La gilipollez se ha convertido en epidemia y avanza por Europa sin ninguna esperanza de control. Lo que inicialmente fue un fenómeno social localizado ha alcanzado proporciones no imaginadas en el último medio siglo .
Hoy un funcionario o un político, con capacidad para tomar decisiones, puede ejercer y ejecuta la amputación de frases, versos o ideas de la literatura universal para proteger la autoestima de algún ciudadano que pudiera sentirse ofendido por lo que alguien escribió hace cincuenta, cien o más años.
Después de la quema de libros en Alemania en 1933 , resulta demasiado burdo hacer algo parecido para las pretensiones liberticidas de los censores de hoy, pero el tachado de frases o incluso de capítulos de algunos clásicos, no les parece una mala idea si de lo que se trata es de proteger la sensibilidad de los colectivos con diversidad.
“ La vida de Brian” de los Monty Phyton, estrenada en 1979, ha sido censurada en la adaptación teatral que se estrenara en el 2024 porque algunos tontos del haba entienden que la escena de la discusión entre los miembros del Frente Popular de Judea contiene una broma sobre un hombre que quiere ser madre, y esa chanza podría ofender al colectivo trans.
Lo que me llama la atención de este caso es que los promotores de esta iniciativa de castración del texto fueron los actores de la compañía que va a representar la obra, probablemente incitados por algún líder especialmente sensible a esa opción.
No me consuela saber que en Inglaterra también hay gente que necesitaría un hervor, porque a pesar de ser una isla no están protegidos de la gilipollez imperante de los que se han inventado esa chorrada de la “corrección política”
Si los egipcios soportaron diez plagas, los europeos vamos camino de superarles algún día, porque vivimos tiempos creativos que auguran un gran festival de la nada.