Ellos eligen. Dicen lo que quieren y cómo lo quieren. Y exigen que se les sirva ya. Nuestros clientes han dejado ser pasivos, meros receptores de noticias. Imponen sus criterios y no aceptan necesariamente los nuestros sobre lo que es importante o debe resultarles interesante. Internet les ha hecho libres y se han quitado de encima la dictadura de los medios de comunicación tradicionales.
Los consumidores de noticias son conscientes de que el derecho a la información es suyo y están dispuestos a ejercerlo personalmente y con todas sus consecuencias. Los periodistas ya no les servimos como administradores de ese derecho. Y si no espabilamos dejaremos también de ser sus intermediarios con la noticia: amenazan con montárselo por su cuenta. Están dispuestos a hacernos la competencia. Algunos ya están en ello.
¿Cómo les convenceremos de que nuestras noticias, las que fabricamos los profesionales, son importantes, de las que se puede fiar y por eso deben interesarles y seguir consumiéndolas? ¿Qué capacidad de persuasión nos queda para que nuestros más jóvenes clientes actuales o futuros entiendan que no es información fiable, veraz y contratada lo que cualquiera cuelga en un blog, en un portal o en una cuenta de Twitter o Facebook? Porque lo que ya no aceptan es que la única manera de estar informados es seguir los titulares de los periódicos, impresos o digitales, igual da, o hacer caso de los sumarios de los noticiarios de radio y televisión.
Con unos cuantos clicks de su ratón o tocando unas cuantas veces su pantallas táctiles los más activos consumidores de noticias de hoy y los que lo serán mañana viven instalados en la red, han hecho de ella su medio de vida. A través de Internet compran entradas para un concierto, una camiseta en una tienda de moda o un billete de avión; se descargan música y películas o acceden a una web en el que encontrarán las respuestas a los exámenes fin de curso. Y lo hacen a toda pastilla y desde cualquier parte gracias a los muchos megabytes de sus líneas de conexión ADSL y del sistema Wifi, que ya está instalado por todas partes. A quien usa la red para hablar por teléfono gratis en videoconferencia de una parte a otra del planeta, o que puede observar el tejado de su casa por Google Earth o las calles y plazas de las principales ciudades del mundo a través de las webcam, no podremos obligarles a que sigan nuestras pautas o aguarden a nuestros ritmos informativos para saber lo que realmente está pasando en su ciudad, en su país o en el mundo.
5.000 redes planetarias
Las 5.000 redes tendidas por todo el planeta que utilizan el protocolo TCP/IP para formar la formidable telaraña electrónica que es Internet han promovido una revolución mundial que de momento llega a 2.000 millones de ciudadanos según la Unión Internacional de Telecomunicaciones -UIT-. De ellos, 25 millones son españoles. Internet ha cambiado la vida a más de la mitad de la población del planeta y aspira a hacer evolucionar al resto de los habitantes de la tierra. Desde su aparición ya nada es igual en el conocimiento humano, en los negocios, en las relaciones sociales y personales, en la ciencia, la tecnología o los sistemas de trabajo. También en el mundo de las comunicación. La red de redes y las redes sociales han dado herramientas a los ciudadanos para que puedan convertirse en creadores, manipuladores y distribuidores de los mensajes informativos acabando con el monopolio de los periodistas y sus empresas.
El modelo de comunicación de masas creada y fortalecida por los diarios, la radio y la televisión durante más de un siglo se resquebraja y ceden las estructuras de negocio basados en el público amplio y mensajes homogéneos y controlados por los periodistas y las empresas de comunicación. Entramos en un nuevo sistema de saturación informativa en la que casi todo vale para ser considerado noticia. La distribución descentralizada y a través de redes on line sustituye a la vieja estructura de la comunicación de masas.
Los profesionales de la información y los medios informativos tenemos que cambiar más, mucho más de lo que lo estamos haciendo. Nuestras informaciones ni son las únicas ni necesariamente resultan las más interesantes para el público al que nos debemos. Tendremos que movernos a una velocidad de vértigo y a ritmo de gigabytes si no queremos quedarnos muy atrás.
Muchos de nuestros clientes actuales y una gran parte de los que deberíamos conseguir para un futuro han pasado a la acción y van muy por delante de nosotros. Hay que alcanzarlos antes de que sea muy tarde. Convencerles de que tenemos información de calidad y de importancia contrastada para que sigan confiando en nosotros. Que hemos sido formados para explicarles con nuestras noticias lo que está pasando y que nuestra profesión consiste en darles las claves para entenderlo. Nuestro lema es que el soporte no es lo fundamental sino la calidad de la información. Y que asumimos el reto de ofrecer información fiable, veraz y verificable por el conducto que les sea más cercano.
Hemos perdido mucho tiempo y estábamos equivocados. Disfrutábamos del monopolio de la información. Y pensábamos que nuestros males, el creciente descrédito de nuestras informaciones y la caída de audiencias, ventas y de publicidad procedía casi en exclusiva de la durísima crisis económica que todo lo está cambiando. Pero el problema es mucho más grave. Habrá que pregonar el ¡mea culpa! Nuestro cliente de siempre ha cambiado sus demandas y ha dejado de reconocernos como sus únicos proveedores. Y no nos estábamos enterando.
¡DÍGASELO EN TWITER!
Patxi López la había liado. Su petición de un congreso extraordinario en el PSOE para afrontar el batacazo electoral de las municipales del 22M2011 había roto los esquemas y la paciencia del presidente José Luis Rodríguez Zapatero y de todos los monclovitas. "¡Está pidiendo su cabeza!", se rasgaban las vestiduras los hombres del aparato.
Esa tarde se iba a celebrar la decisiva reunión en la que Zapatero intentaría convencer a los barones socialistas de cómo encauzar el debate en el Comité Federal –el máximo organismo de decisión del partido- del día siguiente. Su propuesta era clara y de tres puntos: uno, nadie debería moverle la silla; dos, nada de congreso extraordinario, y, tres, convocatoria de elecciones primarias para que las ganara Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato para las elecciones generales próximas. Y para eso se iba a exigir a los dirigentes socialistas que hicieran piña. ¿Lo lograría? Había dudas de cómo iba a salir la encerrona.
Los reporteros de televisión, los periodistas de las radios y los operadores de cámara se apiñaban de lado a lado de la estrecha acera frente al número 70 de la calle Ferraz de Madrid, la entrada de la principal sede socialista de España, esperando grabar las declaraciones del líder socialista vasco antes del decisivo encuentro. Pero a diferencia de otras ocasiones similares, López entraba esta vez en coche y por el garaje, sin pararse con los periodistas. ¡Vaya fiasco! Tocaba esperar dentro. Media hora después, el circo mediático se había desplegado por completo. Las unidades móviles de radios y televisiones se disputaban metros de aparcamiento en la calle con las furgonetas de la policía nacional. Los periodistas habían tomado posiciones en la sala de prensa conectando sus portátiles y notebooks a través de servicio de Wifi.
Entre una maraña de cables y un bosque de trípodes, los operadores de cámara y los productores de las televisiones preparaban los directos de sus canales a solo unos metros de la monumental cabeza de Pablo Iglesias esculpida en piedra. Varios periodistas ensayaban por los pasillos lo que minutos después explicarían ante las cámaras sobre el inicio de la decisiva reunión. Los demás comentaban entre ellos algunas noticias o buscaban alguna fuente informativa que se prestara a hacer previsiones sobre el desenlace de la reunión. Uno de los reporteros llamó entonces a varios compañeros reclamando su atención al iPhone que tenía en la mano. "¡Mirad!", reclamaba entre divertido y mosqueado. "¿Veis esta foto de Zapatero charlando con los barones en la reunión? ¡La acaba de colgar Patxi López en su twitter!".
Sólo unos días después la reelegida presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, utilizaba la misma red social para dar la primicia de su nuevo Gobierno, en el que quedaba excluido a uno de sus más fervientes y polémicos consejeros en las anterior etapa, quizás el que más había dado la cara ante las críticas a su presidenta: Francisco Granados. La bomba informativa había estallado, pero en las redes sociales antes que en los medios de comunicación tradicionales.
¿Sobramos los periodistas?
Sí, al menos para muchos empresarios, que no contratan a los 5.500 periodistas que sufren actualmente el paro en España. No, desde luego para los periodistas, que denuncian el cada vez más agobiante intrusismo profesional. Esa es al menos la principal preocupación de los periodistas españoles en activo, que así lo han manifestado en la encuesta realizada para el Informe Anual de la Profesión Periodística 2010 -IAPP- de la Asociación de la Prensa de Madrid. Patxi López, Esperanza Aguirre o el candidato Alfredo Pérez Rubalcaba no serán unos intrusos en la profesión periodística pero se han dado cuenta que las redes sociales les conectan directamente con su público sin tener que hablar ante los periodistas.
Son solo unos ejemplos de políticos e instituciones españolas que utilizan el peculiar face to face electrónico para lanzar su mensaje y su imagen. Los blogs y las redes sociales aparentemente facilitan el trabajo a los periodistas. Ponen a disposición de todos las informaciones y las opiniones de los protagonistas de la noticia sin que haya que molestarse en buscarlas o en perseguir por los pasillos a los líderes. Pero el uso de las redes sociales por los líderes, partidos políticos o instituciones y empresas de todo tipo tiene sobre todo otra finalidad: no más información y sí mejor control.
Es lo mismo que en los actos de partido o de empresa en los que te lo dan todo hecho. No hace falta llevar cámaras ni siquiera acceder al recinto en el que tiene lugar el evento. Los profesionales son invitados/obligados a verlo por televisión, eso sí en el mismo edificio, unas plantas arriba o abajo, en que se celebran (debe ser para que no se quejen de lejanía). Solo podrán contemplar la señal y la realización que ejecuta el propio organizador.
El objetivo es tan nítido y tan claro como el de las ruedas de prensa en las que no se admite preguntas: se convoca a los informadores para que tomen nota de lo que se les quiere decir, pero evitando pronunciarse sobre lo que no quieren hablar. En este caso se les muestran las imágenes de lo que quieren que sea visto, pero evitando que miren donde no deben. Aquí chupan cámara solo quienes decide el realizador contratado por la organización, se excluye cualquier plano de un asistente determinado, no vaya a ser que sus gestos o expresión "puedan ser malinterpretados".
Si la propaganda sustituye a la información ¡claro que sobran los periodistas! La paradoja es que para tal finalidad no hacían faltan décadas de avances tecnológicos. La frustración es que Internet, las redes sociales y la infinidad de instrumentos electrónicos que nos llevan a casa información en vivo y en directo no se utilicen para enterrar para siempre jamás los viejos planteamientos del creador de la propaganda del III Reich, Joseph Goebbels. Casi medio siglo después y una revolución tecnológica de por medio todavía tiene vigencia la principal de sus genialidades: "Una mentira mil veces repetida… se transforma en verdad."
Existe y ya está entre nosotros
El reportero multimedia entra en todos los sitios arrastrando su trolley. Los vigilantes de seguridad de los ministerios, partidos políticos, sindicatos a los que suele acudir a hacer información ya le conocen y no se extrañan del pack de material electrónico que ven por el escáner cuando revisan la pequeña maleta con ruedas.
El reportero multimedia siempre corre. Primero entra en las reuniones con todos los gráficos, aunque él lleva dos cámaras. En los apenas dos minutos que dura el llamado mudo –posado no siempre silencioso de los protagonistas de la noticia para que la prensa obtenga de ellos imágenes- dispara varias veces con su cámara de fotos digital y luego, a toda pastilla, obtiene unos cuantos planos con su pequeña cámara de video broadcast. Cuando se cierran las puertas nuestro hombre sale a toda pastilla para coger el primer ascensor que le lleve a la zona donde aguarda la prensa. Tampoco allí pierde el tiempo. Del trolley saca su ordenador y procede a digitalizar todo lo captado. Primero transmite por Internet a su agencia de noticias las fotos del encuentro. Después utiliza un sencillo programa de edición para montar los planos y enviar por el mismo medio y también a la carrera, las colas, el equivalente a un minuto o minuto y medio de imágenes válidas para ser emitida por cualquier televisión que las quiera comprar. Inmediatamente después se permite un cierto relax, aunque no antes de conectar su cable en el distribuidor de sonido y montar la cámara en un pequeño trípode en el hueco que consigue hacerse entre los operadores de cámara "profesionales" de todas las televisiones.
Cuando los protagonistas de la noticia dan su rueda de prensa él ya está preparado. Una hora después mientras los demás periodistas, fotógrafos y operadores de cámara abandonan el lugar para dirigirse a sus redacciones nuestro reportero multimedia emprende una nueva carrera sin moverse del sitio. Primero selecciona de la grabación y corta los "totales", declaraciones de 20 ó 30 segundos, ¡nunca más!, que cree son más informativos y los envía por internet con toda celeridad. Finalmente oficiará de "plumilla" y redactará una crónica de no más de 700 palabras y la hará llegar a través de la red, como el resto de los contenidos, a su agencia de noticias.
"¿Quién da más?", le comenta entre admirado y socarrón algún compañero. "¡Calla, calla!", sonríe el reportero multimedia. "Al menos me libro de grabar una crónica para la radio… Claro que eso pasa ¡porque mi empresa aún no la tiene!".
Juan Varela, periodista y consultor de medios de comunicación detallaba en uno de los muchos artículos de su blog especializado Periodistas21 las condiciones que se van a exigir al plumilla de toda la vida para convertirse en moderno reportero multimedia siglo XXI: "Los medios y los periodistas pueden no ser creadores de tecnología, pero están obligados a ser usuarios expertos y asumir capacidad de ingeniería (uso práctico de la tecnología) si no quieren ser desbordados por el propio público".
Los expertos dicen que esta cualificación es insoslayable porque un hombre o una mujer armado solo con libreta y bolígrafo, o si se quiere con tablet, Smartphone y portátil, por muy de última generación que sea, no dejan de ser una antigualla. Sus empresas le piden hoy y le exigirán mañana un esfuerzo mucho mayor y bien distinto a los que está acostumbrado a realizar para conseguir una noticia. Un periodista experto, curtido en mil batallas informativas, poco vale si no se ha transformado mental y técnicamente. Su empeño debe ser "la generación, edición y explotación de contenidos multimedia a través de diversas plataformas", añade Varela.
Los reporteros multimedia van a pertenecer a "redacciones integradas y polivalentes que tratan de aprovechar las sinergias en la producción de contenidos informativos para distintos medios y distintos productos en una misma empresa." Los periodistas con futuro deben tener mayores capacidades y destrezas tecnológicas, aunque no deben olvidarse de las aún consideradas habilidades tradicionales del oficio, las que les llevan a descubrir y contar historias reales que interesen al público.
A los periodistas de siempre les preocupa muy mucho esta transformación aunque admiten que es irreversible. La mitad de los 1.000 periodistas en activo que han respondido a la encuesta de la Asociación de la Prensa de Madrid en 2010 consideran que el uso de Internet como vehículo de la información rápida para el ciudadano puede estar debilitando los valores fundamentales de la profesión. Una de las razones principales de este recelo es para el 56 por 100 de los que contestan que "existe demasiada presión para publicar con rapidez y no hay tiempo para comprobar los datos o profundizar". No resulta difícil suponer que opinarían sobre las dificultades que debe afrontar valores profesionales que puedan quedar dañados en su frenesí multitarea de nuestro brillante reportero multimedia para preservar los valores tradicionales de la profesión. Nuestro chico diez de informativos es una reconversión del tradicional chico para todo pero con alta cualificación tecnológica.
Eso lo saben bien los conocidos como periodistas de web, los que alimentan y actualizan la página de inicio y los principales contenidos de los medios informativos digitales 24 horas sobre 24. Y además tienen un empleo más precario. El Observatorio de la Crisis de la Asociación de la Prensa de Madrid -OCAPM- asegura que "el periodista web con un contenido multitarea y una nómina mileurista sufre unas condiciones laborales y salariales más precarias que el periodista tradicional". La multitarea de nuestro reportero multimedia en modo alguno supone un multisueldo, sino todo lo contrario.
En las redacciones tradicionales se ha instalado una peligrosa dualidad: los que cobran poco, sufren las condiciones laborales más precarias y se dedican a la web, y, los periodistas tradicionales, que aún conservan remuneraciones muchísimo más altas procedentes de antiguos convenios colectivos. La tendencia es la unificación a la baja. En el OCAPM lo ven muy claro: el objetivo en los convenios colectivos de los periódicos es "generalizar los sueldos del área web que tiene menores costes… la consolidación de la doble escala salarial acercará lentamente las remuneraciones de los medios tradicionales y los digitales".
Llama el indignado lector de provincias
"Cada vez que aquí entra una máquina nueva nos acaban obligando a cerrar una hora antes". El viejo redactor jefe se lamentaba que los avances tecnológicos solo servían para confeccionar el periódico en menos tiempo, no para lo contrario. Y a continuación nos ordenaba a los redactores más novatos que atendiéramos por teléfono la llamada del indignado "lector de provincias". Y su tradicional protesta: "oiga, ¿me puede usted explicar por qué en el periódico de esta mañana no he podido leer la crónica del partido que ganó ayer mi equipo fuera de casa? Llevo muchos años comprando su periódico y ¡esto es indígnate!".
Era misión casi imposible explicar al sufrido lector que la gran victoria futbolera del conjunto local se había producido una hora más tarde del cierre de la "edición de provincias", la que él podía comprar o a la que estaba suscrito, y que si no fuera por esa limitación horaria, que lamentablemente imposibilitaba recoger la crónica del partido, esa mañana se hubiera quedado sin leer además de esa noticia, que no figuraba en la sección de deportes, cualquiera otra de cualquier otra sección: simplemente el periódico no hubiera llegado al quiosco para la hora en la que acostumbraba a comprarlo. No lo entendía. Como tampoco hubiéramos entendido ninguno por entonces, ni el indignado lector de provincias, ni el redactor novato, ni el viejo redactor jefe, que no estaba lejano el periódico sin cierres y el lector con libre acceso a información ilimitada casi en vivo y en directo. Y casi siempre gratis.
Ni los más visionarios eran capaces de explicarnos que llegaría el día en que cualquier persona interesada en una noticia no tendría que esperar a escuchar el próximo boletín informativo radiofónico para conocerla, como tampoco debería aguardar al primer telediario para ver esas imágenes y, mucho menos, debería aplacar su sed de información hasta la llegada a los quioscos de la primera edición de los periódicos. Y da igual cual es la noticia de su interés: la reunión del Eurogrupo en Bruselas, el último ratio de la prima de riesgo, los ardides de Milosevic ante el Tribunal Penal Internacional, la búsqueda de fugas radioactivas en Fukushima o lo último sobre el posible fichaje del jugador de futbol Cesc Fábregas por el Barça.
No contábamos entre las expectativas laborales de quienes trabajábamos por aquel entonces en los periódicos que antes de jubilarnos en la profesión llegaría una época en la que tendríamos que actualizar las noticias veinticuatro horas al día y siete días por semana. En el periodismo que se hacía en España en el último cuarto del siglo pasado no se vislumbraban unos medios de comunicación que, apenas 30 años, después se han convertido en hipermercados de noticias que nunca cierran, a los que los ciudadanos pueden acudir sin moverse del sitio en el que se encuentren para leer, ver o escuchar la noticia que quieran y a la hora en que se les antoje. Porque ellos ya no aceptan límites.
Unas pocas décadas después, el hijo y el nieto de aquel "indignado lector de provincias", se enteran de cada gol que mete su equipo casi al instante porque le llega un sms al teléfono móvil, o leen la crónica del partido pocos minutos después de que éste haya acabado, siendo indiferente que se encuentre a miles de kilómetros de distancia del campo de juego. Poco tiempo mantendremos nuestro puesto de trabajo los periodistas si no hacemos posible que la información sea casi instantánea y esté siempre a tiro de cualquier instrumento electrónico de las TIC -tecnologías de la información- de uso doméstico.
Han pasado solo unas décadas pero los medios de comunicación han experimentado un avance de siglos. A veces el hermoso y estimulante oficio de buscar y contar noticias se reduce simplemente a una cuestión de llenar pulgadas: las 2" a 4" de los Smartphone, de 7" a 10" de las tablet, los 12" a 15" de los ordenadores portátiles o las entre 30" a 60" (o más) de un televisor de tecnología LED que se conecta a Internet. Lo que no esté escrito, grabado o diseñado para un display, monitor o pantalla quedará como una antigualla solo para nostálgicos. La información tiene que quedar al alcance un click o un touch; todo los demás rememora casi la tecnología de un tal Johannes Gutenberg, un visionario que ciertamente convulsionó la humanidad con su tecnología del tipo móvil, pero ¡a mediados del siglo XV!
Como nostálgico parece el debate que mantienen los periodistas españoles, junto a sus colegas de medio mundo, en torno a la valía de la información a la que se puede acceder en la red. Hay división de opiniones. Según la encuesta efectuada por la Asociación de la Prensa de Madrid para su último IAPP, el 33 por ciento de los periodistas cree en este soporte informativo a pies juntillas. Destacan que Internet fortalece los valores del periodismo pues incentiva la inmediatez y la actualización de las informaciones, logrando que el periodismo sea más accesible para los ciudadanos.
Los que ven el vaso medio lleno afirman además que la telemática facilita el trabajo de los periodistas y permite a las empresas informativas acceder a nuevos sectores de la audiencia. Buenas razones que rebaten hasta otro 32,3 por ciento de profesionales que piensan justo lo contrario. Aseguran que la red dificulta la diferenciación entre hechos, rumores y opiniones, así como fomenta la superficialidad en el tratamiento de los temas, además de un incremento de las trabas para filtrar convenientemente lo que se publica. El temor es que en el totum revolutum de la red el periodismo pierda su función de control social. Las tecnologías habrían logrado entonces acabar con la crítica de los medios, habrían conseguido lo que siempre intentaron e intentan los poderes políticos, económicos y hasta deportivos.
Entre el temor y la esperanza se mueve una clase profesional consciente de su pérdida de credibilidad y que sabe entonar el mea culpa. Datos recogidos para el IAPP indican que el 37,8 por 100 de los profesionales cree que la opinión que tiene la sociedad del oficio es mala o muy mala; el 50 por 100 cree que solamente regular y un exiguo 11,3 por 100 piensa que la imagen de los periodistas es buena o muy buena. La crónica rosa o social es considerada por el 83,4 por ciento de la profesión como la razón principal del descrédito de la profesión. Le siguen en importancia en este ranking de mala práctica profesional los reality shows que inciden en los aspectos más morbosos de la actualidad, un 64,5 por 100 y el partidismo y politización de los medios y periodistas, en un 42,4 por 100. En España no ha existido un periódico al que se le haya detectado una pésima praxis profesional como al "News of the World", pero sus deleznables y delictivas formas de obtener información aumentan las dudas sobre la ética de una profesión que no está en sus momentos más altos de prestigio ni en la sociedad española ni en la europea.
En la encuesta realizada para la IAPP de este año los ciudadanos consideran que el calificativo más apropiado para valorar la labor de los medios de comunicación española es de regular según el 46,5 por 100 de las respuestas obtenidas; de buena o muy buena en el 40,9 por 100 de los casos, mientras solo un 8,7 la considera mala o muy mala.
El inevitable soporte electrónico
Sea o no un periodismo más accesible, como afirman muchos profesionales, o resulte o no más superficial, como aseveran sus detractores, lo cierto es que las noticias ya nunca abandonarán el soporte electrónico. Los países del mundo donde el negocio de la comunicación está más desarrollado marcan la tendencia. Según Wikipedia, en 2009 se hizo una encuesta online en Estados Unidos pidiendo a 3.300 ciudadanos de más de 15 años que señalaran cuál sería el medio utilizarían para obtener información si tuvieran que escoger solo uno entre todos los posibles. El 56 por 100 eligió Internet, mientras que el 21 por 100 se decantaban por la televisión y solo el 10 por 100 mostraban sus preferencias por la radio o los periódicos. Sirva de complemento a este estudio otro sondeo realizado para el prestigioso informe anual The State of the News Media -TSNM- en su edición de 2010. Un 47 por ciento de los ciudadanos de Estados Unidos aseguraba por aquel entonces que recibía noticias en sus dispositivos móviles tales como teléfonos o tablets.
En un intento por llegar a tiempo en el mercado nacional, en un esfuerzo más porque el gratis total de la red no acabe con sus periódicos impresos, varios grupos de comunicación españoles han creado dos plataformas de quioscos digitales. Dicen haber aprendido la lección, que se quieren asomar a todas las ventanas del mercado de las telecomunicaciones.
"El periódico de papel se puede ya consultar, en el mismo formato, a través de los dispositivos electrónicos. Los lectores habituados a las columnas no encontrarán diferencia con un ejemplar impreso. Las páginas se adaptan a la pantalla electrónica, a través de la cual los lectores pueden ampliar el tamaño de la letra a su gusto, navegar por las distintas secciones del periódico, detenerse en un artículo, compartirlo en las redes sociales, enviarlo por correo electrónico o imprimirlo gracias a una red Wifi". Así reza el reclamo publicitario de "Kiosko y más", liderada por tres de los periódicos de más prestigio como "El País", "ABC", "La Vanguardia" más 30 diarios regionales y deportivos además 60 revistas. Enfrente y con las mismas pretensiones de negocio y subsistencia otro grupo, Orbyt, nucleado en torno al periódico de información general "El Mundo", el diario deportivo "Marca" y el económico "Expansión". Los dos intentan dar un salto tecnológico en su apuesta por adaptarse a los retos del futuro. Intentan sacudirse la ruina que amenaza al futuro de la prensa escrita, el sector de referencia en el periodismo nacional. Son las dos son las fórmulas españolas para competir con las aplicaciones propias de Apple, con Yahoo Livestand y Google Newsstand, de reciente irrupción en un mercado aún en configuración. También empezar a deshacerse de la crisis.
La difusión de la prensa diaria en España no ha dejado de caer en los últimos 10 años. Según el IAPP entre el año 2000 y el 2009 han registrado continuamente en sus ventas. Si en 2000 la difusión de la prensa española era de 4.231.219 ejemplares, 104,5 ejemplares por cada 1.000 habitantes en 2009 esta bajaba en 377.221 ejemplares menos, y el ratio por cada 1000 habitantes descendía al 82,4.
La caída imparable de la prensa escrita supone bastante más que un amenaza al negocio de los editores, la pérdida de miles y miles de puestos de trabajo -durante la crisis las plantillas se han reducido un 20 por 100- y el riesgo de desaparición de muchas cabeceras tradicionales. El papel ha sido hasta hoy la referencia profesional, tras la cual se mueve la radio, la televisión o, incluso, Internet.
La prensa impresa mantenía el mayor prestigio. A ella se le suponen las informaciones más trabajadas, procedentes de las más solventes fuentes informativas, las que supuestamente están dotadas de mayor fiabilidad. Por lo general los demás medios, periódicos digitales, radios y televisiones están fuertemente influenciados en su trabajo informativo por lo que se publica en los periódicos. En base a ellos se elaboran las agendas del día. El temor es que si se pierde este referente en el maremágnum de la red, si las nuevas tecnologías diluyen el rigor informativo y los valores éticos para la obtención y transmisión de las noticias tradicionales entonces triunfará el todo vale para hacer información.
El éxito de los quioscos digitales sería una forma feliz de aprovechar el vuelco del papel a la red, el momento en que serán más los ciudadanos que acudan a Internet para informarse que los que utilicen el periódico impreso con la misma finalidad. Puede estar a la vuelta de la esquina. Se ha dado ya en Estados Unidos. Indica el último informe TSNM publicado que en el año 2010 eran ya más los estadounidenses que se informaban por internet, 41 por ciento, que los que lo hacían leyendo los periódicos, 40 por ciento. Y en España la progresión de la red como medio al que acuden los ciudadanos para informarse ha sido espectacular. En 2008 era solo del 18,5 por ciento de los consumidores de noticias quienes la utilizaban. En 2009 el porcentaje llegaba ya al 25,2 por 100. Y en solo un año, 2010, el porcentaje ha crecido casi doce puntos.
"¿Sabe usted algo del señor Juan?"
El quiosquero lleva toda la vida en el barrio y ha superado con mucho la edad de jubilación. Pero como él dice, los periódicos y las revistas son su vida. "¿Qué iba yo a hacer si no?". Conoce a todos los vecinos del barrio y todos los vecinos le conocen y le consideran uno más entre ellos, aunque viva bastante lejos y se traslade hasta allí todas las mañanas muy temprano, para abrir el pequeño puesto que le da de comer. Le preocupa que a uno de sus clientes de siempre le haya pasado algo. Porque con sol o con nieve, caigan o no chuzos de punta, el "señor Juan", un octogenario que vive unas calles más arriba, acude todas las mañanas a comprar su periódico, justo después de hacerse con su barra de pan en una pequeña tiendecita de la acera de enfrente, también de las de todas la vida. Y lo que ocurre es que el quiosquero lleva ya varios días sin ver al vecino y cliente, uno de los que nunca fallan.
Hay quien exagera y piensa que en unos años la venta de noticias impresas en papel empezará a desaparecer, casi al mismo ritmo en que vayan abandonando este mundo los clientes de toda la vida, "los señores Juan" que echan parte del día entre la compra y la lectura reposada de su periódico de siempre o los que incluyen en su jornada laboral la consulta de los periódicos que o compran directamente o le son suministrados por las empresas en las que trabajan. Forma parte de su costumbre y de su cultura.
Los quiosqueros de toda la vida en no confían para el futuro de negocio se en los chavales y los jóvenes a los que encuentra por los bares y establecimientos de juego de los barrios. Este segmento de la población tiene otra cultura y otras costumbres para obtener información basada en los teléfonos móviles o en los ordenadores. Los más jóvenes no han comprado un periódico en su vida y se nutren de aquello que pueden conseguir activando con la yema de unos cuantos dedos de la mano sus artilugios electrónicos.
La segunda oleada de Estudio General de Medios -EGM- de este año ha vuelto a evaluar el número de lectores de diarios situándolo por debajo de los 15 millones, lo que significa una audiencia inferior al 38 por 100. Son magnitudes similares a las de principio de siglo, cuando se produjo un nuevo crecimiento. El problema es que intentar crecer parece misión imposible. Frente a esos 15 millones de fieles al papel impreso hay 16,4 millones de ciudadanos que utilizan habitualmente Internet. Y muchos de ellos navegan por la red también para informarse.
La encuesta realizada para el IAPP de este año es elocuente. En 2010 el 37 por 100 de los consumidores de noticias en España se informaba diariamente a través de internet. Están ya a un tiro de piedra de los lectores de periódicos, puesto que, según el mismo sondeo, los españoles que usan el diario convencional como soporte informativo son el 43,7 por ciento, mientras la televisión mantiene su hegemonía con el 83,3 por 100 y la radio se queda con un 43,2. ¿Hay límites en la escalada de la red?
Los publicitarios españoles llevan años observando el fenómeno para orientar sus estrategias. Pese a la reducción de sus inversiones en más de un 30 por ciento durante los años más negros de la crisis -2008 y 2009- siempre supieron distinguir entre los medios convencionales, que soportaron las caídas más fuertes de inversión, y la red, en irrefrenable crecimiento. Aunque todos los datos indican que el mercado publicitario se estabilizó en 2010, con levísimos crecimientos en las inversiones en medios, la tendencia sigue siendo la misma: Internet sigue absorbiendo más publicidad mientras decaen los ingresos en los medios convencionales.
Según informaciones de Infoadex, la mayor base de datos sobre publicidad en España, durante el primer trimestre de 2011 la inversión publicitaria en los medios convencionales ha experimentado una caída del 1 por ciento, situándose en los 1.169,8 millones de euros, en comparación con los 1.181,2 millones registrados durante el mismo periodo del pasado año 2010. Mientras los diarios experimentaban un descenso de ingresos del 10,2 por 100 o la televisión debía conformarse con un leve crecimiento del 0,9 por 100, internet se muestra imparable, con un alza del 18,5. Aunque hay que precisar que sus cifras son pequeñas comparadas con los medios convencionales y sobrepasan levemente los 71 millones de euros.
Los norteamericanos parecen indicar también el camino de la publicidad. Dice el ya mencionado informe TSNM que 2010 ha sido el primer año en el que el papel impreso perdió la pole position: la publicidad on line alcanzó 25,8 mil millones de dólares, sobrepasando las inversiones realizadas en los periódicos. Los medios informativos digitales de Estados Unidos no solo tienen más lectores que la prensa escrita sino también más publicidad que los rotativos.
El analista de medios de comunicación y blogger de Periodistas21 es taxativo en su análisis de futuro de los periódicos impresos: "Cuando la economía vuelva a remontar, el escenario de difusión y negocio para los diarios será completamente diferente al de épocas anteriores." Sin duda que algunas cabeceras tradicionales se quedarán en el camino. Los expertos aseguran que quedarán solo aquellas que sepan adaptarse eliminando los contenidos que ya proporcionan las web de forma mucho más rápida y gratuita. Y recomiendan análisis y especialización en sus informaciones. Lectores de periódicos habrá siempre, aunque cada vez serán menos decisivos para el negocio de los media. El diagnóstico es claro: al final solo importa el contenido de calidad, independientemente del soporte.
Unos fanáticos de las TIC
Según el último informe del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información -ONTSI- referido al tercer trimestre de 2010, casi 32 millones de nosotros utilizamos teléfonos móviles -y no son pocos los que llevan encima más de uno-. El ordenador está presente en 9,5 millones de viviendas, lo que significa el 68 por ciento de los hogares. Tres de cada diez ciudadanos utilizan un ordenador portátil. Más de 25 millones de españoles son usuarios de internet, lo que significa más de 6 de cada diez ciudadanos mayores de 15 años de edad. Y además dos de cada tres usuarios navega todos los días del año.
Los españoles nos hemos acostumbrado a utilizar las tecnologías de la información -TIC- en nuestra vida diaria. Con semejante poderío tecnológico los consumidores de noticias se han sublevado y han pasado a la acción. En la segunda década del siglo XXI el llamado cuarto poder está herido de muerte. Fin a esa autoridad que durante siglos ha ejercido esta profesión aprovechando su tradicional labor de intermediación entre la noticia, los protagonistas de la noticia y el público.
Entre los indignados del 15M hay muchos, muchísimos lectores, televidentes y radioyentes que identifican a los medios de información y a los periodistas con el poder. Están hartos de recibir pasivamente la información que les queremos ofrecer, nuestra información, y reclaman y están obteniendo acceso directo a las noticias que les interesa, que no siempre son las que les suministramos. Las herramientas digitales de las que han dotados en sus casas o que llevan en sus bolsillos así se lo permiten. Internet les da la posibilidad de obtener información por su cuenta. No se sienten satisfechos por los medios tradicionales. Y los espacios digitales de todos los medios informativos del mundo no dejan de ocupar unos cuantos millones webs más entre las más de 6.000 millones existentes.
Las cuentas de Facebook o las de Twitter, especialmente las de los amigos, aumentan la oferta informativa. En ellas cuelgan también sus propias noticias. El lector digital quiere hacerse oír y emitir su opinión sobre todo lo que se publica. Con el link "comente esta noticia" los medios digitales han abierto una puerta a la participación de los lectores. Una oleada de opiniones, en la mayoría de los casos de seres anónimos, ha invadido los digitales. Sus comentarios empiezan a ser más seguidos que los artículos de opinión o los editoriales colgados en las web de los medios de comunicación.
Los consumidores de noticias más exigentes utilizan a tope su capacidad de elección. Son quienes determinan cuáles son las noticias que interesan y ya casi da igual que los profesionales hagan más grandes o pequeños o coloquen una noticia por delante de la otra. Cada vez va a sonar menos el ruido que hagamos los medios de comunicación. Basta con entrar en cualquier periódico digital que ofrezca relación de las noticias más leídas. Ni la mitad de ellas coinciden con las que están más destacadas en la página de inicio.
Los más jóvenes tienen su propia red de intereses. Las redes sociales que dieron el triunfo a Barak Obama, promovieron las revueltas en los países árabes que van a cambiar la historia del Islam o montaron las descomunales acampadas del 15M en España forman la comunidad habitual de nuestros más exigentes clientes.
En el mundo hay 600 millones de usuarios de Facebook y 200 de Twitter. Los españoles somos miembros activos. Según Facebook España en el junio de 2011 disponen de 14,3 millones de usuarios en nuestro país, mientras Twitter se limita de momento a 2,8 millones de usuarios. Son el mercado virtual más grande de consumo selectivo y gratuito de información. Entre ellos deciden que noticias hay que seguir. Y muchas de ellas son de elaboración propia. Se retroalimentan. En sus cuentas se valoran noticias, se recomiendan artículos periodísticos, imágenes de acontecimientos colgadas en Youtube que no hay que perderse, cortes y totales de voz de líderes o celebrities de obligada escucha, imágenes de la noticia que deben guardarse. Y también se descartan como bazofia cientos, miles, millones de informaciones con las que los periodistas hemos abierto telediarios o confeccionado las primeras páginas de muchos periódicos. Determinadas portales son rankings de informaciones periodísticas elaborados por los internautas según sus propios criterios. En las notas que acompañan a sus votaciones explican las razones por las que recomiendan a los demás su lectura.
"Había que dar salida a todos los amiguetes, pagar favores recibidos… y son muchos" comenta el primero de los internautas de estas webs que eleva a categoría de noticia más importante del momento una entrevista publicada por "La Voz de Galicia" con el director de contenidos de "Digital +" titulada "El apagón analógico en España ha sido una auténtico disparate." Justo en ese momento todos los digitales de los periódicos nacionales coincidían en abrir sus páginas de inicio con la noticia de la dimisión de John Yates, número dos de Scotland Yard, por el escándalo de las escuchas en el Reino Unido a causa de las malas prácticas profesionales de un periódico del magnate Rupert Murdoch.
Algunos profesores de las facultades de Ciencias de la información confiesan que deben esforzarse mucho para convencer a los futuros periodistas de que los criterios para determinar la importancia y el interés de una noticia no están en la red sino en la actualidad. Su primera lección es que informativos son antes reales los acontecimientos que virtuales. Y que los métodos para elaborarlas deben responder a los principios tradicionales de objetividad, imparcialidad, contrastar fuentes, obviar valoraciones personales, utilizar un lenguaje cuidado, gramaticalmente correcto y directo. Pero los alumnos siguen prefiriendo conectándose a Internet o entrar en Facebook o Twitter antes que leer los periódicos o seguir los noticiarios de radio y televisión. Muchos de ellos reconocen que no han comprado un periódico en su vida y no parecen demasiado animados a hacerlo. Aunque los periódicos gratuitos de amplia difusión parece que llenan muchas de sus carencias en prensa escrita.
La historia de ésta década será la de la adaptación de los periodistas y de las empresas y los empresarios de la información a su nuevo rol como simples transmisores de noticias. Y como manipuladores de nuevas tecnologías en dura competencia con las empresas telemáticas. Lo tendrán que hacer tras una durísima crisis económica que está acabando con decenas de miles de puestos de trabajo y miles de empresas. Porque ya nada será igual que antes.
Tres batallas para ganar el futuro
Primera: periodista versus informador espontáneo o anónimo. Segunda: No toda información es realmente una noticia. Tercera: periodismo versus imposiciones tecnológicas.
Las empresas informativas deberán librar una cruenta pelea con las empresas de tecnología que intentarán, si es que no lo están empezando a conseguir, adueñarse de la información y hacerla a su modo y manera. Al fin y al cabo una noticia, escrita, locutada o plasmada en imágenes no deja de ser un contenido más a disposición de las empresas TIC, un simple archivo de datos, un resultado entre millones obtenido por un buscador como Google o Mozzilla. Igual da que se trate de un artículo del premio Nobel Mario Vargas Llosa, el último reportaje premiado con el Ortega y Gasset o el Luca de Tema, el artículo en el que un todopoderoso editor quiera hacer caer al presidente del Gobierno, la imagen principal del último World Press Photo, el video del tsunami que arrasó Japón y nos ha dejado quien sabe si para siglos los efectos de la catástrofe de Fukushima o el sonido del sí quiero de Alberto de Mónaco a Charlene Wittstock. Son contenidos, archivos de datos, unos cuantos links más entre los miles de millones de resultados que se encuentran en apenas segundos a golpe de click o tocando en la pantalla táctil a través de un buscador en la red.
Dicho en palabras del consultor Juan Valera en el acreditado blog Periodistas21: "Los medios deben ser también empresas tecnológicas si no quieren que las empresas tecnológicas se hagan dueñas de la información y la comunicación, como está ocurriendo. El problema no es la sustitución, que sería irrelevante, sino el abandono de los criterios tradicionales del periodismo –por mucho que hayan sido maltratados por los propios medios y periodistas- y su sustitución por una cultura de la información estrictamente utilitaria y comercial".
Los periodistas tendremos que aprender a pelear con una nueva y dura competencia: la de los ciudadanos que elaboran sus propias noticias desde las redes sociales o las cuelgan en la red en un totum revolutum en el que resulta casi imposible distinguir hechos de comentarios, impresiones de situaciones reales, fobias o filias de opiniones argumentadas. Las noticias de las no noticias.
Queda por realizar el estudio sobre las informaciones falsas que circulan por Internet. Dará sin duda para muchas tesis doctorales. La última perla de los infundios informativos es bien reciente. Durante minutos el diario sensacionalista británico The Sun daba por muerto en su edición digital a Murdoch. "Rupert Murdoch, el controvertido magnate de los medios fue encontrado muerto, según cierta información, en su jardín", decía la publicación. Los hackers Lulz Security se atribuyeron el ataque vía Twitter y anunciaron que seguirá infiltrándose en otros portales: "Tomamos posesión del The Sun/News of the World -y agregó- esto no es más que la fase 1: ya verán cómo Lulz atacará en los día venideros".
No hace falta ser hacker ni invadir portales ajenos para colgar falsas noticias en la red. El problema es que las no noticias pueden tener igual o más audiencia que las reales. O los periodistas nos distinguimos ante el público por la veracidad incuestionable de nuestra informaciones o tendremos mala salida ante los informadores improvisados y muchas veces anónimos.
Hay también otro grupo de personas, que tiende a crecer peligrosamente, a los que les basta para estar informados con entrar en los blogs o las cuentas de los amigos y conocidos en las redes sociales. De nosotros depende que se impongan la profesionalidad y el rigor. Habrá que desarrollar toda nuestra capacidad de convicción para hacerles ver que cualquier información a la que pueda acceder no es realmente una noticia fiable. Asegurarles que, en medio de los intereses políticos o económicos, los profesionales de la información y nuestros medios seremos los únicos que garantes de que los datos de una noticia sean objetivos o estén debidamente contrastados. También de que las opiniones que se reflejan en las informaciones corresponden a todos los puntos de vista posibles entre los afectados por el acontecimiento que merece su atención.
Desde un punto de vista social deberemos fijar nuestras informaciones sobre los problemas que viven todos los días los ciudadanos, los trabajadores, los parados, los pequeños y medianos empresarios o los autónomos por encima de los asuntos que interesan más a los políticos a las grandes empresas o a las instituciones financieras.
Sea cual sea el soporte que utilicen, los informadores deberán permanecer críticos con los poderes establecidos pero desde posiciones no partidistas. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad indeclinable en promover el debate en la sociedad en torno a asuntos de interés general difundiendo noticias, opiniones plurales, análisis bien estructurados y fundamentados en los que no debe faltar ningún elemento de juicio para que los ciudadanos puedan formar su propio criterio. Tampoco deben intentar suplantar la opinión plural de los ciudadanos.
Los medios de comunicación tradicionales, los de toda la vida, deben empezar por reconocer sus errores: la soberbia, mientras imponían su monopolio informativo; su excesiva acomodación con los poderes políticos y económicos; el descuido o la parcialidad en muchas informaciones; las carencias técnicas; la falta de anticipación ante la revolución social que han impuesto las nuevas tecnologías.
La única forma de alcanzar la nueva década será utilizar esas tecnologías para ponerse al lado de la sociedad. Los ciudadanos van a querer saber siempre lo que pasa y debemos esforzarnos en que confíen en los informadores y los medios de comunicación para entenderlo.
(*) Luis Peiro es periodista. Es delegado en Madrid de Televisión de Castilla-La Mancha y fue director de la revista Cambio 16