Una de las grandes mentiras de todos los partidos políticos es que no tienen memoria, que son capaces de enterrar el pasado a la misma velocidad con la que ofrecen a sus votantes el mismo futuro. Lo hace hoy el PP de Pablo Casado, lo hace el PSOE de Pedro Sánchez, lo hacen los Puigdemont herederos de CiU, y hasta lo hacen desde Unidas Podemos Pablo Iglesias y Alberto Garzón.
Comienza en la Audiencia Nacional otro de los juicios que sacará a la luz las miserias financieras del Partido Popular, con Luís Barcenas como estrella, se trata de un tema “menor” por la cuantía de la que se habla, pero la defensa de los que hoy mandan en sus siglas se basa en la misma estrategia que vienen repitiendo desde que Mariano Rajoy abandonó la presidencia del partido: “eso es el pasado y nada tiene que ver con el presente”, sin que quede muy claro si el término “delincuente “ se lo aplican en exclusiva al ex tesorero o a las antiguas direcciones de su formación.
El PP se obsesiona con olvidar el lado oscuro de su pasado, que aún le perseguirá durante mucho tiempo, de la misma forma que lo ha hecho el PSOE en la Andalucía de los ERES y las financiaciones irregulares de cara a mantener el voto cautivo de los que las recibían; y de lo que hizo hace apenas unos años con las Filesas, Malesas y demás empresas pantallas que buscaban lo mismo que hacía la Gurtel por los populares: ayudar a los gastos del partido, que estaban muy por encima de los ingresos “legales” que contemplan las leyes.
Los dos grandes partidos que han gobernado en España se han lanzado la misma o parecida “mierda” a la cara, con la misma dureza y con una evidente y cínica falta de memoria. Ninguno de los dos está libre de ese pecado como organización, y que llevó a que aparecieran los “beneficios” particulares para alguno de sus miembros. Ese “fondo de armario” no aparecerá en las intervenciones de la fiscalía y de las defensas en este, por ahora, último de los juicios que afectan al PP, pero será la razón de todo lo sucedido.
Si los partidos necesitaban más dinero para sus gastos podrían haberlo llevado a las leyes por las que se rigen sus funcionamientos, pero habría producido, ayer y hoy, un gran escándalo frente a los ciudadanos. Recurrieron a las alcantarillas, a la recolecta en negro a cambio de favores en blanco. Por eso aparecen en primera línea muchas constructoras. El ladrillo siempre ha sido en esta España, desde mucho antes de que se iniciara la restauración de la Democracia, una fuente de “distribución de la riqueza” que tenía a las formaciones políticas como su oscuro objeto de deseo.
En el espacio nacionalista catalán ha ocurrido y ocurre lo mismo. Basta con recordar las acusaciones de los cobros del 3% por parte de los gobiernos de CiU que denunció el socialista Maragall en sede parlamentaria. Jordi Pujol y su familia siguen en el centro de muchas y variadas acusaciones sobre corrupción; y en menor escalo lo protagonizó Josep Antoni Duran Lleida cuando estaba al frente de Unió.
Si hoy toda hablar de la derecha, lo mismo cabe hacer de la izquierda, y no de la histórica del PCE y demás fuerzas de carácter marxista; cabe hacerlo de los que nacieron a la alargada sombra del 15M, la nueva IU y la cada vez más troceada Podemos.Las acusaciones de abogados, secretarias y contables están en los juzgados.
No hay justificación para ninguno de esos comportamientos. Los partidos han utilizado el poder que conseguían electoralmente para cubrir sus necesidades financieras, ya fuera desde los Ayuntamientos, desde las Comunidades Autónomas o desde el Gobierno central. Sin que olvidemos el papel que ha jugado una parte importante del sistema financiero como han sido las Cajas de Ahorro.
Un circuito que giraba y giraba produciendo dinero y elevando los costes que pagaban los ciudadanos, una ruleta en la que apostaban desde los partidos políticos a las empresas, y que generaban una corrupción personalizada en algunos de sus responsables. Ese es el mundo de las alcantarillas en el que se pedía a personas como el ex comisario Villarejo que bajara a mirar y conseguir información. Por eso toda su memoria, esté en su cabeza o en soportes informáticos, es tan peligrosa y destructiva.