Todavía es más importante la acción de un banco central, que cualquier dato económico por sorprendente que fuese. Sin embargo, los mercados se han salido muy poco del guion establecido por los bancos centrales. Las inmensas inyecciones de liquidez han abortado de raíz cualquier amenaza de incendio. Y así pretenden que continúe siendo.
REFUERZO VERBAL
Llegados aquí, los inversores, que son los que marcan los precios con sus acciones y expectativas, se están viendo obligados a incorporar en sus decisiones, cada vez más aspectos de una todavía confusa evolución de la economía real y, aunque todavía en dosis modestas, a desligar su comportamiento de lo que marcarían los cánones de los bancos centrales. Estos, además de garantizar que seguirán añadiendo liquidez, tienen ahora que reforzar verbalmente sus acciones con objeto de recordar a los mercados que la situación de la economía real está lejos de desatar tensiones inflacionistas y lejos aún de restañar el daño provocado por la pandemia. Basta observar lo que ocurre en Brasil, donde su propia variante del virus mantiene muchas incógnitas sin despejar en relación con la eficacia de las vacunas.
AVANZANDO PUESTOS
Desde que apareció hace un par de meses la preocupación por las tensiones en los precios, con una respuesta de los inversores en la que se entremezclan visiones distintas pero que coinciden en señalar a la inflación como una amenaza, las expectativas ya no son tan comunes, y el temor a que los mercados se desestabilicen ha avanzado algunos puestos en el listado de amenazas al status quo.
NADA MÁS APRECIADO
Pero, si juzgásemos la situación por la evolución reciente del dólar que en las siete últimas sesiones pasó de cruzarse cercano a 1,23 a amenazar con romper los 1,19, concluiríamos que el reciente repunte de rentabilidad de los bonos de largo plazo y el mensaje con pretensión tranquilizadora de los bancos centrales está convirtiendo una amenaza emergente en una inesperada oportunidad para asegurarse rendimientos más altos.
Además, igual que ocurre en sentido contrario cuando se asoma la amenaza, las compras de bonos alientan a los compradores de renta variable al reducir el atractivo de la renta fija, de modo cuanto menos se tema a tipos altos, más atractiva resulta la inversión en renta variable. La suma de ambos factores atrae el capital hacia aquellos bonos que ofrecen un extra de rentabilidad tras el repunte, y los que más atractivo despiertan son los emitidos en dólares.
El temor inicial muta en sensación de oportunidad y se compran más activos en dólar porque ofrecen mejor rendimiento, mientras que la preocupación por comprar renta variable más cara en EE.UU. que en Europa bajo los estándares tradicionales de valoración, se ve aminorada por la expectativa de bajos tipos de interés “durante mucho tiempo” que insisten en prometer los bancos centrales.
De semejante mezcla, a la que también se suma la corrección a la baja en el precio de algunas materias primas, lo que sale es volatilidad, pero volatilidad en rango, y nada puede ser más apreciado para un gestor de riesgos que tenga las ideas claras, de modo que, durante algún tiempo más, estas idas y venidas en el principal par del mercado de divisas del mundo, seguirá ofreciendo oportunidades tanto a los que compran como a los que venden.