Era uno de los hombres de confianza de Esperanza Aguirre, que le había acompañado a lo largo y ancho de su carrera política en distintos puestos de la Administración, y en alguno de los medios de comunicación públicos y televisivos. Por supuesto que era un cronista de los tiempos revueltos del poder, casi los mismos que siguen hoy en nuestros días.
Llevaba y me la enseñó, en su teléfono móvil, una lista de lo que el llamaba "víctimas" de Mariano Rajoy bajo el curioso y seguro que certero título de "El cementerio del gran jefe". Podía ser el título de una película sobre mafiosos, con cemento en los pies y fondo de un gran río, o la historia revisada de la llamada “ conquista del Oeste americano” con las tropas del general Custer siendo masacradas por las tribus indias de Toro Sentado y Caballo Loco. Un episodio efímero que terminó con las verdades estudiadas en Hollywood y no en las Academias de la Historia.
La lista incluye un poco de todo, desde compañeros de partido que han ido desapareciendo poco a poco pero de forma inexorable de la primera línea de la política, desde su competidor por la herencia de José María Aznar, el Vasco ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja a los proscritos Eduardo Zaplana y Francisco Camps, hasta llegar a compañeros a los que los escándalos les han arrastrado a los juzgados e incluso la cárcel como Rodrigo Rato, y muchos otros de menor entidad pública.
En ella estaban los adversarios que habían abandonado la actividad en la que confluyeron, desde Felipe González a José Bono ( este junto a Zaplana) , pasando por Jordi Pujol, Iberretxe, Artur Más, Urkullu.. Y los financieros y empresarios que le habían alabado y criticado en diversos momentos y que habían dejado de estar donde el creía que tenían que permanecer. Unos por muerte natural como Emilio Botín e Isidoro Alvarez, y otros por renuncia a las presidencias que ostentaron como Cesar Alierta e Isidre Fainé.
"El cementerio" contaba, y me imagina que habrá incrementado en número y zonas de riesgo, con más de cien nombres importantes, todos ellos parte de la nómina de "enemigos" que - en palabras de la persona de confianza de Aguirre - se había buscado el entonces presidente del gobierno y que esperarían la más mínima oportunidad para vengarse. Así fue y lo vivimos todos un día de junio de 20018, con otro nombre que sin duda estará en un puesto destacado de esa lista, Pedro Sánchez.
El articulador de la lista, como era de esperar, se consideraba uno de ellos, más por su cercanía con Esperanza Aguirre, que por el mismo. Algo que el habilidoso y omnipresente Miguel Ángel Rodríguez o el eficaz y discreto José Antonio Sánchez deben pensar y tomar buena nota ante otros posibles camposantos que tengan gaitas gallegas en los funerales. Siempre teniendo en cuenta esa parte "viva" de la actual dirección del Partido Popular, por un lado, de la Presidencia del Gobierno, por otra, e incluso de los laicos camposantos del nacionalismo y la izquierda más impaciente y reivindicativa. Las claves en todas y cada una de las listas de decesos políticos están en la buena o mala salud de hierro de la que goce en cada momento el inquilino de las sedes presidenciales, ya sean políticas, financieras o sindicales.