El Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, un título tan rimbomboso como difícil de traducir para el ciudadano común, se ha metido en un berenjenal que como las alas de una mariposa está provocando ruidos y terremotos políticos en todos los países de la Unión Europea, incluida España
La visita de Josep Borrell a Moscú, seguramente avalada por el presidente francés, Emmmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, partidarios del dálogo con Moscú, se convirtió en un gatillazo diplomático cuando el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, respondió con dureza a las críticas por la detención del opositor Alexei Navalni, tras su vuelta a Rusia.
Lavrov comparó la detención de Navalni con la de los dirigentes independentistas catalanes en España, lo que forzó a la ministra de Exteriores española, Arancha González Laya, a salir a la palestra –también de una manera forzada- para decir que en España " no hay presos políticos. Hay políticos presos. Y espero que Alexei Navalny tenga la oportunidad de participar y hacer campaña en las próximas elecciones rusas como lo están haciendo los líderes independentistas catalanes que cumplen condena en España”.
El juego de palabras de Laya provocó las risas en Moscú, donde la portavoz de Exteriores, Maria Zajarova, ironizó en Facebook: "Tengo otro ídolo democrático. Esta vez una mujer. La canciller española Arancha Gonzalez", y calificando su lenguaje de "propaganda occidental avanzada de nivel acrobático".
A su vez las palabras de Laya crearon un conflicto en el interior del Gobierno de coalición, en el es de sobra conocido que Podemos también califica a los presos catalanes como políticos y a Puigdemont como exiliado político.
El propio Carles Puigdemont, desde Waterloo, aprovechó el incidente para señalar que "Desde el primer día hemos advertido a la UE que tener una doble moral se paga muy caro” y que las instituciones comunitarias "han preferido proteger al Estado español antes que proteger a los ciudadanos europeos" con lo que "España está arrastrando a la UE a humillaciones que no se merece"
Fuera de España, países altamente anti rusos, como Suecia, Polonia o Estonia, han aprovechado la pifia de Borrell y la expulsión de tres diplomáticos –sueco, alemán y polaco- acusados por Rusia de participar en las manifestación en favor de Navalni, para llevar el agua a su molino y pedir la dimisión del ministro europeo de Exteriores acusándole de haberse dejado humillar por Lavrov.
La propia Merkel –que logró parar en su día las ínfulas de Obama y de la OTAN de intervenir en la guerra civil ucraniana- se ha visto obligada a expulsar a su vez a un diplomático ruso para acallar las críticas del núcleo antiruso. Es el caso, por ejemplo, de Suecia que lleva años haciendo simulacros de defensa frente a un bombardeo o ataque ruso entre la población.
Borrel no ha tardado en recular para justificar el fracaso de su visita en la actitud dura y poco amigable de Lavrov que demuestra a su entender que Rusia no acepta las fórmulas democráticas europeas y que Bruselas y Moscú se están alejando, dando así la razón a los que quieren una confrontación con Putin qie tanto Macron como Merkel consideran que puede acabar en un nuevo desastre para la Unión Europea, como lo han sido los conflictos en que se ha visto metida sin quererlo como los de Ucrania, Irán, Siria o Libia.
Moscú en vez de poner paños calientes en la crisis se ha envalentonado y ha acusado a Borrell de ser un títere ya que a su regreso a le "explicaron lo que tenía que decir". dejando claro “ quién determina la política de la UE".
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