El crecimiento económico mundial se redujo de manera intensa durante los últimos trimestres de 2011, como resultado de una Europa que se resiente por la persistencia de las tensiones financieras, y de unas economías emergentes que llevan a cabo políticas más restrictivas diseñadas para evitar su sobrecalentamiento.
Pese a ello, se seguirá observando un dinamismo relevante en estas últimas y, por tanto, la economía mundial seguirá mostrando un crecimiento sólido, en el entorno del 3,5%. No obstante, los riesgos sobre el comportamiento de la economía europea se han incrementado, debido, en primer lugar, a la incertidumbre sobre la efectividad de los mecanismos de defensa constituidos para los soberanos europeos; en segundo lugar, a las dudas sobre el crecimiento ante una agenda de reformas estructurales con un impacto incierto en el corto plazo y un proceso de consolidación fiscal procíclico; y en tercer lugar, a la falta de nuevos avances significativos en la gobernanza europea.
Todo ello ha supuesto que, en la fecha de cierre de esta publicación, la incertidumbre se encuentre en máximos, afectando especialmente a las economías europeas y, en concreto, a las periféricas de este continente. A la incertidumbre externa, la economía española debe sumar la corrección en marcha de sus desequilibrios estructurales, además del impacto coyuntural relacionado con la caída de la confianza, la desaceleración del crecimiento de las exportaciones, la expectativa de un ajuste fiscal más intenso en 2012 como consecuencia del incumplimiento de los objetivos fiscales en 2011 o el deterioro de la actividad y, especialmente, del empleo.
Así, en 2011 la economía española logró un crecimiento anual promedio del 0,7%, pero durante 2012 sufrirá una contracción del 1,3%. En el corto plazo, el debate con mayor relevancia es el de la financiación necesaria para llevar adelante el proceso de recapitalización de una parte del sector financiero español. Al respecto, España y el Eurogrupo han acordado un programa de asistencia financia que podría llegar a alcanzar hasta los 100 mM€.
Este acuerdo despeja varias incertidumbres ya que se anticipa a los resultados que vendrán por parte de los evaluadores independientes respecto a las necesidades de capital del sector, establece una cantidad de recursos suficientemente holgada como para afrontar el potencial coste de esta fase definitiva del proceso, y le otorga una mayor credibilidad. No obstante, el papel del Estado como intermediario en el proceso implica que no se rompe el circulo vicioso entre la deuda de las entidades financieras y la deuda soberana.
En este contexto, la eurozona sigue pendiente del diseño de una hoja de ruta clara a medio y largo plazo, que sirva para avanzar hacia una mayor integración fiscal, financiera y económica. Por tanto, la credibilidad y la potencia de las reformas en marcha serán clave para poder cambiar hacia mejor el actual escenario macroeconómico. En la medida en que estas reformas sean percibidas como cambios estructurales positivos, podrían facilitar que la recuperación futura sea más potente y sostenible.
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