Aunque la respuesta del dólar a lo acontecido en los últimos días ha pasado a los titulares por alcanzar un nuevo mínimo desde que estalló la pandemia, a la vista de lo que se ha vivido en otros mercados y sin tener que llegar al extremo de lo ocurrido con el níquel, nadie puede hablar de algo anormal. O sí. Lo anormal es lo modesto de su variación.
AVISO A NAVEGANTES
Tendría que haberse apreciado más, y eso es un aviso a navegantes. En situaciones de elevado estrés, el mercado busca refugio en la liquidez, y liquidez es sobre todo dólares. El estrés también fuerza la búsqueda de seguridad, y el dólar tiene ese atributo.
El alza absolutamente desordenada de los precios de todo tipo de materias primas, cotizadas todas ellas en dólar, incrementa también la demanda de la divisa norteamericana.
Si, además, parte importante de esos dólares son pagados a cambio de energía a Rusia y a consecuencia de las sanciones los dólares no vuelven al mercado, tenemos un cuarto factor.
Para completar el seísmo que sacude los mercados hace que muchas posiciones en los mercados de futuros entren en pérdidas, obligando a cubrir las diferencias mediante la aportación de más y más dólares de un día para otro, algo que alcanzó su paroxismo el lunes 7 en el London Metal Exchange, que, para evitar una debacle todavía mayor, hubo de suspender y cerrar la negociación de uno de sus principales contratos. Hasta ahora.
TENGÁMOSLO EN CUENTA
Cualquiera con experiencia en el funcionamiento del mercado a quién se le relatase por anticipado lo acontecido y se le pidiese que adelantase una hipotética crónica de los mercados de divisas de los días posteriores, hubiese relatado una crisis protagonizada por una fuerte apreciación del dólar teniendo como principal víctima al euro que además arrastraría consigo a muchas de las divisas del este de Europa, provocando a su vez una fuerte depreciación de las divisas de economías emergentes en diversas partes del mundo.
El dólar podría entonces estar cruzándose en niveles muy cercanos a la paridad con el euro y provocando una revisión general de pronósticos en los que abundarían niveles entre 0.95 y 1.05 y apuntando muchas crónicas a la posibilidad de que el paso siguiente bien podría ser regresar a los niveles de 0.82 que, aunque durante poco tiempo, se dieron a comienzos de siglo.
No hemos tenido esto. Al menos de momento. Sin embargo, la diferencia de impactos de esta crisis es tan importante que, sin dejar de afectar a todo el mundo, tiene claramente a Europa en su núcleo. Tengámoslo en cuenta.
SE CREA UN PRECEDENTE
Además de que a pocos interesa una crisis de divisas, el dólar puede estar siendo frenado en los niveles actuales del mismo modo que se hizo al estallar la pandemia, mediante líneas de soporte y transferencias desde la Reserva Federal para garantizar disponibilidades líquidas al resto del mundo.
Seguramente es la razón más importante, como lo fue entonces. Puede estar también viéndose afectado por una singular acción que se ha dado por primera vez tras la reinvención del Sistema Monetario en Breton Woods, la incautación, “temporal” dicen, de la mitad de las reservas de divisas de Rusia. Ha provocado un enorme daño al rublo del que le costará recuperarse, pero es un hecho de extraordinaria trascendencia.
Solo cabe imaginar como lo están valorando los gestores de las reservas de muchos bancos centrales, particularmente China, primer tenedor extranjero de bonos norteamericanos. Creado el precedente, la seguridad y confianza en el dólar ha podido resultar gravemente dañada, y eso tiene también un precio, aunque se pague aplazado.