Hubo un tiempo en el que los grandes partidos estaban condicionados en sus actuaciones por las informaciones y opiniones que se vertían sobre ellos. Esa mezcla de miedo y enfado se ha ido diluyendo con el tiempo y el mejor de los ejemplos que me viene a la memoria, para evitar los nombres y apellidos de unos y otros, es el de la vida pública en la ciudad de Nueva York a finales del siglo XIX.
Aceptemos que Madrid es hoy como la capital económica de Estados Unidos en aquel tiempo, sujeta a las noticias, rumores, comentarios, cenáculos y mentiremos que acompañan de forma inevitable al espacio público en el que los intereses de los profesionales de la política y los dueños y ejecutivos del dinero se mezclan todos los días.
Las explicaciones sobre la crisis de Gobierno, al igual que las razones que han llevado a los indultos de los presos catalanes o las que llevaron a plantear tres mociones de censura imposibles, se multiplican y se enfrentan en la medida que conviene a cada protagonista. Unos esperan recompensan en las Instituciones del Estado, otros justifican sus salidas por deseo propio, otros aún se están reponiendo del susto, y los que acaban de llegar admiten que es lo mejor que les ha pasado en sus vidas.
Miremos al otro lado del Atlántico, a lo que fue la relación entre los políticos, los empresarios y los medios de comunicación con cien años por medio, para evitar los nombres de Obama, Bush, Giuliani, Bezos, Gates… Vamos a “jugar” con los símbolos de los animales que los representan.
Si nos guiáramos por los iconos políticos norteamericanos, Pedro Sánchez aparecería montado en un burro, tal y como se muestra a los demócratas de Estados Unidos desde que en 1877 el dibujante Thomas Nast aprovechara el apodo del presidente Andrew Jackson para dotar a ese partido de un "símbolo" que les ha acompañado hasta hoy; mientras que Pablo Casado - y más Isabel Díaz Ayuso - y los suyos tendrían en el elefante a la "mascota" que les acompañaría en todos sus actos.
Sánchez ha demostrado que tiene la paciencia y la tozudez que se le atribuyen al burro, y Casado/ Ayuso tienen más que acreditada su piel de elefante y el efecto que produce sobre sus adversarios y enemigos cuando se sienten amenazados y recurren a su memoria, que no es muy larga pero si parece muy efectiva cuando la comparten con sus consejeros.
Estoy seguro que esos líderes y sus adversarios aceptarían la comparación con sus colegas norteamericanos, y hasta es posible que los otros rivales que han aparecido en la escena política en los últimos años sientan envidia por carecer de su propio "animal de compañía".. y que lo están buscando. Una representación animal ayuda y mucho de cara a llegar a la sociedad con la mejor de las imágenes.
Nast, que era cronista político y amigo o enemigo de presidentes y senadores además de caricaturista, consiguió su máximo triunfo con sus denuncias contra el senador William Tweed al que persiguió de forma implacable con sus sátiras desde los medios de comunicación de la época hasta conseguir que se le procesara por estafar 70 millones de dólares a la ciudad de Nueva York en la que se había convertido en el principal acaparador de suelo. Podemos colocar a más de un nombre español en el lugar de cada uno de ellos.
Tweed, al que apodaban el "Boss", consiguió huir del tribunal al que le llevaban en 1875 tras su condena para iniciar un peregrinaje que le llevó primero a Cuba y, tras embarcar en el buque español "Carmen" , dar con sus huesos en el puerto de Vigo. Allí le reconocieron por los dibujos de Nast y el gobernador de Pontevedra, Victor Novoa, ordenó a la guardia civil que lo detuviera.
Dicho y hecho, Estados Unidos mandó a la fragata "Franklin" con sus 39 cañones a que lo recogiera y lo "devolviera" a Estados Unidos. Ya en Nueva York hizo un pacto para librarse del ingreso en prisión pero, una vez que delató a sus cómplices en el saqueo, se encontró con que el gobernador de la incipiente ciudad de los rascacielos incumplió lo acordado. El 12 de abril de 1879 el "Boss" moría de una neumonía en la cárcel.
Burros y elefantes aprovecharon por igual el escándalo, las detenciones y las condenas. Ulises Grant, republicano como Thomas Nast y amigo de éste, que era el presidente en aquellos años supo utilizar la mala imagen del demócrata Tweed para dejar a los "elefantes" en el poder durante doce años, hasta que el "burro" Grover Cleveland consiguió que los electores olvidaran el oscuro pasado de su ex-compañero.
Una historia que ha sido llevada al cine y a la televisión hasta cuatro veces con desigual fortuna pero de la que pueden aprender y mucho nuestros propios "jumentos" y "paquidermos". A veces basta con un dibujo o un artículo para que el muro de aparente impunidad y mejor construido se derrumbe.
En la Norteamérica de finales del siglo XIX, al igual que sucedería en agosto de 1974 con Richard Nixon y el caso Watergate, la libertad de prensa fue la base para que los equilibrios de los poderes democráticos funcionaran, para que las relaciones entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial no se mezclaran y se contagiaran mutuamente con el virus que podía destruir al propio sistema; sobre todo si sobre ese triángulo y como argamasa del mismo aparece el verdadero cuarto poder, que no es el informativo sino el financiero.
Algo o mucho de todo eso, de lo que le llevó a Nast a convertirse en el más despiadado y hasta cruel cronista de la Norteamérica de su tiempo; de lo que rompió el estancado juego político entre "burros" y "elefantes" y que no fue otra cosa que la corrupción nacida del desarrollo de las ciudades con Nueva York a la cabeza; de los juicios, fugas, detenciones y sumarios con pactos incluidos que luego no se cumplen; algo o mucho de todo eso estamos viviendo en la España de hoy. Y puede que a nuestros Nast se les quiera quitar su lápiz y su cuaderno. Con alguno de ellos lo consiguieron varias veces para escarmiento del resto.