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Donald Trump y Xi Jinping. |
Cambiemos de mapa
miércoles 20 de enero de 2021, 05:37h
A pesar de heredar un déficit fiscal que superará en 2020 el 15% del PIB, y aunque está dedicando la atención en sus primeras decisiones a los planes de estímulo fiscal, el nuevo presidente de EE.UU., pronto tendrá que prestar atención a otra herencia envenenada: China.
Un 15% mas de déficit que en 2017
Pese a los esfuerzos de la administración saliente, que hizo de la disputa comercial con los asiáticos una de sus banderas, China acaba de reportar un fuerte superávit comercial al cierre del año, que resulta ser el mayor desde 2015 y el segundo mayor de su historia. También el saldo con los norteamericanos es el segundo mayor de la historia. Para los que gustan de cifras, los $316 MM de superávit con EE.UU. suponen un incremento de casi el 15% respecto al registrado en 2017, primer año de la administración Trump.
Desglobalización, desacoplamiento y pandemia, todos ellos términos que se añadieron al de guerra comercial y que formaron parte de los argumentos para justificar la previsión de un comportamiento más mediocre de China en 2020, en poco se quedan ante su evidente potencia exportadora.
Un incremento final de las exportaciones del 18% y del 6.5% de las importaciones dejan muy lejos los dos primeros meses del año cuando, en pleno impacto de la pandemia, las exportaciones se reducían un 17% y un 4% las importaciones.
El liderazgo de china
Por si las dudas, el yuan no ha hecho otra cosa que apreciarse desde los 7,15 que se compraban con un dólar en mayo, hasta los 6,48 que cotiza ahora -más de un 9%- a lo que seguramente no es ajeno el hecho de que los países de la ASEAN (Asociación de Países del Sudeste Asiático) han sustituido a la Unión Europea como primer socio comercial de China.
Tampoco lo será que, desde marzo hasta final de año, la exportación de material relacionado con la pandemia casi alcance los 70.000 millones de dólares, algo equivalente a haber vendido más de 40 mascarillas a cada ciudadano no chino del mundo.
Cabe preguntarse qué cifras se hubiesen alcanzado de no aplicarse aranceles y otras medidas de limitación de importaciones decretadas por la administración Trump, que comprometen además a China, en cumplimiento de la llamada Fase 1 del acuerdo entre los dos países, a incrementar las importaciones de EE.UU. en 2020 y 2021.
Aunque la nueva administración muestre un tono menos agresivo en el discurso, nadie espera que las medidas en vigor entre ambos países vayan a ser revisadas, pero la reorientación de China hacia el comercio internacional al margen de EE.UU. y Europa quedó rubricada el pasado 15 de noviembre con la firma junto a otros 14 países de Asia y Pacifico (incluyendo Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur) del acuerdo de libre comercio más grande del mundo, el RCEP (Asociación Económica Integral Regional) que agrupa un tercio de la población y del PIB mundial.
Los tiempos en los que China miraba a EE.UU. y a Europa como referencia y dependía fundamentalmente de sus exportaciones a Occidente van pasando a la historia, y la báscula del poder, antes centrada en el Atlántico, deja paso, cada vez de forma más manifiesta, al Pacifico.
El mapamundi de las escuelas empieza a exigir una revisión para colocar a Europa en uno de sus lados. Ahora, más que a China, es a Occidente a quien preocupa que los fletes desde el país asiático se hayan multiplicado por cuatro como media, y será desde allí, desde donde antes llegaba la deflación, que en los próximos años llegue la inflación. Como llegó la pandemia.