“Boris Johnson ha anunciado que dejará el cargo de primer ministro y ha criticado la decisión "excéntrica" de su partido de destituirlo. Admitió su decepción personal y su "dolor" por perder el cargo, pero elogió el "brillante sistema darwiniano" que lo derribó. En un golpe a la avalancha de renuncias ministeriales que finalmente lo sacaron del poder …”, así lo resumía el “Times” la noticia de su cese: un Boris Johnson que echa las culpas a su partido de su caída sin aceptar en ningún momento todos sus errores.
Llegó al poder encumbrado por la ola del “brexit” que él mismo auspició y se alineó enseguida con la figura de Donald Trump que también acababa de ser elegido presidente de Estados Unidos. La Unión Europea le facilitó la tarea de llegar a un acuerdo sobre la salida del Reino Unido de la comunidad europea pero enseguida quedó claro que el primer ministro británico no estaba por la labor de cumplirlo hasta llegar a romper el trato sobre la frontera entre las dos Irlandas, sin que el débil gobierno europeo de la señora Ursula von Der Leyen pudiese hacer nada por evitarlo.
Se afirma que han sido sus escándalos motivados por las obras que hizo en la residencia oficial del 10 de Downing Street con donativos de dudosa procedencia, o las fiestas que organizó con bebidas durante las restricciones sociales provocadas por la pandemia, pero la realidad es que han sido la enorme inflación, las huelgas en los transportes y en otros muchos sectores que amenazan con mantenerlas -en España los sindicatos ni se han movido- y las derrotas electorales las que han hecho cundir el pánico en el Partido Conservador.
También son importantes los movimientos nacionalistas en Escocia -que ya prepara un referéndum al estilo de Cataluña- y en Irlanda del Norte, donde tanto tories como laboristas siguen perdiendo terreno. Hasta la iglesia anglicana había puesto el grito en el cielo por la decisión del gobierno de abrir un campo de concentración en Ruanda para enviar allí a los inmigrantes sin papeles.
El articulista del “Times”, Max Hastings, titulaba así tras la dimisión de Boris: “Por fin podemos volver a ser un país serio” y añadía: “Una vez que Johnson se vaya, Gran Bretaña debe restaurar la confianza en la política, controlar la economía y construir puentes con nuestros aliados”.
Boris Johnson, al igual que Pedro Sánchez, ha intentado echar la culpa de todos los males a Putin y a la guerrea de Ucrania, pero la crisis ya se había gestado y desarrollado antes sin que el gobierno británico pudiese atajarla más que con parches parecidos a los que se han aplicado en España que se quedan obsoletos nada más ponerlos.
Todo parece indicar que, sin no se resuelve a tiempo la inflación y la guerra de Ucrania, a Boris Johnson le puedes seguir otros dirigentes europeos. El italiano Mario Draghi tuvo que abandonar la cumbre de la Otan en Madrid por una posible crisis de su gobierno. Macron salvó las últimas elecciones por los pelos y el canciller alemán Scholz anuncia graves problemas para la vida de los alemanes el próximo invierno por falta de gas. Y Sánchez no digamos,.