El crimen político de Abel Errejón y Caín Iglesias
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El crimen político de Abel Errejón y Caín Iglesias

martes 28 de mayo de 2019, 21:29h

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Ciegos y sin “perros guía”, Iñigo y Pablo han destrozado la casa que construyeron con los ladrillos del 15M

En este largo y aún inacabado crimen político entre hermanos en que se ha convertido la guerra de Iñigo Errejón y Pablo Iglesias, el papel bíblico de Caín le corresponde al mayor, el secretario general de Podemos; y el de Abel, al menor, el fundador de Mas Madrid.

Mientras en los textos bíblicos sólo uno tenía historia, en nuestra realidad política los dos quieren y pelean por un futuro que ellos mismos se han empeñado en destruir. Sabemos que Caín mató a Abel pero no sabemos que pasó después de su peregrinaje por todo el mundo para terminar fundando la ciudad de Enoc. De Abel sólo sabemos que fue el favorito de Dios y que por eso acabó asesinado con una quijada de burro.

Hubo celos celestiales pero no humanos. Y el papel de Adán y Eva queda tan desdibujado tras su pérdida del Paraíso que apenas aparece en la historia del cristianismo. Los dos hermanos estaban llamados a repoblar el mundo pero debió parecerles muy pequeño y decidieron que uno de los dos sobraba. Abel fue más listo y astuto. Caín más primitivo y zanjó la disputa con la muerte.

En su particular Paraíso madrileño Iñigo Errejón ha sido el astuto y Pablo Iglesias el primitivo. Y ninguno quiere asumir el papel que se les tenía asignado desde que dejaron de ser casi hermanos para convertirse en rivales. Les gustaba , leían y veían “Juego de Tronos” pero tal vez les hubiera ido mejor si en sus lecturas hubieran prestado más atención al portugués Saramago, y dentro de los textos del Nobel más a su “Ensayo de la ceguera” que a su heterodoxa historia de “Caín”.

Ciegos y sin “perros guía”, Iñigo y Pablo han destrozado la casa que construyeron con los ladrillos del 15M y con la ayuda de las nuevas voces y rostros de la vieja izquierda española, la misma que se empeñó en culpar a los otros de su práctica desaparición y que vuelve a hacerlo ahora. Ni Caín perdonó a Abel, ni éste tuvo intención de hacerlo con su fraternal enemigo.

Iglesias - junto a esa moderna versión de la rebelde, sensual y transgresora Llith que es Irene Montero - expulsaron a Errejón del gobierno de Podemos. Le ofrecieron la dirección del “ejército” autonómico madrileño, el que debía asaltar los cielos matritenses pero con unos lugartenientes encargados de controlar y vigilar sus movimientos. Aceptó para, en el mismo momento de hacerlo, preparar su venganza.

Necesitaba aliados y los encontró en la alcaldesa Carmena y un reducido grupo de fieles que ya habían saboreado las mieles del poder. Esperó al momento más propicio y asestó el golpe. Sin quijada de burro, que no la tenía, estaba en posesión de su “hermano” pero sí con un moderno bisturí electoral al que pusieron de nombre “Más Madrid”.

La miopía del mayor estuvo al mismo nivel que las cataratas del pequeño. La ceguera política de ambos lograba que sus pasos fueran tan inseguros, tan errantes y disparatados que pisotearon varios millones de esperanzas a lo largo y ancho de España.

De la esperanza que encarnaron los dos nada queda. Humo y polvo político, apenas unos rescoldos que llevaron otra vez al engaño en las elecciones generales de finales de abril, para convertirse en cenizas aventadas por el viento en todas las autonomías y en casi todos los ayuntamientos. Ni Podemos, ni Más Madrid, ni las desaparecidas Mareas, ni los Ganemos, ni los Ahora, ni ninguno de los nombres con los que se han vestido las viejas siglas de los antiguos partidos marxistas quedará en pie.

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