Desde el principio de la guerra interna del Partido Popular, sus dos expresidentes han trabajado en la sombra. José María Aznar apoyando a Pablo Casado, Mariano Rajoy haciendo lo propio con Soraya Sáenz de Santamaría. Huérfana de esos apoyos, María Dolores de Cospedal
El primero lo ha hecho desde Faes y sus relaciones económicas y sociales; el segundo con todo el antiguo equipo de Moncloa. Siguen en las mismas. Y así hasta el mismo momento de la votación el día 21. Lista de compromisarios por medio, llamadas uno a uno, recuento y presiones de todo tipo.
Si Santamaría y Casado quieren ganar tendrán que conseguir 1550 votos. Las cuentas de la exvicepresdidenta la llevan a decir que superará por ochocientos apoyos a su rival. Esas mismas cuentas, en el otro bando, les llevan a pensar que contarán con una ventaja de quinientos. No hay dos modelos de partido en juego. El poder en su forma más descarnada y primitiva. Una y otro han llamado varias veces a la que fue tercera en discordia para ofrecerle “lo que quieras para tí y los tuyos”.
Para la ex de Defensa solo hay un objetivo: tratar de impedir a toda costa que su colega en la abogacía del Estado triunfe y sea la sucesora de Rajoy, al que acusa en haberla engañado tres veces: la primera, antes de presentarse como candidata, cuando le preguntó por su neutralidad; la segunda cuando, tras recibir varias llamadas de dirigentes del partido a los que habrían llamado en nombre del ex presidente para solicitar su apoyo público a Soraya, le preguntó por ese indirecto respaldo al antiguo equipo de Moncloa; y la tercera para preguntarle de forma directa por las acciones que estaban llevando a cabo Javier Arenas, José Luís Ayllón, Fernando Martínez Maillo y las dos mujeres más próximas a Rajoy durante su estancia en La Moncloa, su secretaria personal, Ketty Satrústegui, y su superdirectora de comunicación, Carmen Martínez Castro.
Sin ideología que les enfrente - entre el liberalismo y la socialdemocracia -puede que sean los apoyos religiosos los que determinen el final amargo o feliz de la contienda. A un lado está la democracia cristiana de toda la vida, la que representan Arenas y el actual presidente de la Comisión Organizadora, Luís de Grandes. Al otro el OPUS y los Legionarios de Cristo, que estarían más cercanos a Pablo Casado y a la familia Aznar-Botella. Esa división en el PP es la misma que se da en la jerarquía eclesiástica española, de ahí que la aproximación a la Conferencia Episcopal o al Vaticano tengan en estos momentos una gran importancia. Para algunos su voto será una cuestión de fé.