La maldición necrófila que persigue a la Constitución

La maldición necrófila que persigue a la Constitución

jueves 09 de diciembre de 2021, 23:07h

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En la playa, la montaña o las terrazas de toda España se ha festejado el 43 Aniversario de la Constitución. Casi de tapadillo, más ocupados los españoles del puente vacacional que suponía la fecha, que del sentido e importancia de la misma en nuestra reciente historia.

La clase política, mayoritariamente, la quieren convertir en un resto del pasado en lugar de una base sólida del futuro. Su “tatarabuela”, la gaditana de comienzos del siglo XIX tuvo aún peor suerte, lo mismo que las cinco que le siguieron entre 1837 y 1931.

No está de más recurrir a ese recuerdo no tan lejano en la historia de este país para ver lo que está pasando en este inicio del siglo XXI. Festejar el nacimiento de una criatura a la que en apenas 25 años la matarían tres veces parece un acto de necrofilia, en este caso política ya que se trata de la Constitución que se elaboró en Cádiz durante año y medio. La "Pepa" vivió poco y mal, apenas cumplió seis años y en ese tiempo estuvo más tiempo en la UVI de la vida pública que en plena salud legal.

De sus padres, de los doscientos que la aprobaron el 19 de marzo de 1812, un tercio la repudió nada más regresar Fernando VII de Francia dos años más tarde, entregándole al Rey el conocido como "Manifiesto de los Persas" en el que piden volver al absolutismo y colocar al soberano como centro del poder. De los 69 firmantes, la mitad pertenecía al alto clero que buscaba así recuperar todo el protagonismo ya que la voluntad real provenía de la voluntad de Dios.

Los grandes protagonistas de aquel Cádiz cercado por las tropas francesas, que buscaron en la Constitución una base para que España caminara por la senda de las ideas liberales que ya habían prendido - eso sí, de diferente manera - en Francia, Inglaterra y tanto en la América anglosajona del Norte como en la ibérica del Sur - tuvieron que exiliarse o fueron encarcelados y torturados. Durante seis años, Fernando VII hizo que el país retrocediese donde lo había dejado su padre antes de que Napoleón entregase el trono de España a su hermano José.

Gobernó con una camarilla de "amigotes" que cambiaba de parecer con la misma facilidad de cambiaba de ministros (alguno no duró más de 48 horas) en la que se mezclaban familiares, nobles de dudoso origen y simples criados que le habían acompañado en el exilio, algunos tan pintorescos como Pedro Collado, que pasó de aguador y encargado de vigilar los alimentos que se servían al Rey a uno de sus principales confidentes; o Antonio Ugarte, que de criado y maestro de baile pasaría a manejar una buena parte de los dineros de la Hacienda pública hasta conseguir junto a otro de los "amigotes" que se reunían en torno al soberano, el ruso Tattischeff, que nuestro país le comprara al zar Alejandro 5 navíos y 3 fragatas para combatir a los levantiscos independentistas americanos por la suma de 500.000 libras, que era exactamente la indemnización que los ingleses le habían dado a España por el tráfico de esclavos. Los cinco barcos no zarparon nunca de nuestras costas.

La "Pepa" volvería a estar vigente entre 1820 y 1823 gracias al levantamiento del teniente coronel Rafael de Riego, que consiguió que su acción se extendiera por toda España obligando al Rey a jurar la Constitución aprobada en Cádiz. Un juramento que no impediría al monarca conspirar todo el tiempo contra los sucesivos gobiernos y pedir a los monarcas europeos que le "ayudaran" a restablecer el absolutismo, algo que consiguió en abril de 1823 cuando cien mil soldados, bajo el mando del duque de Angulema, pasaban los Pirineos y obligaban a los liberales a volver a refugiarse en Cádiz.

Rendidos a las tropas euro-francesas, los defensores de la Constitución fueron perseguidos y muertos, y su máximo dirigente, Rafael de Riego, ahorcado el 7 de noviembre en la madrileña plaza de La Cebada. Como se ve, la hoy recordada "Pepa" no gozaba de buena salud en ese inicio del siglo XIX.

Seguro otra vez de su poder absoluto y hasta el 24 de septiembre de 1833, día en el que muere, Fernando VII desgobierna España al tiempo que ve como los territorios de America se desligan de la Metrópoli. Tendrá que dejar paso a medidas liberales por la malísima situación económica que vive el país, junto a una concepción absolutista de su poder, con enfrentamientos internos a todos los niveles.

Su viuda y sobrina, María Cristina de Borbón se convertirá en Regente hasta que su hija Isabel llegue a la mayoría de edad, con el hermano del Rey, Carlos María Isidro reclamando la corona y dando lugar a la que sería la primera guerra carlista en España.

Nuestra "Pepa" aparece de nuevo en escena tres años más tarde, en el verano de 1836, cuando los sargentos del Regimiento de La Granja, donde veraneaba la Regente, entran en sus aposentos y le obligan a firmar la vuelta a la Constitución de 1812. Un regreso que apenas dudaría año y medio, para terminar siendo sustituida por una nueva Carta Magna que será consensuada por los dos grandes partidos o facciones que se alternaban en el poder.

Los "espadones" ya han entrado en la escena política española, y en concreto Espartero chantajea a María Cristina con hacer públicos sus acuerdos matrimoniales secretos con el padre de sus "nuevos" ocho hijos, Agustín Fernando Muñoz Sánchez, y la obliga a marcharse a Paris, si bien antes concede a estos otros tantos títulos nobiliarios.
La "Pepa" desaparece envuelta en otro de los peores reinados de nuestro país, con un reina niña a la que manejan todos y que el conde de Romanones describe en un retrato feroz y durísimo sobre la inteligencia y dotes de su soberana, aún peor que el que la madre de Fernando VII había hecho de su hijo 25 años antes.

No parece que tengamos, pues, mucho que festejar, salvo los sueños y esperanzas de aquellos que a lo largo de la historia de España han perdido muchas veces más que ganado.

La "Pepa" se convirtió en un mito al igual que ocurre con todos aquellos que mueren jóvenes. Ella, apenas vivió un cuarto de siglo y la mayor parte de su vida traicionada y "encarcelada" por el absolutismo monárquico de uno de los peores reyes que hemos tenido.
Un mito que sirve para hablar del ayer y evitar así hablar del hoy. Los grandes discursos que a veces se han pronunciado en Cádiz han acumulado palabras y se han olvidado de los hechos.

Y se han olvidado que a la nieta de aquella, la Constitución de 1978, se le acusa de haber envejecido prematuramente y al igual que le ocurrió a su antepasada está siendo atacada por todos los flancos. Será que los que alcanzan el poder en cualquier época terminan pareciéndose demasiado.

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