Errejón y la que aparece como su gran “protectora” han echado más madera a esa hoguera de las vanidades en la que están ardiendo los dirigentes de Podemos y por extensión en IU
Alcaldesa y ex número dos de Podemos juntan fuerzas contra la pareja reinante en el partido, Pablo Iglesias e Irene Montero, y la guardia pretoriana que les acompaña. Si el primer ataque lo protagonizó Manuela Carmena apoyada por sus seis concejales disidentes; ahora lo ha hecho Iñigo Errejón apoyada en la distancia por los antiguos y purgados compañeros, desde Pablo Bustinduy a Tania Sánchez.
La historia es tan vieja y poco original que merece ser contada desde sus vertientes cinematográficas y literarias. Ni Groucho Marx gritó subido en la locomotora del tren cinematográfico que les llevaba al oeste aquello de “más madera, es la guerra”; ni José Zorilla o Tirso de Molina dejaron escrito en los diálogos entre los dos fanfarrones que eran don Juan y Luís Mejias la frase “lo muertos que vos matais gozan de buena salud”. Don mentiras que llevan a dos verdades de ayer y de hoy, sobre todo cuando se intenta entender lo que ocurre en política y entre los políticos.
Errejón y la que aparece como su gran “protectora” han echado más madera a esa hoguera de las vanidades en la que están ardiendo los dirigentes de Podemos. Sus compañeros que llevan las riendas del partido en Madrid querían imponerle una lista electoral, en la que se repartían los puestos con la Izquierda Unida de Alberto Garzón. Y sin pensarlo dos veces ha cambiado hasta de nombre, con gran contento por parte del grupo de la alcaldesa. Todo o nada para los “rebeldes”. O “Más Madrid” o división y segura derrota. Hasta aquí el homenaje al gran Groucho, pese a que no fuera el autor de la frase.
Recurramos a la tantas veces proclamada capacidad intelectual y académica de los protagonistas para justificar el adelanto literario de los zombis, que se atribuye tanto al religioso mercedario que oraba como Gabriel Tellez y escribía como Tirso de Molina, como al poeta vallisoletano que aprovechó los rescoldos del barroquismo español para convertir a un juerguista sin muchos escrúpulos en el ejemplo de macho hispánico que ha llegado hasta nosotros, con permiso del doctor Marañón y su análisis de la supuesta y escondida homosexualidad del personaje literario.
El hombre que organizó a Podemos mientras Pablo Iglesias se paseaba por Europa defendiendo el origen asambleario y democrático del partido se convirtió, queriendo o sin querer, en el ala conservadora del mismo, la menos rupturista, la más dispuesta a negociar y pactar con el PSOE, la que más quería alejarse de Izquierda Unida y el origen común de muchos de sus dirigentes.
En dos años, los que van de junio de 2015 a febrero de 2017, Pablo e Iñigo, los dos amigos, los dos compañeros de Universidad, el uno y el dos del “asalto a los cielos” de la izquierda española, rompieron con todo lo que les unía, desde el grupo de amigos, a las novias que tenían, a las casas en las que vivían. Junto a los planteamientos ideológicos y las visiones del futuro aparecieron los “amigos” bienintencionados, los seguidores fieles hasta la muerte ( del otro ) y apareció el poder que dan los cargos, ya sean en forma de escaño en el Congreso o en la Asamblea de Madrid o en forma de concejalías en el Ayuntamiento de la Capital del Reino.
Errejón se escondió a la espera de la convocatoria electoral de este próximo mayo con la seguridad de que la candidatura autonómica era su propio premio de consolidación ante el avance imparable de Irene Montero, Rafa Mayoral y Ramón Espinar. Sabía que tendría que negociar pero al ver el éxito del movimiento de Manuela Carmena con Rita Maestre y su grupo de concejales parece que ha decidido que mejor copiar la iniciativa en torno a nombre y lista electoral, que enfrentarse a un más que seguro fracaso.
Y la historia sigue recurriendo a la verdad histórica: los muertos con buena salud aparecen en 1644 en “El Mentiroso”, obra de Pierre Corneille, quien de protegido del cardenal Richelieu pasó a terminar sus días pidiendo socorro económico a Luís XIV, que se lo asignó desde el erario real. Lo bueno de la enfermedad de la ignorancia es que a veces se cura leyendo.