Iñigo puede que reconozca a sus propias “brujas “ encarnadas en Tania Sánchez, Rita Maestre y Clara Serra que le prometen el trono del nuevo reino de Podemos tras la “muerte” política de Pablo Iglesias
Leído que es él o así se presume entre los suyos, Iñigo Errejón debe tener en su biblioteca personal dos libros de autoayuda en estos tiempos tan cruciales para su carrera política. Los dos hablan de brujas, de traiciones y de un diablo con nombre de mujer: Ambición.
El primero de ellos es todo un clásico desde hace cuatrocientos años. Obra teatral, con lagunas importantes para ser representada, se trata de Macbeth. Puede que Shakespeare llenara los huecos que tiene en la versión que nos ha llegado a nosotros, pero lo esencial está: el noble preferido por el Rey de Escocia descubre que tres brujas miran en su caldero y le prometen el trono despertando su ambición y, sobre todo, la de su mujer. Ambos dos no dudarán en traicionar, mentir y matar por llegar al poder.
Los espíritus conjurados cumplen con su parte y los Macbeth consiguen su objetivo y se creen a salvo de las consecuencias de sus actos pues ni un bosque puede andar, ni existe hombre no nacido de mujer. Dos equivocaciones que las astutas brujas han ocultado dentro de sus profecías. El bosque de Birnam convertido en ramas que ocultan un ejercito avanzan hacia el castillo; y el antiguo amigo convertido en vengador, Macduff, nació de una madre muerta.
Iñigo puede que reconozca a sus propias “brujas “ encarnadas en Tania Sánchez, Rita Maestre y Clara Serra que le prometen el trono del nuevo reino de Podemos tras la “muerte” política de Pablo Iglesias. Hasta Irene Montero puede interpretar con soltura el papel de Lady Macbeth, que siempre fue aventajada en las cosas de la psique y el comportamiento de aquellos que aspiran a conquistar los tronos de la vida pública. Si se mira mucho sus manos tendremos que pensar que le preocupa y mucho su futuro.
España no es hoy la Escocia del siglo XI dirá el que fuera usufructuario del 11-M pero conviene que de sus lecturas saque alguna que otra verdad intemporal: la ambición, la traición, los celos, las venganzas y los sentimientos de culpa son como los virus, resisten a cualquier vacuna y siempre vuelven.
Es la vida real y no ningún “Juego de tronos” que regalar a un Rey de carne y hueso con la complicidad de un profesor de Políticas en un cumpleaños familiar. A lo que estamos asistiendo es a una auténtica tragedia clásica pero llevada a este siglo XXI que es visual, esperpéntico y con tintes cómicos. Algo que debe permitir a nuestro joven “rebelde” asomarse a la segunda versión del mismo entramado que describiera un casi desconocido escocés llamado Hector Boece, ochenta años antes de que el gran William lo convirtiera en una de sus principales visiones del alma humana.
Este segundo libro que no puede faltar en la biblioteca de Iñigo tiene un título aún más directo y claro: “las brujas de Eastwick”, escrito por un norteamericano cargado de ironía y mala leche, con sus correspondientes dosis de machismo bien aderezado, frecuentador de periódicos, que consiguió dos premios Pulitzer y que se llamaba John Updike.
Unos dicen que heredó lo mejor de la “Generación Perdida” norteamericana que encasillara Gertrude Stein en su refugio de la “rue des Fleures” de París mientras llevaba a nuestro Pablo Picasso a la gloria; otros que se dedicó a reírse de sus compatriotas colocándolos ante el espejo de sus ambiciones y sus fracasos. Los dos caminos le pueden servir a nuestro “descomponedor” de reinos soñados.
Las brujas de Updike son tres viudas, un mucho deseosas de sexo, que no dudan en pactar con el diablo para conseguir sus propósitos. Hasta que se dan cuenta de que las está destruyendo y deciden matarlo con las propias armas que éste les ha entregado.
Reconozcamos que si las brujas de Shakespeare son feas a rabiar, las del novelista americano llevado al cine son todo lo contrario. Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer, en 1987, eran tres brujas que podían embrujas a cualquiera. También matar a cualquiera, sobre todo si era el diablo encarnado por Nicholson. La novela detalla con más precisión las características de cada personaje, pero la fuerza visual de las imágenes conseguidas por George Miller y la abrumadora música de John Williams hace que en menos de dos horas te puedas empapar y muy bien de lo que cualquier diablo cojuelo te ofrezca y del precio que tendrás que pagar.
Convertido en diablo, el fagocitado apóstol de “Más Madrid” tendrá que enfrentarse a los deseos asesinos de sus propias y bellas brujas. Tania, Rita y Clara triunfarán en los idus de abril y tenderán a seguir el guión ideado por Updike, pero conviene que sepan, por si no recuerdan la educación cristiana que seguramente recibieron, que al diblo no se le puede matar, que resucita siempre, y que los poderosos de la vida pública, puestos a escoger, apostarán más por el diablo que por sus sirvientas.