La Nueva Trova Cubana era uno de los mitos del comunismo castrista de los años setenta y en España Fidel Castro y la revolución que defendía frente al “imperialismo yanqui” eran poco menos que unos héroes. Las decepciones en cadena vendrían después, mucho después de la entrada triunfal de los revolucionarios en La Habana en 1959. El castrismo se exportaría a toda la América latina y su inevitable evolución sigue latiendo desde Venezuela a Colombia.
Sin Fidel, sin Kennedy y la crisis de los misiles, sin el frustrado desembarco en Bahía Cochinos, sin Miami y sus refugiados, sin la caída del Muro de Berlín, sin los desengaños sucesivos que padece la izquierda europea, sin las herencias de Lenin y Mao Zedong, sin Pinochet y sin Allende, sin la dotrina Monroe de América para los americanos, sin los 40 años de Francisco Franco, sin nuestro tantas veces contado 23F, sin toda esa suma de historias que han creado nuestra propia historia tal vez la Yolanda gallega y comunista no habría estudiado Derecho, no se habría dedicada a la política, no habría conocido a Pablo Iglesias, no habría sido “la elegida” para sucederle y no tendría, hoy, la ineludible necesidad de sentirse la costurera mayor del Reino.
Es más que posible que en esos comienzos de los años setenta del siglo que ya ha pasado, con tantas guerras a sus espaldas, la madre de nuestra Yolanda no tuviera más remedio que coser y recoser camisas, faldas y calcetines como tantas otras mujeres de su tiempo. Sin sentirse heroinas capaces de contar una parte de la peor historia española bajo el nombre de Sira Quiroga, inventados sus días por María Dueños y tan actual el recorrido de sus pasos desde Madrid a Tanger como lo son los del ministro Albares entre La Moncloa, Rabat y Argel. El amor y el desamor son la moneda de dos caras que utilizaba Jano para engañar a los ciudadanos de Atenas.
Nuestra vicepresidenta se siente tan costurera y tan imprescindible para salvar a la izquierda de est país que no ha podido expresar mejor la situación en la que vive el Gobierno de Pedro Sánchez, por un lado, y la coalición a la que representa, por otro. Se pasa el día cosiendo desencuentros, ya sean con Margarita Robles o con María Jesús Montero; con Ione Belarra o con Pilar Alegría; con Teresa Rodríguez o con Mónica Oltra. También con Unai Sordo y Pepe Alvarez o con los dos dirigentes sindicales y Antonio Garamendi.
Nada escapa a sus agujas e hilos, las tiene de todos los tamaños y de todos los colores. Ella misma ha transformado su vestuario de forma radical y hasta le ha servido de inspiradora a su amiga y compañera Irene Montero. El envoltorio tiene tanta importancia como aquello a lo que envuelve, ya sea en Madrid o en Nueva York, ya viaje en “low cost” o en Falcon oficial. Siempre la “Gran Manzana” merece una buen prédica feminista.
Los pactos gubernamentales en coalición se deberían respetar pero nunca se respetan. Se cambian, se reescriben, se aplazan, se amoldan a los tiempos. Ahora se sentarán a hablar y se quedará en nada. Los mil millones de inversión extra para Defensa no se pueden tocar, es un compromiso de Estado y al presidente no le van a amargar los abrazos con Biden, ni las cenas en El Prado, ni el futuro europeo.
Habrá compensaciones sociales que para eso está el ministro Escrivá y sus hojas de cálculo. ¿Explicaciones ?, ¿ justificaciones?. Siempre hay una pandemia a mano o una Ucrania convertida en el gran saco roto en el que descargar los males endémicos del sistema.
Si Mariano Rajoy inventó las ruedas de prensa en plasma y sin preguntas, la ministra Rodríguez ya ha demostrado que es capaz de hacer callar a su compañera de Gabinete, de adueñarse de los deseos de los periodistas que se acercan a Moncloa y demostrar que, si gobernó Puertollano con una sonrisa de veloz guepardo ahora puede hacerlo con los afilados dientes de una pantera. Si Díaz se empeña en coser los comportamientos, Rodríguez se empeña en coger las tijeras que convierten las palabras en dispersas letras sin sentido.
Una y otra llegaron a la capital del Reino desde las provincias. La primera tiene puestos sus sueños en el palacio de La Moncloa; la segunda en el palacio de Fuensalida. La primera se ha curtido en las luchas sindicales; la segunda en los escalones del socialismo manchego. José Bono y José María Barreda fueron sus mejores profesores y si Emiliano García Page decidiera, como ha sugerido en las últimas semanas, no ser el candidato del PSOE en las futuras elecciones de mayo, con toda seguridad su recambio habría nacido en Abenójar un cinco de junio de 1981 y con 23 años se habría sentado en el Senado de este país. Comprobado está que los ministros aguantan todo y que los periodistas hacemos trístemente lo mismo.