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Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo. |
Dependemos de algo en desuso
martes 23 de junio de 2020, 03:00h
La crisis deja a la economía española como una de las más afectadas, y todas las esperanzas se centran en la UE. En ausencia de planes de reconstrucción coordinados entre las fuerzas políticas y sociales propias, España, no es capaz de articular un mensaje común, y depende de que Europa sostenga viva la esperanza
Ningún avance en la reciente cumbre europea de apenas cuatro horas de duración. La dependencia española del Fondo de Recuperación es, al mismo tiempo que un problema, parte esencial de la solución.
¿Dónde miramos después del fin del Estado de Alarma? Desde España, miramos fuera. Se estará poniendo fin al multilateralismo, algo que de algún modo ya inició el anterior presidente de EE.UU. y que el actual ha multiplicado por mucho, pero cuando la crisis resulta ser indiscutiblemente global, difícilmente cabe imaginar un momento donde el multilateralismo habría de ser más útil. Los espacios, sin embargo, se llenan, y hoy China asume el 12% del presupuesto de la ONU frente al 1% en 2000 y sus diplomáticos presiden 4 de sus 15 organismos, frente a solo uno por los norteamericanos. ¿Cambiará esto a partir de noviembre? Un presidente demócrata reducirá tensiones, y al menos dejaríamos de ver a un presidente hacer el ridículo mientras destruye a golpe de maza las instituciones surgidas de la IIGM, pero la esencia de la política de “mirar a casa” arrancada por Obama, se mantendrá. Sin embargo, para que los mercados empiecen a tener en cuenta las elecciones norteamericanas, habremos de esperar a septiembre.
BCE: “LO PEOR ESTÁ POR LLEGAR”
La crisis deja a la economía española como una de las más afectadas, y todas las esperanzas se centran en la UE. En ausencia de planes de reconstrucción coordinados entre las fuerzas políticas y sociales propias, España, no es capaz de articular un mensaje común, y depende de que Europa sostenga viva la esperanza de una solución desde fuera. Hay algunos síntomas muy leves de que tras el fin del estado de alarma se buscan confluencias, pero la emergencia económica es difícilmente compatible con el ritmo que apuntan estos primeros síntomas. La temporalidad de las medidas adoptadas se convertirá en premura cuando su final se acerque y es que el coste de sostenerlas para mantener hibernado el impacto social y económico se revelará pronto insostenible. Cuando en la cumbre europea de la pasada semana, programada para dos días y que apenas se prolongó cuatro horas, la presidenta del BCE empezó señalando que lo peor de la crisis está por llegar y que los mercados están asumiendo un acuerdo cuyo descarrilamiento puede provocar peligrosas turbulencias financieras y bursátiles, lo que hacía era apuntar solo a una parte de la ecuación.
La ecuación completa es la que afecta a otros mercados, en particular al de trabajo. Son 8 MM mensuales lo que cuestan los ERTE y las bonificaciones de la Seguridad Social. Indiscutible su necesidad, pero igual de indiscutible su no sostenibilidad. Solo como referencia, todo el Plan E de la crisis de 2008/2009 movilizó 12 MM. Ahora se esperan de Europa 140 MM.
PENDIENTE EL REPARTO Y LAS CONDICIONES
En esta ocasión los gobiernos han elegido, con buen criterio, no dejar a nadie al margen de las ayudas y es que una de las consecuencias de la anterior crisis fueron las diferencias de impacto social que ahora se pretenden evitar. De las ayudas de la UE, una parte sustancial ha de venir a España en forma de transferencias no reembolsables, pero precisamente por eso los países “frugales” quieren imponer condiciones y exigen aprobar por unanimidad los proyectos individuales a los que los países receptores destinarán los recursos. Cuestionan también el método de reparto que la Comisión Europea pretende aplicar.
Ninguno de ellos ha renunciado a ese control en la cumbre, y algunos otros como Finlandia y Letonia muestran sus simpatías por ese nivel de control. Aprobar el Fondo de Recuperación sigue pendiente, así como los criterios de reparto y sus condiciones. Nuevo aplazamiento, ahora a final de julio. El desafío es enorme, y para la sociedad española, nunca ha sido tan crítico. Dependemos del multilateralismo, ahora en desuso.