Aniversarios falsarios
martes 21 de octubre de 2014, 21:41h
La cosa, en este 20-n, va de aniversarios. La no muy feliz ocurrencia de Zapatero de colocar las elecciones que marcarían el triunfo del PP en el mismo día en el que se cumplía el 36 aniversario de la muerte de Franco dejó para siempre marcada la jornada en la conciencia de los españoles. Pero hoy me parece mucho más interesante, e importante, fijarse en lo conseguido o no por Mariano Rajoy en estos doce meses de agonía que recordar las muchas más sombras que luces de aquel jefe del Estado que nos restringió las libertades durante cuatro décadas y a quien hoy las nuevas generaciones desconocen y las no tan nuevas tratamos de olvidar. Vamos, pues, con Rajoy.
Escribí una vez que Mariano Rajoy es el menos envidiado en este país al que los tópicos tachan de envidioso. Cómo envidiarle con la herencia recibida -si es que aún puede esgrimirse eso-, con lo que ha pasado por el mundo, con el nacional-pesimismo embargándonos a todos, con déficits estructurales que no pueden atribuirse solamente al paso del PSOE por el poder, con una Europa debilitada y desorientada...Sobre la cabeza de Rajoy ha caído el estallido de una crisis larvada durante mucho tiempo, han caído los resultados de las elecciones vascas y, sobre todo, de las próximas catalanas, ha caído la euro-presión del recorte sin fin para, al final, descubrir que tanta austeridad es más bien perniciosa que beneficiosa para la buena marcha económica del país...
A Rajoy, vértice máximo del poder interno, aunque externamente no lo sea tanto, hay que reconocerle el don de una impasibilidad entre galaica y británica ante la adversidad y ante los huracanes. Le hemos visto adelgazar, palidecer, pero no se le ha movido un músculo con la que está cayendo. Lo que ocurre es que no sé si percibe con toda claridad que la crisis es política y, por tanto, económica, y no al revés. Y que estarse quieto en tiempos de crisis es, contra la recomendación ignaciana, casi suicida.
Rajoy es hombre sensato, honrado y de buena voluntad. Pero no es un estadista. Hace muchos meses que debería haber hecho el Cambio -en las formas de gobernar a los españoles- y, en lugar de eso, se ha dedicado a hacer cambios. Claramente improvisados unos, forzados otros, beneficiosos -porque las estructuras estaban anquilosadas- no pocos. Pero ya digo: no 'el' Cambio. Que significa establecer pautas diferentes, pactos con el adversario, mayor participación ciudadana, reformas mucho más a fondo, incluyendo la Constitución, la Administración, las estructuras territoriales...y las relaciones laborales, que las reformas socialista y 'popular' está claro que no sirven sin legislación complementaria, como la deseada y aún difusa Ley del Emprendedor.
Las encuestas suspenden sistemáticamente a Rajoy y a su Gobierno, y también a la oposición. Aquí no se libra nadie. Yo no estoy tan seguro de la nota que le pondría en este examen de primer curso: hay cosas buenas, regulares y definitivamente malas. Hay ministros que, sea lo que sea lo que dicen los sondeos, aciertan, otros que solamente a veces y otros que jamás. Como siempre. Ahora llegarán los análisis, los estudios en detalle, ministerio a ministerio: Exteriores, Interior, Economía, Hacienda, Educación, Justicia, Sanidad... Lo cierto es que, aunque esperamos y confiamos en que a medio plazo nuestros zarandeados bolsillos mejoren -el español medio ha perdido casi un cuarenta por ciento de su capacidad adquisitiva en los últimos tres años-, las cosas, a corto, más bien han empeorado: la situación política es obviamente peor, la económica me parece que también y la moral nacional está rozando el subsuelo.
Creo que, pese a las manifestaciones continuas, a la huelga general, al desencanto palpable en todos los sectores, aún existen rescoldos de confianza en la calle en un Gobierno que anunció que haría unas cosas y luego hizo otras, que prometió no rebasar algunas líneas rojas ya muy superadas, pero que, con todo ello, da la sensación de que no nos está mintiendo. Ahora solo falta que Rajoy, cabo de todas las tormentas, se crezca y empiece a pensar en Gran Política, en lugar de conformarse con fatigosos vuelos rasantes.