Se presenta como el verdadero líder de la oposición con sus 57 asientos en el Congreso, nueve por detrás de los populares, pero más lejos de los socialistas que en 2015 y 2016
El líder de Ciudadanos tenía un objetivo grande y otro pequeño. El grande era ganar las elecciones y ser presidente del Gobierno con el apoyo “obligado” del Partido Popular y de Vox. No lo ha conseguido. El otro, quedar por encima del PP, tampoco. Dos derrotas que son más dulces al conseguir 25 escaños más de los que consiguió en 2016.
Albert Rivera sigue avanzando en su sueño de llegar a La Moncloa. Ahora está más cerca pero muy lejos del actual inquilino. Se presenta como el verdadero líder de la oposición con sus 57 asientos en el Congreso, nueve por detrás de los populares, pero más lejos de los socialistas que en 2015 y 2016.
Ya está en tercer lugar, superando ampliamente a la coalición de Podemos e Izquierda Unida, que es la otra gran perdedora junto al PP. Tendrá que esperar a que el 26 de mayo, en las elecciones autonómicas, municipales y europeas la debacle de los populares se consume y en el previsible derrumbe de ese partido - con cambios incluso de posicionamiento de parlamentarios en el Congreso - pueda, por fin, ser el “segundo” y dejar que el tiempo y la Legislatura jueguen a su favor. Difícil si se miran los resultados en las autonomías importantes pero no imposible.
Haciendo suyas las palabras de Felipe González en 1996, la otra salida de Rivera es negociar con Pedro Sánchez la investidura de éste último. Casi imposible tras los insultos personales y los golpes bajos que se han intercambiado durante la campaña. Y menos aún tras escuchar a los militantes del PSOE festejando el triunfo ante la sede de la calle Ferraz y gritando “Ciudadanos, no”.
Sin la desaparición/destrucción del PP la ambición de gobernar del dirigente de Ciudadanos está condenada al fracaso. Liderar el centro derecha y optar a sentarse en La Moncloa exigiría que el recién llegado, Vox, fuera aceptado y que la suma futura de ambos pasara de los 175 escaños. El resto de fuerzas, desde la izquierda a los nacionalistas, estaría enfrente.
Su destino más probable para los próximos ocho años - salvo catástrofe económica - es estar en la oposición, con lo que en 2027 llevaría doce años opositando al triunfo desde el Congreso y nada menos que 16 como dirigente político conocido en toda España. Una eternidad si contamos con la velocidad de los cambios.