Fueron los primeros espías, aunque el régimen no lo sabía porque el secreto para pasar inadvertido es no parecer lo que se es.
Hoy estos agentes hablan varios idiomas – especialmente el ruso y el árabe – están entrenados en técnicas de simulación, pero siguen sin parecer espías, porque el personaje del infiltrado siempre ha sido un tipo de apariencia menor, discreto, que no genera preocupación ni sospecha, que se mezcla con la gente y sabe de quien no se puede fiar, sobre todo si es de los suyos.
Todo esto me recuerda a la serie francesa “Oficina de infiltrados”, que lleva siete temporadas de éxito en las televisiones del mundo y refleja la vida de los espías de la Dirección General de Seguridad Exterior, que desarrollan una función equiparable a la CIA norteamericana, al Mossad israelí o al MI 5 británico.
No crean que me he olvidado del CNI español, servicio de inteligencia muy valorado por otras agencias internacionales gracias a la información que posee sobre terroristas islamistas y al trabajo de campo que desarrollan en algunos países árabes, pero en estos momentos este departamento de inteligencia está siendo desnudado y debilitado por Pedro Sánchez debido a su insólito comportamiento al desprestigiarlo públicamente y retransmitir en directo acusaciones, en algún caso falsas, sobre actuaciones que según declara, son ilegales y dice que las desconocía.
Una mentira más en su colección de falsedades no es noticia, pero la acusación que ha hecho hoy en sede parlamentaria es muy grave porque, si fuera cierta deberían haber caído algunas cabezas, como la de la ministra de Defensa, y a la Directora del CNI se la habría expulsado del servicio y sometida a juicio.
Sánchez está jugando con el honor de las personas y la seguridad del Estado. El Jefe del CNI, en última instancia, es el propio Presidente del gobierno y a todas luces es él quien está delinquiendo, porque pone en riesgo nuestra seguridad y la credibilidad internacional de una entidad vital del Estado, en un momento en el que la palabra del Presidente no vale nada.
Por sobrevivir chapoteando en su colección de actuaciones indignas es capaz de todo y el balance de su gestión está siendo el mejor servicio posible a los independentistas catalanes y a sus otros socios de coalición que trabajan por destrozar este país, pero la jugada le está saliendo mal porque sus chantajistas se chotean de él y ya no hay quien le respete.
Los suyos solo le temen.