Esperando un director

lunes 27 de noviembre de 2017, 19:41h

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Ruido. Al que provocaban hace unos días los mercados de bonos de alto rendimiento, se van sumando más. Nadie se explica muy bien lo que le ocurre a las divisas nórdicas que se ven de pronto atacadas sin que podamos llevar a nuestros análisis poco más que verdades comunes. Vale que los precios inmobiliarios en Suecia están altos, pero ¿justifica eso una depreciación típica de moneda emergente perdiendo un 2,5% en apenas cuatro sesiones? y ¿por qué ha de afectar de modo casi idéntico a la corona noruega cuyo valor depende de algo tan diferente como las exportaciones de petróleo? Es obvio que no. Se hilan algunas explicaciones relacionadas con la limitada liquidez de estas divisas, su comportamiento estacional, las dudas sobre la continuidad de la QE, o incluso la influencia en estas economías de la reducción del crecimiento de la masa monetaria en China anunciada por su banco central, pero en su confortable transcurrir habitual vinculado a fundamentales de manual se ha introducido el virus de la desconfianza y si la calma ha de volver será después de que el paso de las semanas permita olvidar el incidente y reestablecer la confianza, aunque no se hayan desentrañado las claves que expliquen lo que está ocurriendo estos días.

"Otro gran ruido: Tecnología y globalización permiten mejoras en productividad, pero los asalariados no participan"

China es otro de los originadores de ruido. Más fácil de interpretar en esta ocasión pues se enmarca en una política oficializada tras el XIX Congreso del PCCh que se anuncia orientada a reducir el nivel de apalancamiento de la economía y su dependencia del crédito. Tiene su origen en la decisión de su banco central de reducir las inyecciones de liquidez lo que generó un ajuste de cierta magnitud en los mercados de renta fija, -el bono a 10 años se puso a niveles de 2014-, y la renta variable registró el jueves un recorte del 3%, su peor día en 17 meses. Si esto es una simple corrección o forma parte de un proceso más profundo que acabará por afectar al crecimiento y al consumo mundial de materias primas (aquí radica la conexión con las nórdicas), es otro de los interrogantes que nos deja este ruido.

Alemania es un protagonista menos habitual, pero también está originando incertidumbre. Se recuperaba el viernes por la tarde la posibilidad de reeditar la coalición con los socialdemócratas y simultáneamente el euro ganaba al dólar la cota de 1,19 sirviendo de excusa para consolidar la desconfianza que viene afectando al dólar los últimos días.

A lo anterior se suman los ruidos procedentes de la reforma fiscal norteamericana, -cada vez más desacreditada como potencial motor de crecimiento- o los que se adivinan entre líneas en las actas de la FED sobre las causas detrás de la ausencia de inflación o el alto precio de los activos. El conjunto acaba por ofrecer el sonido de una mala comparsa en la que resulta difícil adivinar la melodía. ¿Es casualidad, o mirado de otro modo no cabe pensar que podamos estar ante una creciente acumulación de elementos que, en confluencia, constituyen el sonido que genera el emerger de un cambio en el orden mundial? El liderazgo norteamericano de poco más de un siglo que parecía haber triunfado definitivamente con la caída del muro de Berlín, es ahora mucho menos evidente, y la orquesta del mundo no tiene un director claro.

¿Qué tipo de orden emergerá y a quién corresponderá dirigirlo? Desafortunadamente, Europa, centrada en los esfuerzos que permitan su propia supervivencia tiene muy pocas posibilidades. Y mientras se espera al director de la orquesta, sus componentes tratan de ajustar sus habilidades a un entorno en el que los cambios tecnológicos y la globalización hacen a muchos temer por su puesto en la orquesta.

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