Pedro Sánchez ha decidido hacer lo contrario de lo que pergeñó Mariano Rajoy tras las elecciones de 2016: ha aceptado a la primera la petición de Felipe VI de que trate de formar gobierno, cosa que él tratará de llevar a cabo "cuanto antes". Este "cuanto antes" es el matiz que llevará a que el líder socialista alargue las negociaciones con los demás grupos al menos durante un mes hasta llevarles a la misma conclusión a la que llegó Rajoy por el camino contrario: o me votáis a mi o habrá nuevas elecciones.
Pedro Sánchez ha resumido la situación con una frase: "O PSOE o PSOE", no hay otra salida porque los votos de los tres partidos de la derecha, 149, no valen para competir. Rajoy con sus 132 diputados de 2016 no aceptó presentarse a la investidura hasta que los socialistas aceptaron -tras echar a Pedro Sánchez y colocar una gestora- abstenerse para hacer posible el gobierno del PP.
Pablo Casado (PP) lo sabe y por eso parece dispuesto a permitir que los diputados populares navarros acaben haciendo posible la investidura de Sánchez a cambio de un pacto para que Navarra Suma se haga cargo de esa comunidad. Mejor obtener algo a cambio que tener que abstenerse finalmente por nada como hicieron los socialistas con Rajoy.
El único que parece querer jugar a una repetición electoral es Albert Rivera que ha vuelto a negar voto o abstención al PSOE instando a Sánchez a que consiga su investidura con "sus socios independentistas". Es una aceptación de que "cuanto peor, mejor para mi".
Si tras las elecciones de diciembre de 2015, Rivera apostó por el centro y su alianza con Pedro Sánchez, ahora su decisión es totalmente la contraria: frente al PSOE y alianzas con el PP con la intención de fagocitarle. Los únicos que pueden hacerle cambiar de estrategia son los de Vox si finalmente deciden negar el voto al PP y a C's para que gobiernen en comunidades y municipios. En ese caso Rivera se quedaría sin nada, aunque también pagaría los platos rotos el PP.
Peor lo tiene Pablo Iglesias que tiró las campanas al vuelo tras su semifracaso del 28 de abril creyendo que sus 42 diputados (contando a En Comú) le daban la seguridad de entrar en el siguiente gobierno de Sánchez. Fue su apuesta en la campaña electoral que muchos de los militantes socialistas hicieron suya en la noche de los resultados cuando le pidieron a Sánchez que no pactara con Ciudadanos, sino con Podemos. Los resultados de las autonomías y municipales del 26 de mayo han dado un duro golpe a la alianza gubernamental de PSOE y Podemos. Hoy por hoy, Sánchez solo contempla un gobierno socialista aunque a lo mejor consulta el nombre de algún ministro con Iglesias.
Iglesias solo tiene esos 42 diputados, sin municipios ni autonomías que pudiera ofrecer a cambio al PSOE. Va a ser muy difícil que consiga su propósito, casi tanto como ERC que también le exige la libertad de los independentistas presos.
Pedro Sánchez está convencido de que el tiempo juega a su favor y de que finalmente sacará adelante la investidura con una votos u otro y con unas abstenciones u otras.
Se comenta que no habrá sesión de investidura hasta mediados de julio -muy largo me lo fiáis- y que las actividades de las Cortes no empezarán formalmente hasta septiembre. Un mes para la investidura y tres meses para articular unas alianza parlamentarias que no le obliguen a tener que seguir gobernando por decreto. En último extremo reclamará al PP la devolución de la abstención que tuvieron que hacer los diputados socialistas ante la investidura de Rajoy que presenció Casado con sus propios ojos.
Mientras tanto, todo el mundo a esperar. Para desesperar queda mucho más tiempo, cuatro años de legislatura.
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