El caso Messi demuestra hasta qué punto la pandemia ha afectado al mercado de los grandes jugadores y a sus cuentas multimillonarias. Si el astro argentino hubiera querido irse del Barça un año antes todos los equipos del mundo hubieran pujado por él sin más problema que tener el dinero que hace falta para ficharlo y que no baja de los 100 millones de euros brutos a año que es lo que gana en el club azulgrana y una cláusula de rescisión de 700 millones que es lo que realmente estaba en discusión ya que en el último contrato firmado se contemplaba que Messi podía irse a otro club sin pagar nada al final de la temporada pasada.
El otro astro, el del madrista Cristiano Ronaldo, se parece mucho al de Messi, pero cuando el portugúes decidió marcharse a la Juventus tras romper con Florentino el coronavirus no habia hecho acto de presencia y aunque se fue perdiendo algo de dinero su ficha todavía merecía la pena. Messi también estuvo a punto de irse en 2017 pero finalmente Bartomeu le convenció para que firmara hasta el año 2023.
Ambos jugadores, Messi y Cristiano, han entrado ya en una edad en la que los jugadores comienzan a pensar en el retiro. El argentino acaba de cumplir 33 años, y el luso va camino de los 36, aunque ambos siguen marcando goles que es lo que les mantiene en lo más alto del ranking.
Nadie sabe cuál fue el motivo que le llevó a Messi a anunciar a bombo y platillo que se iba del Barça. Se especula con que Pep Guardiola, entrenador del Manchester City habría hblado de su posible fichaje con el propietario del club inglés, el jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan, miembro de la familia real que reina en Abu Dhabi y ministro de la Emiratos Arabes Unidos. Se habla también de que Messi no está gusto con los líos nacionalistas catalanes, pero lo que si ha quedado claro es que cree que el Barça de Josep María Bartomeu no está haciendo las cosas bien para montar “un equipo ganador” desde que dejó irse a Neymar al Paris Saint Germain.
Finalmente, tras fracasar en sus planes para fichar con algún equipo millonario en plena crisis de la pandemia y con los estadios vacios dependiendo las finanzas solo de la televisión, Messi ha tenido que volver a entranar con el club azulgrana y volver, como se dice vulgarmente, con el rabo entre las piernas. Mucho y bien va a tener que jugar el astro argentino para convencer a los culés de que está dispuesto a dejarse la piel en la cancha después de haber demostrado que lo de los colores no es más que una ilusión que solo funciona si hay billetes detrás.
"Mi actitud no va a cambiar por más que me haya querido ir -afirmó tras anunciar que se quedaba. Voy a dar lo mejor. Siempre quiero ganar, soy competitivo y no me gusta perder a nada. Siempre quiero lo mejor para el club, el vestuario y para mí".
Lo único que ha conseguido Messi es que Bartomeu haya puesto cita a su marcha de la presidencia del club, allá por marzo del año próximo si al final cumple lo prometido y convoca elecciones. Todo dependerá, claro está de los resultados que consiga el equipo bajo la dirección del nuevo entrador, el holandes Ronald Koeman, que ha llegado para hacer limpieza y echar a muchos jugadores sin saber si va a poder fichar a alguno dado como está el mercado y las finanzas barcelonesas.
Koeman no tiene una ficha de entrenador ganador y de hecho allá por donde ha pasado sus fracasos han sido claros, primero en el Valencia (2007-8), AZ Alkmaar (2009), Feyenoord (2011), Southampton (2014), el único equipo del que no fue despedido con anticipación, y el Everton (2016-18).
Tampoco fueron excesivamente brillante su paso por la selección holandesa salvo haber quedado subcampeona de la Liga de las Naciones 2018-19 tras perder la final frente a Portugal.
Con este pobre palmarés, el fichaje de Koeman ha sido visto más como un intento de meter a la plantilla en cintura y acabar con el poder de Messi en el vestuario, cosa que se verá en los primeros partidos de la Liga ya que el Barça no aguantaría unas cuantas derrotas más como las que sufrió al final de la temporada