Felipe VI y Caronte Sánchez en la laguna Estigia
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Felipe VI y Caronte Sánchez en la laguna Estigia

martes 28 de diciembre de 2021, 03:04h

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Hoy está en el museo de El Prado y pasa desapercibido para la mayoría de los visitantes de la pinacoteca. Es pequeño, apenas un metro de ancho por sesenta centímetros de alto. Dominan en él los verdes y azules y en el centro, un barca con dos personas. Lo busqué con paciencia de sala en sala para intentar descubrir la razón por la que el soberano que reinó en cinco Continentes lo compró en Amsterdam para colgarlo en su dormitorio de verano.

Lo pintó Joachim Patinir hace 500 años, cuando los Países Bajos eran una parte del Imperio español, y Felipe II, en uno de sus prmeros viajes como Príncipe de Asturias, lo incorporó a su Colección privada, en la que estuvo hasta su muerte en El Escorial en 1598. Se salvó del incendio que destruyó el Alcazar real en 1734, ya con la Casa Borbón en el trono, y terminó en el Prado junto al resto de los pintores flamencos. Indagar en la imparable decadencia de los Austrias, origen de mi interés por el Rey que reinó brevemente en Inglaterra e Irlanda, me llevó al origen mismo de la diferencia política de derecha e izquierda en la que nos movemos desde hace siglos.

Patinir le puso nombre a su obra, “El paso de la laguna Estigia”. y si Felipe VI lo hubiera tenido a sus espaldas durante su octavo discurso de Navidad - en lugar de los de la argentina Sarah Grillo y el catalán Rafols Casamada, sacados de la Colección del Patrimonio Nacional y que eran como un puñetazo a los ojos del espectador, por lo fuera de lugar como aparecían - el fondo del mensaje y el escenario se habrían encontrado en perfecta armonía. No fue así y el Rey perdió una buena ocasión para ir más allá de los tópicos de los últimos años, adornados en los pésimos cambios de planos por una segunda referencia a la pandemia y a la importancia salvadora que tiene para España la pertenencia a la Unión Europea.

No tuve más remedio que traer a mi memoria el cuadro que con tanto cariño guardó Felipe II al ver y escuchar en esos trece minutos el relato que haría hoy el viajero que acompañaba al barquero Caronte en su travesía por la laguna Estigia, sin saber en qué lado de la misma terminaría por atracar la inestable y aparentemente débil embarcación, condenada a repetir el trayecto por toda la eternidad.

España conducida por Caronte Sánchez sin decidir el punto final en el que desembarcará su viajero, que aparece desconcertado y tal vez acorralado por el miedo que le infunde ese viaje.Si opta por su derecha y hace caso al ángel sin sexo definido que le llama desde la orilla - da igual que se llame Ursula o Christine - terminará en el Parnaso de la democrática Europa siempre, claro está que escoja en el timón la puerta pequeña y dura de los sacrificios; si escoge la orilla izquierda se topará de bruces con el Averno y con ese Cerbero de tres cabezas que están representados por el FMI, el BCE y la Comisión.

Barquero y pasajero se encuentran en mitad de la laguna sin saber muy bien hacia dónde dirigirse. Caronte maneja con fuerza el timón que parece escorarse hacia su izquierda como si buscara la protección de la torre de piedra que se alza en esa orilla, y si miramos con atención se percibe el miedo que aparece en el rostro de su acompañante. A los dos les atrapó el pincel de Patinir y los dos ocuparon durante cincuenta años los sueños y pesadillas del Emperador.

El agua que amamanta la laguna para evitar que se seque tiene su mejor traslación temporal a este 2021 en ese rio Leteo que son los 140.000 millones que nos adjudicó Europa y que ya sabemos que llegarán con cuentagotas siempre y cuando Caronte no equivoque el rumbo.

Sin esfuerzo podemos dejar a un lado las menciones al paro, a la tecnología, a la igualdad entre hombres y mujeres, al medio ambiente, al cambio climático, al respeto a las instituciones, al cumplimiento de las leyes, a la solidaridad… todas ellas se dan por descontado en una sociedad democrática y europea en el inicio del siglo XXI.

Volví a mirar el cuadro en el ordenador en la mañana de Navidad y me afirmé en la idea de que era el que tenía que haber estado a la espalda de Felipe II, sobre todo cuando colocó a la Constitución como la viga maestra sobre la que se ha construido la España de hoy, y que nos ha permitido transitar por estos cuarenta años superando tanto los momentos más duros como celebrando la generosidad y el valor demostrado por los ciudadanos. Es la barca que aparece pequeña y débil pero que ha demostrado su fortaleza incluso cuando han aparecido grietas y ha entrada el agua.

Hace 43 años la Constitución ayudó a la Monarquía a sobrevivir como heredera del franquismo, tras haber esa misma Monarquía ayudado a poner los imprescindibles tablones de madera que hubo que buscar tanto en la memoria de la II República como en la memoría de los años de la Dictadura y la convulsa historia de la Casa Borbón. Hoy nos encontramos en la misma laguna Estigia que cruzaron los vencedores y los derrotados de la Guerra Civil haciendo que la barca encontrar a tierra firme entre las dos orillas.

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