El presidente del Gobierno es un superviviente de la política, con Manual y sin Manual. Le ocurre lo mismo que les sucede a los presidentes de las grandes empresas - el PSOE, al igual que el resto de los partidos, lo es - que tiene que presentar anualmente su cuenta de resultados y sus previsiones de futuro. Si los datos son malos no tiene más remedio que introduce cambios, más radicales si lo que está en juego es su propio sillón de mando. Pedro Sánchez ha recibido una “moción de censura interna” por parte de sus principales accionistas, que si en el mundo de los negocios son los fondos de inversión, en el ámbito de la política son los votos en las urnas.
En cuatro años de presidencia no ha tenido más remedio que encontrar nuevos mercados electorales y negociar acuerdos comerciales con nuevos socios. Esa es la explicación de lo ocurrido desde la moción de censura de 2018 hasta este verano de 2022. Por eso gobierna con tan sólo 120 escaños. Por eso tuvo que recurrir a los 35 parlamentarios de Unidas Podemos.
Por eso miró en Euskadi a dos “proveedores” tan distintos pero tan útiles como el PNV y Bildu; y por idéntica razón lo hizo en Cataluña con Esquerra y con la CUP. Lo de Canarias, Cantabria y Teruel cerraba su propio circuito de distribución política, alejándose de su principal competidor, el Partido Popular, que se había quedado obsoleto en sus propuestas y estaba embarcado en una lucha interna por la sucesión de su último patriarca, que era y es gallego y se llama Mariano Rajoy.
Sin cadena de distribución el nuevo producto electoral no podría venderse. Y los sacrificios llegaron hasta su propio ego y sus propias ideas, claramente destiladas de las que llegaron a la sociedad española tras un intento de golpe de estado y un miedo al futuro que atenazó a los “, accionistas minoritarios” , los dueños de millones de votos que pusieron sus ahorros de 40 años en la marca que aparecía con el puño y la rosa para hacer olvidar el yunque y el martillo de aquella españa negra que se hundió en la peor de las guerras, la que tiene lugar entre hermanos.
Tuvo Pedro Sánchez tantas dudas con sus nuevos socios - de los que temía una OPA hostil dede dentro del propio Gobierno - que aceptó ideas, pronunció promesas y dejó que el tiempo y los “mercados exteriores”, desde Bruselas a Nueva York, colocaran a cada uno de los protagonistas en su sitio. Sustituciones y dimisiones que aplazaron el problema de fondo: la empresa PSOE S.A se había quedado sin ideas con las que competir en un mundo globalizado que cambiaba muy deprisa.
Si el último intento de reflotar el partido no funciona, si los nuevos ejecutivos no cum’plen con los objetivos, si las “sociedades participadas” , que son las ramas del PSOE en las 17 Autonomias, los grandes Ayuntamientos y los miles de pueblos de España, no cumplen, Pedro Sánchez estará obligado a dimitir. Mientras ese momento llega siempre puede ir desprendiendose de las “sucursales” menos rentables. Es lo que veremos en mayo de 2023, hasta dónde llega la “sanación” del socialismo o hasta dónde es capaz de avanzar la enfermedad que padece. El Secretario General ha decidido “fusionar” al máximo nivel los dos niveles ejecutivos que marcha na por separado. Siete ministros/as que van a mandar en sus áreas de Gobierno y también en la sede central de Ferraz.
El regreso al futuro de Sánchez comenzó con la salida del Gobierno del que era su vicepresidente segundo y fundador y alma de Podemos, Pablo Iglesias. A partir de ese “desprendimiento” la lucha por los “consumidores” de izquierda se ha intensificado, pero como han demostrado en Andalucía y Madrid no basta. El PSOE tiene que regresar al espíritu de 1982, con sus máximos protagonistas abrazando al joven que intentó cambiar todo para asegurarse su propio poder y que ha descubierto que el peso de la historia es muy superior a su ambición.
Los dos “amigos” sevillanos le están esperando. Y la foto no se hará esperar. En el exterior le esperan los supervivientes, algunos con tanta experiencia como el incombustible José Bono, capaz de enseñarle como se negocia y se pacta con la Iglesia española mientras se reza en el Vaticano; como José Blanco, que es tan gallego como Núñez Feijóo y conjura a las meigas en los aquellarres de su Consultora, que le pregunten a Oscar López o a Antonio Hernando lo que tengan dudas.; y con tanta vida interna desde el palacio de La Moncloa como José Enrique Serrano. Nunca le vandrán mal una gotas de Javier Solana, ese español que ya ha andado por todos los caminos por los que transitan los amos del mundo. De José Luís Rodríguez Zapatero no es necesario hablar. El habla por casi todos, de casi todo.