Fortuna es una diosa caprichosa que suele preferir a los ricos sobre todo cuando de futbol se trata. En Valladolid, a los dieciocho minutos los pucelanos podían haber conseguido tres goles. Desperdiciaron un claro penalty y luego el VAR les anuló otros dos. El premio del “cuarto” lo tiró su portero por el desagüe.
Este Madrid que se va a pasar tres meses defendiendo un tercer puesto que le permita jugar la Champion es un desastre sin paliativos por más que futbolistas como Modric, Benzema y Reguillón se empeñen en lo contrario.
El resultado final es un engaño de la perversa Fortuna. Pudo ser al revés y hubiera sido tan justo como terminó siendo el 1-4 que se llevaron los blancos. El equipo de ese vanidoso que es Santiago Solari es difícil que hubiera levantado un cuatro a cero que es lo que el conjunto de Sergio García acarició con las dos manos.
Florentino Pérez sentado al lado de Ronaldo, en su condición de presidente del Valladolid, va a terminar con cardiopatías agudas si los blancos se empeñan en jugar tan mal y tan desorientados. Hasta han perdido ese “señorío” del que antes presumian. ¿Cómo se pueden cambiar a dos jugadores en el minuto 899 cuando vas ganando con enorme diferencia y es prácticamente imposible que tu adversario pueda cambiar el resultado?. Solari lo hizo y se quedó tan tranquilo. Día a día deja al club en peor situación.
No tiene nada que hacer en ninguna de las tres competiciones en las que pretendía llevarse todo. No tiene vestuario pues lo ha dinamitado. No tiene la confianza de los jugadores. No tiene la confianza de la directiva. No tiene la confianza del presidente. Y se aferra a su puesto a la espera de varios milagros o, tal vez, a la espera de un finiquito jugoso. Astuto como es el argentino sabe que es muy difícil entontrar a estas alturas de la compatición un entrenador que se haga cargo de la ruína que le va a dejar. Y cada semana que pasa es una semana más que corre a favor de su bolsillo.
El teléfono de mister Pérez no deja de llamar y encontrarse con los silencios o las ambiciones. Silencios de los que él quiere para el banquillo y para reconstruir un equipo, y ambiciones de los que aspiran a aprovechar la hecatombe para probar suerte y hacer caja, que eso en el Madrid siempre es una apuesta segura.