Todo se sucede de un modo tan veloz, que las celebraciones por “un brillante inicio de año” que están llegando estos días en los informes de bancos y analistas, ya tienen que convivir con un desarrollo de los mercados que están abandonando el modo de celebración desde hace días. Lo abandonan porque aquello de que los tipos ya solo subirían moderadamente, que alcanzarían su cenit en verano y después empezarían un modesto repliegue de cara a final de año, algo que han venido manteniendo contra viento y marea desde finales de 2022, no solo ha dejado de estar claro, sino que se está revirtiendo.
Ahora, las subidas que se descuentan en los mercados de futuros son mayores de lo que estimaban, y prácticamente desaparecen los recortes en 2023. Sirva de ejemplo EE.UU. porque, al fin y al cabo, va por delante. Una amplia ronda de datos recientes que incluyen el informe de empleo, las ventas minoristas y diversos indicadores de precios, incluido el dato de inflación que todos asumen como preferido de la Reserva Federal, el PCE (Personal Consumption Expenditures) y que mide lo que los consumidores están pagando por bienes y servicios, están siendo todos más altos de lo esperado. Bueno, porque nos hablan de una economía que se comporta mejor, pero malo porque los precios se resisten a bajar.
A visualizar ese impacto nos ayudan los mercados de futuros y su cambio de probabilidades implícitas. Después del PCE del viernes, que subió un 0,6% en enero tras hacerlo un 0,2% en diciembre, la probabilidad de un alza de 50 pb en EE.UU. en marzo pasa al 36% desde el 18%, y las de un alza de 25 pb, caen del 82% al 61%. Todavía se concede mayor probabilidad a las subidas más leves, pero estamos en transición. Esto significa que pueden seguir basculando y arrastrando todo aquello que ya vienen haciendo desde hace días: bolsas y renta fija a la baja, y dólar al alza.
LO QUE VENDRÁ DESPUÉS
No es tan intenso el cambio en Europa, pero las expectativas giran de modo similar. Las economías europeas, beneficiadas por el descenso del precio de la energía, aunque de 27 formas distintas, revisan al alza sus expectativas de crecimiento por una demanda que se sostiene en base a una menor transferencia de recursos a la energía, que se destina a adquirir bienes y servicios, el mantenimiento del nivel de empleo, y la subida de salarios nominales.
El ajuste de expectativas tiene en los mercados una doble lectura, positiva porque la pronosticada recesión se resiste a mostrarse, y negativa porque la inflación no se modera lo suficiente como para que los bancos centrales alivien su discurso de más restricción durante más tiempo.
La pregunta es ¿que vendrá después del ajuste en marcha? De la respuesta dependerá el pronóstico de si el ajuste actual acaba pronto, y entre otras cosas, el dólar tiene poco más que ganar, o por el contrario las dudas persisten y la fase de reversión siguiente se retrasa más tiempo.
Pesa más aquello que indica que habría de ser lo primero, y que los datos de febrero, marzo y abril permitirán anclar de nuevo las expectativas de tipos, ahora más altas (5,4% en EE.UU. y 3,7% en Europa), y devolver el debate a cuando pueden empezar a bajar. Pero incluso eso, exigirá de varias semanas más, o al menos hasta que algún dato de los importantes, empleo norteamericano fundamentalmente, devuelva la recesión al centro del debate, porque si lo fiamos a la inflación, habremos de esperar, porque va a tardar bastante más en entrar en vereda.