Y quien gana no es ni Ucrania ni Rusia, sino los Estados Unidos de América que han logrado que un montón de gobiernos se deshagan de sus reservas de armamento y las envíen a defender al ejército de Volodímir Zelenski. Ahora, todas las fábricas de armamento están a tope de trabajo, forrándose como también se están forrando las petroleras de Biden, a las que Europa les compra todo el gas y el petróleo que antes le suministraba la pérfida Rusia, a más del doble de costo, claro.
Pero a los políticos europeos, como el dinero no sale de su bolsillo, que ellos están blindados con planes de pensiones y cuentas en Luxemburgo, pues lo ven razonable. Ellos, cueste lo que cueste esta guerra a los ciudadanos, seguirán viajando en jet privados y viviendo como reyes a costa del presupuesto público que le pagan todos los ciudadanos que ya pasan frío y hambre.
Igual que callan como muertos sobre la autoría del sabotaje en septiembre del gaseoducto Nord Setream bajo las aguas suecas. Sabotaje que ya fue anunciado por el propio presidente de los Estados Unidos en rueda de prensa, en la Casa Blanca, en febrero del pasado año si Ucrania era invadida por Rusia. Parece que Biden sí tiene palabra.
Ya saben, en las guerras los hay que se forran mientras miles de cadáveres son enterrados para que los jefes se llenen sus bolsillos. Ahora ya hasta se plantea que soldados de países europeos sean enviados a la guerra contra Rusia. Por supuesto que los políticos y sus hijos no se pondrán el uniforme. Eso es cosa de sirvientes. ¿Verdad señor Borrell?