El resultado de las elecciones intermedias en Estados Unidos vuelven a presentar un país sumamente dividido y lastrado por graves problemas internos que ninguno de los dos partidos dominantes han podido resolver, si es que alguna vez lo han pretendido, lo mismo que ocurre en España con el PP y el PSOE.
Divididos entre Demócratas y Republicanos, los ciudadanos norteamericanos no saben a qué carta quedarse mientras aumentan los graves problemas sociales (inmigración, pobreza, sanidad, educación) y económicos (inflación, empleo...) a los que nadie atiende.
La realidad desde que Biden triunfó en las elecciones de noviembre de 2020 es que en la Casa Blanca los que mandan son los halcones de la guerra y la industria militar que es la única que gana con los conflictos generados en todo el mundo para mayor gloria del capitalismo norteamericano.
Con 80 años, cumplidos el 20 de noviembre, Joe Biden ha demostrado en todas sus comparecencias públicas que ni él ni la vicepresidenta Kamala Harris -totalmente desaparecida tras su fracaso en el tema de la inmigración- dirigen la política norteamericana.
La situación en la casa Blanca recuerda el segundo mandato de Reagan (1985-89) cuando el presidente que sufría de demencia senil quedó en manos de la todopoderosa industria militar y se lanzó a un ataque feroz contra la Unión Soviética, apoyado por el Papa polaco Juan Pablo II, que acabó con la desmembración de la URSS.
La administración Reagan convirtió la carrera armamentista en su arma fundamental, logrando imponerse a un bloque soviético muy debilitado ideológicamente incapaz de responder con sus mismas armas, lo que hubiera provocado, sin duda, una guerra mundial.
Ahora, los que manejan a Biden, aprovechando su senectud, quieren colocar a Rusia, y también a China, en una situación similar: o se rinden o tienen que ir a la guerra.
La victoria de los demócratas de Biden en el Senado, aunque tengan que recurrir al voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris, da alas a los halcones que manejan al secretario de Estado Antony Blinken, y al jefe del Pentágono Lloyd J. Austin a mantener abierto el conflicto de Ucrania e incluso alentarlo en otras antiguas repúblicas soviéticas, sin descartar actuaciones militares en África donde la CIA viene hace tiempo alertando de una mayor influencia rusa en Libia, Malí o en el Congo, lugares donde la industria norteamericana sigue sacando valiosas materias primas de enorme valor estratégico.
Con China ya lo intentó también Barack Obama alentando a la rebelión de los jóvenes en Hong Kong, que mantuvo Donald Trump al mismo tiempo que ambos intentaban provocar un conflicto con Taiwán e incluso animando a Vietnam a enfrentarse al gigante chino, cosa que los dirigentes vietnamitas rechazaron despectivamente.
Dirigentes de Australia, Filipinas y Japón han sido explorados por la Casa Blanca para ver su reacción ante un hipotético conflicto entre chino y taiwaneses, lo mismo que otros países de la zona.
En Septiembre de 2021, el propio Biden anunciaba como histórico el pacto de seguridad firmado entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia (Aukus) con la intención de compartir tecnología avanzada de defensa, para contrarrestar los avances de China. Todo a mayor gloria de la industria militar con el mismo objetivo de los acuerdos firmados últimamente con los países de la Unión Europea para que aumenten sus gastos de defensa para comprar armamento norteamericano.