La presidenta madrileña es el mejor ejemplo de las “virtudes políticas” anarcocapitalista que les encanta a Charles y David Koch, cada uno de ellos con una fortuna superior a los 50.000 millones de dólares y con una cifra de ingresos anuales en su holding empresarial cercano a los 120.000 millones según la revista Forbes. Para entender esa relación de larga distancia pero con la misma base ideológica hay que colocar a los “intermediarios filosóficos” españoles que emiten los mensajes que deben convertirse, según ellos, en la única salida para la crisis que padecemos, en nuestro país y en el mundo entero.
Por seguir una cronología temporal que explique en parte el pensamiento de nuestra derecha patria, desde las mezclas que habitaron en la UCD de Adolfo Suárez a las que hoy coexisten dentro del Partido Popular de Nuñez Feijóo y del Vox de Santiago Abascal, tenemos que irnos a los años setenta y ochenta del siglo pasado, colocar al catedrático Pedro Schwartz en el epicentro y dejar que sus discípulos vayan apareciendo en la actual escena mediática: Jesús Huerta de Soto, que imparte doctrina en la Universidad Rey Juan Carlos y es tan rico de familia que se permite el lujo de ir en un lujoso Bentley al campus; Juan Ramón Rallo, al que no hay tertulia y medio informativo que le de más oportunidades de desplegar sus recetas económicas; a los que siguen con más o menos visibilidad pública, Miguel Iñigo Breña Lajas, Albert Esplugas, Juan Pina y Fernando Nogales. Y dejo en lugar aparte por el afecto de muchos años a Carlos Rodríguez Braun. Todos ellos aspiran a lo mismo, a ir más lejos de lo que predicaba Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos, hace más de doscientos años: “ el mejor gobierno es el que menos gobierna”.
Nuestros anarcocapitalistas van más lejos: lo mejor para la sociedad es dejar todo en manos de la iniciativa privada, desde la seguridad a la sanidad, desde la enseñanza al comercio. El Estado es en su misma esencia un mal que hay que erradicar lo antes posible. Es fácil de decir y hasta de intentarlo desde la enorme “Caja Negra” que los hermanos Koch han levantado en Wichita para desde allí intentar gobernar - con intermediarios - Estados Unidos y el mundo. Que ayudaran a Joseph Stalin a industrializar la naciente Rusia comunista entre los años veinte y treinta del siglo XX, como “escape” a sus pleitos judiciales en su país por sus prácticas de “craqueo” del petróleo,( ¿les suena en estos tiempos en las costas españolas? ) es un pecado a olvidar lo antes posible.
Mucho más cerca en sus orígenes de John Locke que de Adam Smith, más fieles a Hayek y Friedman que a Keynes - ya unos y otros amortizados por la rapidez de los cambios - las mercancías y el valor de las mismas se alza como un poderoso Dios Mammon frente al Estado benefactor que, para sobrevivir, convierte en esclavos a todos sus habitantes. Si Locke es su padre espiritual, su profeta sería el austriaco Hans Hoppe, capaz de nutrir ideológicamente tanto al italiano Instituto Leoni, que premiaba hace unos meses a la presidenta madrileña con la “Llama de la Libertad”, como a nuestro Instituto Juan de Mariana. Dos brazos europeos muy eficaces del Cato Institute creado por los hermanos Koch.
Su “Biblia”, de la que todo arranca y en la que todo encuentran es la “Sociedad sin Estado”, obra de Murray Rothbard, un “todoterreno” de la política, la economía y los medios de comunicación, que nace en el Bronx de Nueva York entre las dos Guerras Mundiales y funda el Partido Libertario con la imprescindible y más que generosa ayuda económica de la familia Koch, y en la que entre otras ideas absolutamente heterodoxas defiende que “el capitalismo es la forma más completa del anarquismo y el anarquismo la forma más completa del capitalismo”. Siempre con permiso de Bakunin, el cual puede que se removiera en su tumba si lo escuchara o leyera.