Si funcionaba era por pura casualidad porque Stephen Hawkins nos ha explicado que la flecha del tiempo se mueve en una sola dirección, siempre adelante. Y la dificultad para predecir el futuro sigue vigente mientas nosotros no abandonamos los esfuerzos por desentrañarlo, aunque sepamos que la realidad pueda acabar sorprendiéndonos una vez más.
Por eso hay que ser muy humildes al enfrentar el ejercicio, sin embargo, necesario, de intentar desvelar las posibilidades de evolución que ofrece la actual situación mundial caracterizada por unos Estados Unidos en una crisis interna derivada del rebrote de nuevas cepas de la pandemia, de una polarización política sin precedentes, de la subida de la inflación y bajada de las Bolsas, y de no poder concentrar su atención en China como desearía debido a la invasión rusa de Ucrania. Todo lo cual llena de nubes negras las expectativas del Partido Demócrata en las elecciones de noviembre.
Por su parte, China ha frenado su crecimiento, sufre también de la COVID que combate con medidas draconianas y costosas como muestra el prolongado cierre de Shanghái (5% del PIB chino), mientras ha emprendido un proceso de rearme sin precedentes montado en una ola de nacionalismo que amenaza a Taiwán de forma cada día más explícita a la vista de la celebración en noviembre del XX Congreso del Partido Comunista Chino.
Y Europa, que tras el Brexit ha dado pasos importantes en su proceso de integración durante la pandemia y la actual invasión de Ucrania, teme que la prolongación de la guerra y el asimétrico efecto económico que las sanciones a Rusia tienen sobre los 27 países de la UE acaben rompiendo la cohesión interna mostrada hasta la fecha , en un proceso que Moscú tratará comprensiblemente de fomentar.
En el caso de Rusia, su futuro dependerá de la marcha de la guerra en Ucrania y del efecto de las sanciones sobre su economía, que según Elvira Nabiullina, gobernadora del Banco Central, empezarán a hacerle daño de verdad a partir del próximo otoño diga lo que diga Putin.
Si tratamos de sistematizar al máximo se me ocurren tres posibles escenarios de futuro:
El primero es un escenario catastrofista en el que todo va mal: Rusia acaba aplastando la bravura de Ucrania, que es desmembrada y neutralizada, y se hace más prepotente y agresiva mientras el aislamiento al que es sometida y las sanciones le producen una frustración peligrosa. En EEUU la situación económica devuelve a la Presidencia a Trump o a alguien igual de impredecible dando lugar a un escenario en el que todo puede ocurrir, desde la introspección al liderazgo agresivo.
Europa se ve privada del gas y petróleo de Rusia mientras crece la inflación y todo eso nos aboca a un invierno sin calefacción, a una recesión y a la ruptura de nuestra cohesión interna, mientras China trata de aprovechar la debilidad que percibe en Occidente para lanzar un ataque sobre Taiwán. La tormenta perfecta.
El segundo escenario es también bastante malo, aunque no tanto y quizás sea el más probable: la guerra de Ucrania se empantana, el orgullo ruso sufre y su prolongación infringe daños económicos a todos mientras crece el riesgo de una extensión del conflicto, incluso por un error que nadie desea.
Una Rusia humillada y revanchista no es el vecino ideal. En EEUU hay un presidente sensato que logra evitar la recesión, también Europa consigue aprovisionarse de la energía que ha dejado de comprar en Rusia (y que este país vende en otros mercados como China o la India), y China ve el alto coste que tiene para Rusia la invasión de Ucrania en términos militares, económicos y de reputación internacional y decide no invadir Taiwán por ahora... La economía evita la recesión, aunque tampoco da para tirar cohetes.
El tercer escenario sería el deseable, aunque eso no lo convierta en el más probable: Rusia y Ucrania firman un alto el fuego que probablemente impondría a la última la pérdida definitiva de Crimea y de la región de Donbás.
Rusia lo presenta como un triunfo (aunque solo ella sepa lo que le ha costado), pero no consigue ser aceptada como un vecino normal en Europa, lo que le hace continuar gravitando hacia China.
Los combustibles fósiles fluyen de nuevo y evitan la recesión económica en Europa y en los EEUU, que recuperan su liderazgo internacional y que ofrecen a China ámbitos de cooperación (desarme, clima, pandemia, pobreza, Ártico, espacio...) a cambio de que, sin renunciar a Taiwán, Pekín meta su reivindicación en el congelador otra temporada. El mundo comienza la difícil negociación que deberá llevar a la adopción de nuevas normas que nos gobiernen a todos y a la remodelación de las organizaciones internacionales heredadas de la Segunda Guerra Mundial que han quedado obsoletas, evitando así el temido “desacoplamiento” geopolítico.
Lo que pasa es que la energía puede acabar siendo determinante antes de que todo eso suceda porque si la guerra sigue y Europa habla de cortar las compras de petróleo y de gas en Rusia, Moscú puede no esperar tanto (pues, aunque exporte menos, los precios son más altos) y cortarnos el gas el próximo invierno creándonos una situación muy difícil porque nos faltarán los combustibles fósiles.
Del gas no hace falta hablar porque el ruso es de imposible sustitución a corto plazo, y en cuanto al petróleo, si sacamos del mercado tres millones de barriles rusos al día (11% del total) no hay forma humana de encontrarlos en otro lado:
Biden va a Arabia Saudí haciendo de tripas corazón para pedirle a Mohamed bin Salman (el supuesto asesino de Kashoggi) que aumente la producción, pero, aunque quisiera (que no está claro que quiera) su capacidad no es mucha. Y tampoco lo es la de Venezuela después de que Chávez y Maduro hayan expoliado a PDVSA. Queda Irán, sometido a sanciones que le impiden exportar.
De esta manera, un escenario a corto plazo sin gas ni petróleo o a 150 dólares/barril no es inimaginable. Y eso sería muy malo para nosotros porque además llevaría a Europa a depender más de Estados Unidos... salvo que también este país entrara en pánico y prohibiera a su vez las exportaciones de petróleo para contener los precios en las gasolineras y tratar de no perder el Congreso y el Senado en las elecciones de Midterm. No es tampoco un escenario inimaginable. Lo siento mucho.