Comienza la etapa de los pactos en la mayoría de las doce Autonomias y los más de ocho mil Ayuntamientos que estaban en juego este domingo. Habrá ganadores que no gobernarán y ganadores que sí lo harán pero a costa de caras cesiones a sus necesarios compañeros en las mayorías absolutas. La ola azul que pedía Núñez Feijóo se ha convertido en un tsunami en la Comunidad de Madrid, en Andalucía y en la Comunidad Valenciana. Cabalgando sobre élla el presidente de los populares está más cerca de La Moncloa.
El PSOE ha perdido mucho más de lo que quería y su Secretario General y presidente del Gobierno ha optado por el silencio, dejando a otros las explicaciones de la derrota global de sus colores. Conviritió la campaña electoral en un auténtico plesbicito sobre su figura y sobre su Ejecutivo de coalición.
Pierde Sánchez de cara a las futuras elecciones generales y gana Feijóo que, de mantenerse la tendencia mostrada en toda España, acaricía con los dedos el sillón del poder.
Los socialistas van a tener que renovarse de formas acelerada tras asumir su derrota en las grandes ciudades y en la mayor parte de las nueve Comunidades autónomas que gobernaba hasta ahora. Renovación o repetir la bajada a los infiernos que ya experimentó tras las sucesivas derrotas de 2011 y 2015. Mantuvo un poder territorial muy grande en 2019 pero eso forma parte del pasado.
Junto a Pedro Sánchez también ha perdido y mucho, sin haberse presentado con su nombre y sus siglas, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. La "dama blanca" - por ser éste su color favorito - ya ha comprobado que sus apuestas personales por AdaColau, por Mónica García o por los dirigentes de Compromís en la Comunidad valenciana han perdido, y en esa derrota de la izquierda de la izquierda, más dividida que nunca por su exagerado personalismo, se encuentran también sus comañeros de Gabinete, Ione Belarra e Irene Montero y su políticamente insignificante Alberto Garzón.
Ciudadanos ya ha asistido a su entierro y puede que la antigua y rota Unidas Podemos esté presenciando su propio velatorio. Alberto Rivera y Pablo Iglesias quisieron vencer y reemplazar al Partido Popular y al Partido Socialista. Los dos fracasaron y se marcharon, dejando una herencia tan pesada a sus sucesoras que ninguna ha podido levantarla. Resulta curioso que junto a un renacido bipartidismo a nivel nacional vayan a tener una gran importancia los mínimos partidos regionales e incluso locales que, con sus representantes, vayan a decidir quién gobierna. Nunca un parlamentario o un concejal fueron tan importantes.
Regresa la vieja CiU a tener importancia en Cataluña, en Barcelona sobre todo con Xavier Trias, que ha superado al socialista Collboni y a la tambaleante alcaldesa Colau. Y junto al regreso de Albiol, el duro Albiol en Badalona, aparece un fortalecido Vox. El partido de Santiago Abascal le va a pasar al PP y a Feijóo en concreto un alto precio por sus ataques en todo aquel lugar en el que sus votos sean decisivos. La senda que inauguraron en Castilla y León Fernández Mañueco y García Gallardo es la que van a recorrer el resto de sus compañeros.
Con la Comunidad Valenciana perdida, con Extremadura perdida, con Castilla la Mancha perdida, con Aragón perdida, con Baleares perdida y con otras tres teniendo que negociarlas con partidos minoritarios; con la mayoría de las capitales de provincias perdidas, a Pedro Sánchez le puede quedar el solitario consuelo de que durante los próximos meses el evidente castigo a su persona crea que con el tsunami del 28 de mayo es suficiente.
Un dato preocupante para el resto de España: en Euskadi y Navarra, Bildu ha salido favorecido y con más fuerza. El escándalo de las listas electorales les ha venido todo lo bien que al PSOE le ha resultado mal. A los votantes les ha dado igual que en Aragón, en Castilla la Mancha y en Valencia se criticara con dureza la presencia de condenados por haber matado a apoyado a los que mata Ron en nombre de ETA. El PNV tiene un problema grave en su propio territorio.