El 13 % de los empleos considerados esenciales en España son desempeñados por personas de origen extranjero, que además en su mayoría ocupan trabajos por debajo de su cualificación profesional, con peor remuneración, mayor inestabilidad y menor reconocimiento social.
Profesionales sanitarios, de ayuda a domicilio y cuidados, peones agrarios, personal de limpieza, repartidores, personal de supermercados y comercio, transportistas... son las ocupaciones mayoritarias entre la población de origen extranjero. De hecho, el 62,25 % de las personas inmigrantes fueron contratadas en estos trabajos esenciales durante 2020 y el porcentaje sigue aumentando. La falta de profesionales y las dificultades para la contratación de ciertos perfiles en sectores como el agrario o el sociosanitario se vieron agravadas con el cierre de las fronteras con motivo de la crisis sanitaria de la COVID-19.
Esta situación llevó a la Administración a poner en marcha medidas extraordinarias para agilizar los trámites de contratación a profesionales de origen extranjero, garantizando así la prestación de servicios elementales y evidenciando el papel fundamental de las personas migrantes, tanto en sectores económicos clave como en el conjunto de la sociedad.
A pesar de su gran peso en estos sectores, desempeñan una labor que, tradicionalmente, se ha llevado a cabo de una forma invisible y desapercibida, con unas condiciones laborales más precarias y un menor reconocimiento social.
Por estas razones, la ONG Accem (Asociación Católica Española de Migraciones) quiere fomentar el reconocimiento a estos empleos y a la población de origen extranjero que los desempeñan, recalcando que “lo esencial no puede ser invisible”. “Gracias a su compromiso, y especialmente durante la pandemia, la sociedad y las empresas han podido seguir avanzando y continuar su actividad a pesar de todas las dificultades”, afirman desde la organización, que pone caras, nombres y países de origen a estos puestos a través de la campaña ‘Esenciales’.
Nancy Viviana proviene de Argentina y trabaja en la empresa gallega de supermercados Vegalsa, dentro del departamento de logística. Desde su experiencia, “la situación se vivió de una forma desesperante, con muchas medidas de seguridad y de higiene, con muy pocos descansos y librando tan solo un día a la semana”. Sin embargo, se siente muy satisfecha del papel que ha desempeñado: “estoy orgullosa de haber servido a la población para que pudieran llevar la comida a sus mesas”.
Por su parte, Christ, procedente de Costa de Marfil y operario de limpieza en la empresa asturiana Grupo CLN, ha sabido darle la vuelta a todas las dificultades derivadas de la crisis sanitaria y ha encontrado cómo sacarle partido profesional: “aprendí muchas cosas, como desinfectar hospitales por la COVID-19 para acoger a la gente. Fue muy duro y trabajamos muchas horas, pero me gustó ayudar y poder aportar en esta situación”.
Hamazasp, de origen armenio y médico en Cáser Residencial Santo Ángel, en Murcia, pone de relieve la capacidad de adaptación de las personas inmigrantes a nuevos contextos y su resiliencia: “Creo que las personas extranjeras que hemos venido de países donde hay guerras o situaciones de extrema emergencia somos más flexibles y hemos reaccionado más rápido que especialistas de Europa, que tienen una vida, digamos, más ‘suave’”.
En la actualidad, en España hay 5,38 millones de extranjeros entre los que se contabilizan no solo los trabajadores, sino también las ciudadanos, principalmente jubilados europeos, que residen en las zonas más veraniegas que por lo general siguen conservando su nacionalidad primitiva.
En los últimos años, ecuatorianos, marroquíes, colombianos, peruanos y bolivianos han sido los que han conseguido un mayor número de concesiones de nacionalidad española, a los que se han unido más recientemente los venezolanos.