La suerte del primer ministro británico, Boris Johnson, está en el alero después de que se conociera que durante las duras medidas de reclusión ordenadas por el propio gobierno para luchar contra el coronavirus, el líder tory celebró una fiesta en el propio número 10 de Downing Street, con otros altos funcionarios y colaboradores.
Las opiniones entre los mismos dirigentes torys están divididas, mientras unos piensan que el escándalo acabará con la carrera político del hombre que logró que ganara el brexit, otros opinan que las reglas generales de la política no son aplicables a él y que las encuestas siguen dándole una evidente ventaja en unas posibles elecciones.
En los últimos comicios, convocados por el mismo Johnson en 12 de diciembre de 2019, los torys se alzaron con una contundente victoria del 43,6% de los votos y 365 escaños en la Cámara de los Comunes, frente al 32,1% (202 escaños) de su contrincante el laborista Jeremy Corbyn. Hoy las encuestas siguen dándole la victoria a pesar de este y otros escándalos. Las próximas elecciones no tendrían que convocarse hasta diciembre de 2023.
A pesar de haber tenido que pedir perdón por la fiesta celebrada en un en el jardín de Downing Street el 20 de mayo de 2020, a la que asistieron decenas de personas, Boris Johnson, que estuvo hospitalizado por Covid, durante diez días, a principios de abril, sigue negando la mayor y afirma que asistió a tomarse unas cervezas sin saber que aquello era una fiesta en toda regla y con tantas personas.
Su futuro ahora depende de la investigación interna que está realizando Susan Gray, segunda secretaria en la Oficina del Gabinete, para que luego otras instancias políticas decidan si el primer ministro infringió o no las reglas. En una primera instancia parece que la investigación ha descartado que Johnson cometiera un delito penal.
La primera propuesta del Gobierno fue que la investigación la realizara el secretario del gabinete, Simon Case , hasta que se recusó luego de que se conociera que él mismo alto cargo había celebrado supuestamente otras fiestas en su propia oficina durante los periodos de reclusión extraordinarios.
Como en todas las cuestiones en las que interviene Boris Johnson, los medios de comunicación británicos no pierden la ocasión de sacar punta a los detalles y así la cadena de televisión Sky News destacaba en tono humorístico el pasado “tabernero” de la investigadora que tenía que redactar un informe sobre gente bebiendo.
Sue Gray, de 60 años, tiene un pasado muy sólido como alta funcionaria, pero a finales de la década de 1980 pidió unas vacaciones para irse a vivir a Irlanda del Norte con su esposo, el cantante de country y western Bill Conlon, donde montaron un pub, al que iban a beber tanto protestantes como católicos, en guerra permanente.
De vuelta a la administración, se especializó en la investigación de los comportamientos de los altos dirigentes políticos y la entonces primera ministra Theresa May le encargó que indagara si el diputado conservador Damian Green había mentido sobre la presencia de imágenes pornográficas en su ordenador de la Cámara de los Comunes.
En tiempos de David Cameron (2010-16), Gray también dirigió la llamada investigación "plebgate" sobre las acusaciones de que el entonces jefe de los diputados torys, Andrew Mitchell, había insultado a los agentes de policía en Downing Street, lo que finalmente le llevó a tener que dimitir en 2012.
En sus memorias, David Laws, un ministro liberal en el gobierno de coalición de 2010, afirma que el director del gabinete del primer ministro Cameron , Oliver Letwin, le Habría dicho que "nuestro gran Reino Unido en realidad está completamente dirigido por una dama llamada Sue Gray, la jefa de ética o algo así en la Oficina del Gabinete" y que "A menos que ella esté de acuerdo, las cosas simplemente no suceden. Reorganizaciones del gabinete, reorganizaciones departamentales, todo, todo depende de Sue Gray".
Además, todos los males que van cayendo sobre Boris Johnson se atribuyen a su ex consejero Dominic Cummings, al que se atribuye gran parte de la victoria de los partidarios del brexit, que tras pasar dos años en Downing Street salió de manera precipitada tras conocerse que había roto las reglas del confinamiento para ise de vacaciones con su familia y sobre todo tras su enfrentamiento con la actual esposa del primer ministro Carrie Symonds, a la que acusó de entrometerse en los asuntos de gobierno. Con 33 años es la primera dama más joven del mundo.