Sin convocatoria electoral a la vista el papel de las encuestas es el mismo que el de la lluvia fina metereológica: empapa al futuro electorado, hace que los ciudadanos vayan percibiendo la realidad estadística como verdad real, pese a que muchas veces se compruebe que no es así.
Hoy, el PP de Pablo Casado aparece como el partido que ganará las elecciones con comodidad; la formación de Santiago Abascal como la fuerza que se mantiene y que le ayudará a lograr la mayoría absoluta y gobernar; y el independentismo, que representan tanto la ERC de Pere Aragonés como el PNV de Iñigo Urkullu, como las dos fuerzas con las que habrá que negociar sobre el futuro de Cataluña y Euskadi, pero que no serán necesarias para formar el futuro Gobierno.
En el amplio espacio de la izquierda el panorama es muy distinto: si el PSOE pierde las futuras elecciones y el poder, Pedro Sánchez abandonará los dos grandes sillones de mando que detenta, el del palacio de La Moncloa y el de la sede central de su partido en la calle Ferraz. Será abandonado por los suyos y éstos, los barones/dirigentes que queden en pie harán todo lo necesario para lograr que el electorado socialista se olvide lo antes posible de su hoy omnipotente jefe.
Perder de golpe 20 escaños en el Congreso, que estaría acompañado antes o después de una pérdida similar en las autonomías y en los ayuntamientos será muy difícil de digerir. Se buscarán culpables y Pedro Sánchez y su equipo de confianza serán los primeros de la lista.
La fragmentación de Unidas Podemos y el viejo PCE
En el ámbito de Unidas Podemos la situación será aún peor. La salida del poder y la pérdida de diez o más escaños y de un millón de votos hará que la parte de Podemos se desintegre aún más, sobre todo a nivel autonómico como ya ha pasado en Andalucía con Teresa Rodríguez, y que las diferencias entre Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero les lleven a culparse del desastre. Pablo Iglesias lo contemplará desde su nueva posición de comentarista político y profesor universitario en Cataluña.
Más País, Más Madrid o cualquier otra de las formulas electorales que pueda elegir Iñigo Errejón y los que le siguieron en el abandono de Podemos apenas recibirán el premio del desgaste de sus antiguos compañeros. Mantenerse con dos escaños o ganar un tercero no influirá para nada en la política nacional y puede que el éxito conseguido en las últimas elecciones en Madrid sea el sueño de una noche de Primavera. La histórica sombra del PCE que se transformó en Izquierda Unida se volvería más alargada.
Todos frente al CIS de Tezanos
Lejos, muy lejos de lo que se empeña en afirmar el CIS de Tezanos, todos los sondeos que se vienen realizando por parte de las distintas empresas demoscópicas y que utilizan los periódicos, demuestran que el cansancio del electorado hacia el Gobierno aumenta cada día, que la salida de las tropas de Afganistán, con mejor o peor criterio por parte de España, no ha influido nada en las opiniones de los ciudadanos y que es la economía por un lado y la constante visión de los enfrentamientos internos en el Gobierno los que les llevan a cambiar de voto.
Habrá más abstención de los que se sientan de izquierdas que en las dos elecciones de 2019 y habrá un voto más fiel, sin fervor, ni mucha ilusión de los seguidores del PP hacia el liderazgo de Pablo Casado pero deseosos de acabar con lo que consideran desgobierno y falta de alternativas de futuro por parte de la coalición del PSOE con UP.
¿Puede cambiar la situación si no hay adelanto electoral y la cita con las urnas se produce a finales de 2023?. Hay que admitir que sí, que una mejora económica y unas acertadas medidas de carácter social pueden lograr que la actual ventaja de la derecha política - que lo es más por demérito del contrario que por méritos propios - se esfume y volvamos a equilibrios muy parecidos a los de noviembre de 2019, con la necesidad por parte de los dos grandes partidos, que se van a mantener como tales, de recurrir a tres o más “ compañeros de viaje “ para que su candidato logre la investidura.
De ser así, la vieja historia política de nuestra actual democracia resucitaría con los partidos nacionalistas vascos y catalanes teniendo en sus manos la gobernanza del país, con la posibilidad de un Ejecutivo en funciones durante muchos meses. Algo que ha pasado en otros países como en la Alemania de Merkel ( cinco meses ) y en la siempre inestable Holanda, con dos años de interinidad.
Tiempo judicial, tiempo constitucional
Si se cumple la Legislatura, con los comicios en catorce autonomías y todos los ayuntamientos por delante, el tiempo político se “fundirá” con el tiempo judicial y el tiempo constitucional. Con el primero, por la celebración de los juicios por corrupción que quedan pendientes y el cierre de los sumarios que están en curso por las mismas acusaciones, y por el mantenimiento del colapso de los órganos de la Judicatura si las aplazadas renovaciones se alargan durante otros mil días. Con el segundo por el mantenimiento de las investigaciones sobre el reciente pasado de la Monarquía en la persona del Rey Juan Carlos. Mantener abierta una o varias causas sobre quien fue el Jefe del Estado daña a la Institución y daña a España en su imagen y en su capacidad internacional cuando más falta le hace.
La tantas veces mencionada y nunca realizada “Ley de la Corona”, con los cambios que habría que hacer a partir del artículo II de la Constitución y que llevarían a un Referendum, tiene el peligro de que la regulación detallada de las funciones de la Monarquía - que habría servido para no liar la abdicación de Juan Carlos I y la existencia, hoy, de 4 Reyes sin poderes reales - termine en una consulta nacional y la elección entre Monarquía y República.
Esa es la auténtica razón por la que ni Felipe González, ni José María Aznar, ni Rodríguez Zapatero, ni Mariano Rajoy la pusieron en marcha pese a contar con todos los estudios y redacciones posibles. Pedro Sánchez no parece que vaya a cambiar el criterio de sus antecesores en el palacio de La Moncloa.