y empresariales con similares objetivos. Colaborar, cooperar e intercambiar experiencias y conocimientos.
11. Prestar atención a los cambios y las tendencias de futuro para traducirlas en oportunidades de negocio que les permiten el crecimiento y, en algunos casos, la internacionalización.
12. Creación y distribución de bienes relacionales (aquellos en los que predomina su dimensión intangible).

Cultura y Recursos Humanos
13. Adecuar la organización de forma tal que las personas sean los protagonistas: fomentar ideas como la pasión, la libertad, la amistad…
14. Procesos de toma de decisiones con un carácter participativo y colaborativo, y trabajo en equipo.
15. Dar una gran importancia a la responsabilidad social de la empresa.
16. Procesos de aprendizaje dinámicos (aprendizaje colaborador).

Actividad Emprendedora
17. Integración de las actividades profesionales y personales.
18. Diversidad en la forma jurídica.
19. Combinación de los roles de “Empresario innovador” y “Empresario emprendedor”.
20. La ideología y los valores personales del empresario constituyen el núcleo del proyecto empresarial.

Un lugar para aprender, un lugar para emprender
Transformar la manera en la que se produce el aprendizaje. Al igual que las industrias culturales, el comercio al detalle o en general las relaciones sociales, las transacciones empresariales, o la actividad política, se han visto radicalmente transformadas por el impacto de las tecnologías de información, la justificación y la organización de la formación en la manera en la que la hemos conocido en los últimos doscientos años están saltado por los aíres.

Esta revolución es tanto más evidente y veloz cuanto más nos acercamos en el proceso formativo al mercado laboral. El impacto de la tecnología afecta en primera instancia al modo cómo hemos venido haciendo las cosas hasta ahora en la formación; cambiando el papel del profesor, la actividad en el aula y el desarrollo de la propia experiencia. Pero su verdadero impacto se medirá en el porqué y el para qué aprendemos, y en el quién acredita este saber y para qué.

En una realidad global y abierta las motivaciones y legitimidades de los sistemas de aprendizaje se van a ir separando progresivamente de modelos locales y rígidos, soportados en el monopolio de la acreditación oficial, propio de las actividades reguladas o intervenidas. Modelos necesariamente ineficientes y crecientemente ineficaces, no sólo para las expectativas de sus destinarios individuales, que con los recursos e información adecuados pueden obviarlos, sino para la sociedad que los sufraga.

Aprender en la sociedad del conocimiento se ha vuelto la tarea más importante a desarrollar a lo largo de la vida para mantener la empleabilidad y posibilitar una carrera profesional. La importancia de la oficialidad de los títulos, su territorialidad limitada, o su vigencia temporal ilimitada, maneras en las que tradicionalmente hemos valorado la formación, se están viendo sustituidas por otros criterios en los que prima la permanente adecuación de las capacidades y conocimientos a las exigencias de un mercado laboral global y en constante evolución, y a la adquisición de habilidades de forma individualizada, y en ámbitos cercanos a las tareas concretas que se desempeñan en el trabajo.

EOI ha hecho una apuesta decidida y pionera por métodos de aprendizaje basados en la educación expandida y en la formación en movilidad. Hemos roto el tabique que separaba la clase de la realidad laboral y personal. Traemos al mundo al aula, y llevamos el aula a cada momento del  día, convirtiéndolo en una oportunidad para aprender.

Aprender haciendo, desde la experiencia fáctica y construcción de prototipos. Aprender escuchando, a desarrollar ideas para resolver problemas mirando atentamente al entorno próximo y lejano e  integrando las observaciones en la toma de decisiones. El Desing Thinking se ha incorporado perfectamente en la cultura tradicional de EOI, que exigía para acceder al título de la escuela un riguroso proyecto de empresa, concentrando una parte creciente del tiempo y esfuerzo del aprendizaje en la adquisición de habilidades esenciales para el desarrollo de la carrera profesional.

Construimos los programas y desarrollamos sus contenidos a través de Crowdsourcing. Son los actuales alumnos, los pasados, y los futuros y las empresas clientes, en colaboración con los responsables de los cursos, los que definen cuales son los temas y contenidos que demandan para su formación y para la mejora de su competitividad. Esto es posible gracias a la flexibilidad absoluta de que se dispone para la selección del profesorado, siempre elegido de manera específica entre profesionales de acuerdo con las exigencias de cada curso, y a la implantación de una estrategia integral de implicación en las redes sociales. En EOI no hay community manager, toda la organización crece y actúa en el entorno digital, como lo hace en ámbito analógico. Un único mundo con dos pieles distintas.


Colocar los valores en centro del aprendizaje


La EOI es y quiere seguir siendo una escuela de negocios diferente. Y lo es desde los valores que proyecta a la sociedad. En sus cursos se aprende a gestionar organizaciones, grandes o pequeñas, públicas o privadas, sociales o lucrativas, pero siempre desde la responsabilidad y el compromiso. Las empresas que aprenden a dirigir los alumnos no persiguen como único fin maximizar los beneficios a corto plazo del capital. Sus intereses como gestores son los de la propiedad, su habilidad, conciliarlos con los del entorno el que desarrollan su actividad.

Las empresas son un ente social que adquieren sentido y crecen en la medida en que integran una visión a largo plazo, una visión capaz de unir los intereses del capital, con los de sus gestores y trabajadores y los de la sociedad de la que se nutre y en la que crea riqueza y empleo. La sostenibilidad y la creatividad son consustanciales a la formación en EOI, son mucho más que una asignatura aislada y bien intencionada, impregnan cada una de los módulos y actividades que se desarrollan.

Esta visión compartida y propia, queremos que dure a lo largo de toda la vida profesional de aquellos que han pasado por nuestras aulas. En primer lugar, porque hoy en día el aprendizaje trasciende a los periodos de juventud, o a momentos más o menos accidentales en la carrera profesional, habiéndose convertido en  una exigencia permanente. Pero de manera muy especial porque la relación con los que han invertido su tiempo e ilusión en aprender con la EOI trasciende una relación comercial convencional.

La construcción de EOI es obligatoriamente un proyecto compartido, y el afán de EOI no puede ser otro que el que la relación con los antiguos alumnos sea bidireccional, proactiva y estable, porqué en último término el aprendizaje no es un producto, es un proceso capaz de unir la realidad con el deseo. Atender este proceso es la razón última de la EOI.

Por último la referencia al alma de la escuela, el emprendimiento. La escuela es un lugar para emprender. Nunca como ahora la sociedad ha necesitado personas capaces de hacer realidad sus ilusiones. Crear nuevas empresas, transformar las ya existentes, poner en marcha nuevos proyectos de economía social. Es el momento de integrar la fuerza de la creatividad y la tensión innovadora  como algo natural y propio en la sociedad española.

Es el momento de asumir riesgo y de respetar el fracaso, de aprender haciendo. Quien quiera compartir su carrera profesional con la EOI encontrará un lugar para emprender, un espacio en el que desarrollar su experiencia. El símbolo que representan los cuatro dígitos de 2020 no significa otra cosa que los valores de EOI para contribuir a un mundo sostenible y prospero.



(*) Alfonso González Hermoso de Mendoza es director general de la Escuela de Organización Industrial (EOI)

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