Son los dos mejores ejemplos de la crisis del socialismo en la autonomía en la que basaron sus triunfos, desde Felipe González a José Luís Rodríguez Zapatero. El nuevo alcalde de la capital hispalense, además, actúa con premeditación, nocturnidad y alevosía. Ya tiene su propia crisis, la que casi con toda seguridad le llevará a perder el sillón de mando. Genuflexo ante la petición del párroco de la iglesia de San Jacinto, en el emblemático barrio de Triana de acabar con un centenario ficus, que ha acompañado a cinco generaciones de vecinos, hizo trabajar día y noche a los empleados del Ayuntamiento para que la presume le orden judicial de paralización de la tala llegara tarde, con los hechos ya consumados.
Merece también lo suyo el cura y el arzobispado de Sevilla. Entre unos y otros y bajo la protección de decenas de policias, han dejado al pobre arbol en los huesos. Un atentado ecológico que debería llevar a la Fiscalía a intervenir y al Ministerio de Transición Ecológica que comanda la vicepresidenta Tercera del Gobierno de Pedro Sánchez a encabezar la denuncia contra su propio compañero de partido. Teresa Ribera tiene la obligación de impedir que se actúe contra los ciudadanos; así se sabotean las leyes, y así se pierden las elecciones.
Para que nadie se esconde, también existen dos responsables de proteger el Medio Ambiente y la Agricultura, Ramón Fernández Pacheco y Carmen Crespo, en el Gobierno autonómico de Moreno. Su silencio, al igual que el silencio de los concejales populares en el Ayuntamiento, los convertirá en cómplices del arboricidio. Plantear nuevos cargos, hablar de economía azul y verde, manifestar el apoyo a las Asociaciones ecologistas no basta cuando se deja que, insiste, con nocturnidad y alevosía se tale un centenario arbol, con la excusa y argumentación no probada, ni contrastada de que representaba un peligro para los mismos ciudadanos que lo están defendiendo.
Si Pedro Sánchez no quiere seguir perdiendo votos de cara a las próximas citas electorales ya sabe que en Sevilla el cambio de candidato es obligado. Antonio Muñoz es un seguro perdedor que arrastrará a otros. Y la Conferencia Episcopal y el Arzobispado deben hacer lo mismo con el párroco de San Jacinto, el fraile dominico Javier Rodríguez, al que debía estorbarle el pobre árbol situado en el atrio de la iglesia. Una buena foto de la fachada, sin impedimentos arbóreos, bien merece que desaparezca cualquier obstáculo.
Con los posibles indultos de los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán corre la mesa del Consejo de Ministros, la crisis del ficus, deja de ser una anécdota ecológica, como tal vez pensaron sus protagonistas, para convertirse en un elemento político de primer orden. Una de esas cuestiones que parecen menores en sus inicios, como una simple cerilla o una coIilla mas apagada y que terminan arrrasando miles de hectáreas de nuestros bosques. Aquí los bomberos se sientan en los sillones del poder,