Se trataba de un episodio de guerra electoral con declaraciones previas por parte de los contendientes. El escalafón del protocolo sirvió para utilizarlo como bengalas de aviso entre la Presidencia de la Comunidad de Madrid y el Gabinete del Ministerio de la Presidencia. Isabel Díaz Ayuso le ha dado una gran bofetada a Pedro Sánchez en la cara de Felix Bolaños. Mal para el PSOE del candidato Juan Lobato que no acierta a explicarse la metedura de pata organizada desde del complejo de La Moncloa.
Desde hace días los mensajes que se enviaban desde la Presidencia madrileña no ofrecían dudas: El ministro
Bolaños no estaba invitado al acto del 2 de mayo en la sede de la Puerta del Sol. Su presencia se interpretaría como una provocación. La representación oficial del Gobierno de Sánchez la tenía la titular de Defensa,
Margarita Robles, por lo que su colega en el Consejo de Ministros podía ahorrarse su presencia, salvo que creyera, junto a sus asesores, que al final le iba a doblar el brazo a
Díaz Ayuso. La presidenta ni se molestó, para cerrarle el paso basta a con la jefa de Protocolo, una experimentada
Alejandra Blázquez, que se limitó a poner la mano y dejar al ministro compuesto y sin tribuna.
Para demostrar aún más su autoridad frente a La Moncloa, sí subió a la tribuna el presidente del PP, sin que sepamos si era en su condición de “jefe” político de Ayuso o en su condición de jefe de la Oposición a nivel nacional. Ninguno de esos dos títulos le daba preeminencia sobre el ministro, pero si había que darle un buen manotazo a Pedro Sánchez, a menos de veinte días de las elecciones, la ocasión era inmejorable.
La equivicación, el error de cálculo, el desconocimiento de la capacidad de actuación de la lideresa madrileña del PP, ha sido tan grande y manifiesto, tan prejudicial para los intereses del socialismo que representan Juan Lobato y la ex-ministra Reyes Maroto que merecerían, de forma oública, que los dos candidatos siguieron el ejemplo del aragonés Lambán y se alejaban lo más posible de la toxica idea que emana del complejo presidencial de La Moncloa.
La victoria del equipo de Ayuso, que así hay que ver el incidente del ministro Bolaños , tiene un doble o triple efecto: ayuda a su compañero José Luís Almeida; castiga al PSOE, afianza la línea dura del PP frente a los Rocio Monasterio y Javier Ortega Smith; y aumenta el desconcierto global en el conjunto de la izquierda, desde Más Madrid a Unidas Podemos. Lo que ha hecho la presidenta, además, con su guiño torero en los hombros, es reforzar la imagen que lleva culto Ando desde hace cuatro años: su rival es Pedro Sánchez, los demás, para élla, no cuentan.
La ministra de Defensa se mantuvo al margen de la disputa. Se comportó como la representante del Gobierno y dejó que su compañero ardiese en su propia hoguera de las vanidades. Si querían desde el Ministerio provocar y ganar esa pequeña rifirrafe, la derrota ha sido total. El sábado, desde el gabinete de Bolaños enviaron al Departamento ese Protocolo de la Comunidad la confirmación de la asistencia del ministro, pidiéndoles la escaleta del acto y el lugar que ocuparía.
No se dieron cuenta que una cosa era la asistencia y otra muy distinta el subir al estrado. Cuando se echa un pulso, se supone con permiso del presidente, lo mejor es preguntar a los que se tienen muy cerca y conocen muy bien las batallas políticas en la Comunidad de Madrid: Rafael Simancas nunca olvidará lo ocurrido en junio de 2003. En cuesrión de minutos pasó de poder ser presidente a perder las siguientes elecciones ante Esperanza Aguirre.