En el Partido Popular estaban seguros de su victoria pero temían que les faltaran cuatro o cinco diputados para conseguir la investidura del actual presidente de la Junta. Una negociación con Vox, que se ha hartado de asegurar en la campaña de Macarena Olona que les haría pagar muy caro su apoyo, a imagen y semejanza de lo ocurrido en Castilla y León, les producía un ataque de nervios. Con la misma participación que en 2018 los andaluces les han dado vía libre para que gobiernen en solitario.
La catástrofe de Ciudadanos, reconocida por Juan Marín pero mas justificada, adelanta lo que le va a ocurrir a Inés Arrimadas y al proyecto que fundara Albert Rivera: de equivocación en equivocación hasta el desastre final. Cero en Madrid, cero en Andalucía y futuro cero en España. Los sueños de llegar al poder sumando trozos arrebatados a socialistas y populares han tenido un mal despertar. Aquel centro liberal ya tiene dueño y es el PP.
A la izquierda que nació con el ya histórico 15M le está pasando lo mismo. La herencia de Pablo Iglesias estaba envenenada y sus decisiones de dejar a un triunvirato para que le sucediera han llevado a Unidas Podemos al resultado de Andalucía, con la inestimable ayuda de la “separatista” Teresa Rodríguez, que soñaba con imitar el andalucismo de Rojas Marco para crear una especie de Esquerra Republicana en blanco y verde. Otro error mayúsculo. Como error ha sido el intento de Yolanda Díaz de crear desde su militancia en el PCE y en contra de sus compañeras Belarra y Montero un nuevo espacio de izquierdas. Ha muerto antes de nacer.
El socialismo andaluz, el que crearon Felipe González, Alfonso Guerra y el resto de compañeros que dirigieron el PSOE hasta la irrupción de José Luís Rodríguez Zapatero, ya no existe. Se ha muerto y le han matado desde la capital del Reino. Sigue siendo la única izquierda reconocible pero tan necesitada de un cambio de liderazgos y de programas que, de no hacerlo con rapidez, puede convertirlos en la misma estatua de sal en la que se han convertido sus compañeros en Madrid.
En Andalucía se ha votado con la imagen de España y de su actual Gobierno en la cabeza. Juanma Moreno ha tenido la inteligencia de dejar a un lado las siglas de su partido y colocarse él como referente del futuro de su tierra. Entre el miedo a ir demasiado lejos por la derecha y el miedo a quedarse destruidos por la izquierda, los ciudadanos de las ocho provincias han decidido que en época de incertidumbre, de grandes incertidumbres como la que vivimos, mejor no hacer mudanza. Mantener al frente de la Junta a quien hoy por hoy representa para ellos la moderación, el equilibrio y la tranquilidad. Serán los próximos meses los que les digan si han acertado o no. Hoy, esos mismos ciudadanos, lo que les han dicho al resto de los españoles - incluidos los que no quieren serlo - que España tiene que cambiar para poder seguir siendo alguien en el mundo que nos rodea.
Lo ocurrido en las elecciones autonómicas andaluzas sirve para ver que el empuje que había mostrado hasta ahora la derecha radical de Santiago Abascal tiene un horizonte limitado y que le faltan nombres para crecer. No vale con un mini núcleo duro y unos mensajes catastrofistas, Vox tiene que conseguir una estructura de partido de forma rápida o se irá diluyendo de la misma forma que lo está haciendo Unidas Podemos.
Sirve para comprobar que las decisiones del Gobierno de Pedro Sánchez, en esta situación de crisis económica y desafíos políticos que van más allá del propio país, no cuentan con la aprobación de la gran mayoría de los ciudadanos. Los andaluces, al igual que hicieron los madrileños, se lo han dicho alto y claro. El presidente y secretario general del PSOE debe tomar una decisión difícil pero inevitable: su actual equipo no le sirve para su propio futuro, tampoco para el de España. Lo tiene que cambiar y cuanto antes lo haga mejor para todos.
La paradoja de esta situación es que a los socios de Sánchez en el Gobierno les ocurre justamente lo mismo. Se están condenando ellos mismos a la desaparición si siguen en un Ejecutivo al que no controlan y del que reciben migajas programáticas que no se traducen en apoyo social. Al PSOE de Sánchez le sobran tanto Unidas Podemos como ERC, Bildu y la CUP; y a todos ellos les castiga en las urnas su apoyo al PSOE. Uno y otros tienen un año por delante para romper lazos y presentarse a las elecciones autonómicas y municipales del 25 de mayo de 2023 con identidades propias. Una necesidad difícil de gestionar cuando sólo se tienen 120 escaños en el Congreso.