Hay que ver cómo han cambiado las cosas. Hasta hace poco los buenos propósitos que hacía la gente de bien al comienzo de cada año se clasificaban según el perfil del sujeto: los gordos querían adelgazar, los nerviosos dejar de fumar, los que no ligaban en sus viajes por el mundo se proponían aprender inglés, los melancólicos por fin escribirían poesía, los que veían que se les iba la vida de vacío, prometían hacer un salto tándem en paracaídas y los únicos que no participaban en esta ingenua locura eran los viciosos recalcitrantes que se negaban a rehabilitarse de sus señas de identidad, fieles al principio de morir con las botas puestas.
He conocido a todo este tipo de gentes y me he honrado con la amistad de muchos de ellos durante Los tiempos de normalidad, pero desde que los anormales han acuñado el término nueva normalidad para referirse a todo lo malo que nos sucede, poca gente está en sus cabales porque muchos han perdido la frescura que da pasearse por un campo de gente mestiza, donde la convivencia no tenía más límites que el rechazo que provocan los malos olores.
Hoy, por un quítame allá esas pajas, algunos no hablan con sus hermanos, han dejado de visitar a sus padres, han roto relaciones de amistad que parecían sólidas y han conseguido empobrecer sus vidas, porque lo malo que tienen las sectas ideológicas es que aborregan a sus corderos y reducen su horizonte a lo que les deja ver quien le precede. Por eso la idea más genial que he podido leer en este principio de año, y que es todo un símbolo de esperanza en la recuperación del sentido común, ha sido la iniciativa del “club del cocodrilo” que a imitación de alguna anterior de carácter europeo, busca un camino para superar la crispación política.
El diputado de Podemos Roberto Uriarte propuso a unos políticos hacer un grupo de whatsapp anti crispación al que se sumaron representantes de todos los partidos sin excepción porque no hacían ninguna declaración con matiz ideológico afín a sus formaciones. Simplemente pretendían dar un pequeño ejemplo de tolerancia en la convivencia, pero el intento ha durado escasas horas porque los firmantes de Vox y del PP han reculado y sospecho que ha sido por la presión recibida de algún dirigente de sus partidos.
La iniciativa no tenía nada que ver con la unidad de España, la monarquía, la eutanasia, los indultos a los políticos presos o la madre del cordero. Simplemente proponía acabar con el lamentable espectáculo de intolerancia y crispación de la que son responsables todos los partidos políticos. Seguramente no iba a apoyarles el politburó de ninguno , pero al menos era un gesto simbólico de inteligencia y buena voluntad, que ha frustrado torpemente un tonto a las tres.
Los políticos actuales son la viva imagen de la intolerancia porque siempre están en contra de cualquier idea que no vaya contra alguien y que además se les haya ocurrido a ellos.
Yo espero que todavía sea posible soñar porque a este año le quedan todavía muchos días .