Tal parece que a mediados del siglo XIII confluyeron dos hechos que ochocientos años más tarde iban a marcar la vida de los españoles en general y de uno de ellos en particular: en la Inglaterra de los Plantagenet, el rey Ricardo se marcha de la Tercera Cruzada y se abren las puertas del poder para su hermano menor, Juan sin Tierra, y se escriben los primeros párrafos de la que será una de las grandes leyendas de la época medieval, la de Robín Hood, y la de su reverso malvado, el shérif de Nottingham. En esos mismos años, en la España de la llamada Reconquista, Ibn al- Hamar, caudillo nazarí y Fernando III de Castilla firman un acuerdo de paz por el que el dirigente musulmán se compromete a rendir vasallaje al rey cristiano a cambio de mantener sus dominios y sus dos castillos, los que delimitan y protegen el por entonces enclave estratégico de Cambil, al sur de la provincia de Jaén y puerta de entrada para la posterior conquista de Granada que realizaron los Reyes Católicos.
- ¿Qué tienen en común Cambil y el bosque de Sherwood?, dirán los que estén leyendo este introito: pues que en ambos casos hablamos de tributos, de impuestos, de ricos y pobres, de gobernantes y gobernados.
- Vale, contestarán a mi explicación temporal y geográfica, pero ¿ a qué viene el traer esos datos a la España de hoy?
- Sencillo si les menciono un nombre que lleva año y medio recaudando de aquí y de allá, dándonos disgustos un día si y el otro, también, sin por ello perder la sonrisa, una gran carga de ironía en sus intervenciones parlamentarias, una capacidad
inmensa para utilizar las palabras hasta retorcerlas para que escondan lo que quiere decir son decirlo, un aplomo digno del mejor par de la Iglesia, un aguante sin límites, y la fe de un equipo que le sigue como un solo hombre: Cristobal Ricardo Montoro Romero, nacido en julio de 1950 en Cambil, donde vivió hasta los quince años a la sombra de los dos roquedales que fueron castillos, y al que muchos ven como un moderno y democrático shérif de Moncloa.
Tras cuatro años de ministro de Hacienda con José María Aznar y otro largo con Mariano Rajoy, el titular de los impuestos, que es un cargo desagradable donde los haya y más en tiempos tan duros como los que vivimos, en los que el estado mira hasta debajo de las piedras para encontrar el duro que le ayude a pagar todo lo que se debe, no se inmuta cuando hace justo lo contrario de lo que estuvo diciendo hasta el minuto anterior, ni descompone el gesto cuando le lleva la contraria a su compañero y sin embargo adversario en el gobierno, el ministro de Economía, Luis de Guindos.
Se queda tan tranquilo cuando advierte que los impuestos van a subir y subir y subir, en todos los campos y al mismo tiempo, que ya llegarán los tiempos de bajarlos, si es que esos tiempos llegan con él en el gobierno. La coyuntura le tiene sin cuidado: que en Chipre se desata la enésima tormenta financiera y bancaria, pues va y lanza que los depósitos bancarios van a sufrir una pequeña imposición para cuadrar las cuentas autonómicas, eso como aperitivo de la futura tasa Tobin aprobada en Bruselas para todos los países del euro. Toda una declaración de principios que deja, digamos con el "culo al aire" a su colega gubernamental, que unas horas antes defendía la " inviolabilidad" se los depósitos bancarios por debajo de los con mil euros.
Dada su formación académica como catedrático Hacienda pública en la Universidad de Cantabria y sus años de estudiante en la Autónoma madrileña, a la que acudía desde el domicilio familiar del paseo de Extremadura, doy por sabida la historia de su pueblo e incluso el origen de la palabra nazarí, que esa es otra; y aún más sabida la historia entre real y mítica del shérif del bosque y del arquero ( noble o plebeyo) que se lo quitaba a los ricos para dárselo a los pobres. Ya sabemos que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Creo que Cristobal Montoro, nuestro ministro de las tijeras y los impuestos, se divierte un poco más cada día que pasa. Se lo pasa en grande cuando deja caer que sabe casi todo de casi todos, ya sean artistas, periodistas o políticos. Que siente especial delectación cuando le lleva la contraria a sus compañeros en el Ejecutivo o en el partido, en especial cuando le da un cachete a Luis de Guindos. Sabe que tiene la confianza del presidente y que cada semana el menú que le pone encima de la mesa son lentejas. Hay que recaudar y recaudar y si la deuda pública crece y crece y cada vez nos cuesta un poco más las emisiones del estado, pues ya se sabe se deja los principios liberales a un lado, y se buscan los bolsillos de los ciudadanos.
Para don Cristobal, abandonada la media barba y rasurado con esmero y dorada la piel por los rayos Uva, el trabajo que hace es el que le ha encargado el líder y el que le gusta. Su máxima aspiración en política sería llegar a la vicepresidencia del gobierno, nada más y nada menos, y llegado el caso, que llegará de dejar el primer plano de la política dedicarse a la vida profesional dentro de un buen despacho. Ni le veo, ni se ve volviendo a las aulas. Tal vez por eso puede decir a los que le preguntan que en sus actuaciones con hay nada personal, que sólo son impuestos.