Un año después de las elecciones de mayo de 2019 sólo cuatro de los 17 presidentes autonómicos no conocen los placeres de gobernar en minoría. Tensiones diarias que tienen el mejor de los ejemplos de la Comunidad de Madrid y en la actual pugna en torno a las medidas de lucha contra la pandemia del Covid.
Alianzas de dos, tres y hasta cuatro formaciones políticas que, tras semanas de negociaciones, permitieron formar gobiernos basados en el necesario e indispensable reparto de cargos en la mayoría de los casos o la aceptación de ser secundarios de lujo, un papel que interpretan los dirigentes de Vox a la perfección. Dice Santiago Abascal que a la espera de conseguir ser protagonistas, algo que puede que no consigan nunca.
En este “sodoku político” que salió de los comicios autonómicos, los escaños se cruzan en cada una de las cuadrículas y sirven de amenazas cruzadas entre los partidos. Si tu, Inés Arrimadas, parece decirle Pablo Casado a la dirigente de Ciudadanos, dejas que tres de los tuyos se abstengan en Madrid ( no siquiera tendrían que votar a favor ) en una moción de censura que presentara el PSOE de Angel Gabilondo contra Isabel Díaz Ayuso, yo pediré a los presidentes de Castilla y León, de Murcia y de Andalucía que adelante las elecciones en busca de un castigo por su “traición”.
El problema para el presidente del PP es que doña Inés puede contestarle: “ ¿Estás seguro de que Fernández Mañueco, López Miras y Juanma Moreno te harían caso?. Cuando se tiene el poder y se piensa que va a durar cuatro años, ponerlo en juego apenas un año más tarde de conseguirlo parece demasiado arriesgado, sobre todo cuando el p`rimer partido de la oposición es el que ganó las elecciones.
Tormento diario para unos dirigentes del PP que tienen de incómodos compañeros de gobierno a sus adversarios de Ciudadanos y siempre bajo la mirada de sus rivales de Vox. En época de bonanza los problemas tendrían fácil solución, un cargo más por aquí, una empresa pública por allá. Eso fueron otros tiempos. Hoy la cólera política va por barrios y los enemigos se multiplican dentro y fuera de las propias siglas.
Ni a Díaz Ayuso le gusta Ignacio Aguado, ni a Ignacio Aguado le gusta su presidenta regional. Se soportan por el mero ejercicio del sillón, que no del poder. Se traicionarían si tuvieran la certeza de salir victoriosos en el intento. Los 30 escaños del PP en la Asamblea madrileña pueden estar seguros, al igual que el apoyo forzado de los 12 de Vox, pero los 26 de Ciudadanos van a estar siempre en el alero. Una moción de censura que no de tiempo a convocar elecciones anticipadas, tres deserciones y el gobierno cambiaría de color.
Entre 2015 y 2019 el PP perdió en Madrid 332.338 votos y 18 escaños, aún así logró mantener el gobierno autonómico y volver a regir el Ayuntamiento de la capital. El alcalde Martínez Almeida ha aumentado su prestigio mientras que la presidenta a duras penas mantiene el tipo ante los ataques que recibe. No es nada fácil su postura y no tiene en sus alrededores a los mejores consejeros. Si hubiera elecciones es más que probable que Pablo Casado cambiara en el primer puesto de la candidatura.
El coronavirus y las cifras de contagios y muertos en la Comunidad de Madrid han cambiado el futuro político. La mejor prueba de que la mayoría de los dirigentes prefiere apostar por el riesgo cero es el jefe de la oposición, el socialista Angel Gabilondo, tan silencioso como ausente del debate diario. Apenas le gana por medio cuerpo el otro gran protagonista de las elecciones de 2019, Iñigo Errejón, el alumno, amigo, compañero y fundador de Podemos junto a Pablo Iglesias. Desaparecido y sin apoyos mediáticos que le jalearan como hicieron en su huída no sabe muy bien para qué sirven los 20 escaños que consiguió Más Madrid. Su tormento es distinto del que sufren Ayuso y Aguado. Puede que su destino sea el mismo..