Ya lo dijo una vez el presidente sirio, Bashar al-Asad: “no te puedes fiar de los norteamericanos”, lo mismo que dirán los dirigentes de Saigón o los de Corea o los Afghanistán o ahora los jóvenes rebeldes de Hong Kong, cuando finalmente les abandonaron a su suerte después de haberles animado a ir al conflicto.
En Europa ya han caído dos primeros ministros del calibre de Boris Johnson y de Mario Draghi y no es descartable que siga la racha a causa de esa tormenta perfecta desatada por la crisis energética, la inflación y la guerra de Ucrania. Macron se mueve cada día sobre el alambre, lo mismo que el canciller alemán Scholz que negocia con Los Verdes que acepten la energía nuclear y el carbón a cambio “de reducir la velocidad máxima en las autopistas” (sic).
Mientras tanto, aprovechando el conflicto ucraniano, la extrema derecha se enseñorea de los países de la Europa del Este, donde antes de la guerra países como Polonia o Hungría estaban siendo a punto de ser sancionados por sus leyes contrarias los derechos humanos y ahora son los países estrella de la U.E.
Algo parecido ha pasado con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed ben Salah, al que el presidente norteamericano Joe Biden prometió convertirle, al igual que a Putin, en un paria internacional por haber mandado matar y descuartizar al periodista Jamal Khashoggi en 2018, y al que ahora no ha tenido más remedio que abrazar porque como dice el viejo proverbio hablando claro: “este es asesino pero es mi asesino”.
A las ayudas prometidas a Ucrania por Occidente les pasará como las que afirmaron en su momento que iban a dar a Libia, tras el asesinato de Gadaffi, o a Irak tras la ejecución de Sadam Hussein… Poco a poco se irán olvidando y el conflicto se enquistará dando lugar a dos Ucranias, Zelensky acabará quejándose de las promesas fallidas y engañosas, mientras el pueblo ucraniano pagará los platos rotos.
Pedro Sánchez debería aprender de estas experiencias y saber que todo el apoyo dado a Estados Unidos, sin reservas, se quedará en nada en cuanto surjan los problemas y Estados Unidos le responda “América, primero”.