Lo esperaban y lo han conseguido. Tanto la presidenta madrileña como el alcalde de la capital no necesitan a Vox para gobernar. Tienen mayorías absolutas, pero es muy posible que en la negociación global en la que se va a embarcarse el PP, el precio de algunos escaños y concejales en otros puntos impliquen concesiones a Santiago Abascal que puede estar contento. Vox es la única de las tres fuerzas que surgieron desde el 15M que se mantiene en pié.
I
sabel Díaz Ayuso y
José Luís Martínez Almeida tienen cuatro años por delante y es difícil que en los próximos meses no sean una de las bases para el triunfo de
Nùñez Feijóo en los próximos comicios generales. La dureza de la primera y la ambigüedad del segundo se han sumado para conseguir, por un lado, terminar con los residuos de Ciudadanos, por otro dejar fuera a Podemos, y señalando a la desgajada Más Madrid y al mejorado PSOE el duro camino de la oposición. La Comunidad y el Ayuntamiento son dos señales muy visibles para el resto de España, y han logrado que el PP logre sumar la mayoría del voto de la derecha.
Unificar en lugar de dividir. Sumar en lugar de restar. Se puede estar en desacuerdo con muchos de los discursos de Ayuso, más duros de lo necesario pero entendibles pues se trataba de evitar que huyeron votos hacia Rocio Monasterio. Será distinto a partir de este lunes. Lo que nos será distinto será el enfrentamiento diario con el Gobierno de Pedro Sánchez, que puede que no enga más remedio que afrontar un cambio de personas en su Consejo de Ministros si quiere concurrir como candidato del PSOE en las futuras elecciones generales y evitar, un poco, la venganza de los derrotados de su partido.
Presidenta y alcalde representan la síntesis de imagen que busca Feijóo para convertir al PP en el partido ganador. Ambos le han hecho un gran regalo, de la misma forma que se lo ha hecho el presidentes de Andalucía, Juanma Moreno, que ha logrado eclipsar al PSOE en el territorio que era su feudo hasta hace apenas unos años. La alegria de unos son las lágrimas de otros y basta con mirar los rostros y contar las ausencias de socialistas y todo el resto de la izquierda para entender que el fenómeno Ayuso, al igual que el de Moreno Bonilla, lo hizo posible Pablo Casado al colocarles como candidatos, pese a que luego tuviera que marcharse y dejar que las mieles del triunfo las disfrute el que que entonces mandaba con mayoría absoluta en Galicia.